Crónicas
Anathema + Alcest: Ecos de serenatas
«A un servidor siempre le ha parecido incomprensible que mientras bandas como Mogwai, Explosions in the Sky o los sobrevalorados Radiohead gozan del favor inquebrantable tanto de los medios como del público, otros combos como los de los tres hermanos Cavanagh (el núcleo fundamental de Anathema) sigan llamando a las puertas del mainstream sin poder entrar aún»
Sala La Riviera, Madrid.
Texto: Yorgos Goumas. Fotos: Alfredo Villaescusa
Desde luego no será por falta de calidad, ya que desde su conversión desde un grupo mediocre de doom/death a los adalides actuales del rock alternativo y neo progresivo, los estándares de sus discos han sido más o menos altos (y ya van once). Personalmente, me alegró constatar que el viernes pasado, aunque era puente, los del Liverpool consiguieron congregar a unas mil personas y además gozaron con un sonido a todas luces excelente en una sala que es difícil pillarla el punto.
Además, fue una buena ocasión para ver Alcest, el hijo espiritual del músico francés Stéphane “Neige”Paut. Neige empezó haciendo black metal, pero progresivamente empezó a incorporar elementos como el shoegaze, el post rock y el progresivo, tal como ha quedado patente a lo largo de cinco LPs. En esta ocasión, nos presentaron su último disco, ‘Kodama’ (sonaron cuatro temas de un total de ocho, intro incluida), en el que sigue siendo patente su afán de mezclar el black ambiental de unos Burzum y el post black de unos Ulver con las guitarras rasgadas y distorsionadas, pero ambientales a la vez, de unos My Bloody Valentine o Slowdive para crear lo que ya se denomina como blackgaze. Afortunadamente, para un género donde el sonido nítido es esencial para recrear este muro sonoro de guitarras y voces a veces melódicas y a veces al más puro estilo black, los teloneros también contaron con un buen sonido y así además pudimos constatar la destreza del batería que se hace llamar Winterhalter y sus patrones rítmicos asimétricos que dan ese detalle progresivo a la banda. Desde luego, los franceses se habrán ganado un buen puñado de fans nuevos.
Una media hora después sonó el tema instrumental “San Francisco” como intro mientras los miembros de Anathema tomaban posiciones para arrancar con una apuesta segura: las dos partes de una de sus mejores composiciones, “Untouchable”, haciéndonos así entrar plenamente en el espíritu de una noche que iba a ser dominada por la melancolía e introspección casi pop de su última etapa, que empezó en 2010 con el disco ‘We Are Here Because We’re Here’ (de hecho, más que el 80% del setlist se basó en sus 4 últimos LPs).
Además, la banda estaba enaltecida, ya que venían bajo el brazo con el premio para el disco del año en los premios anuales de Música Progresiva de la revista Prog con su último plástico, ‘The Optimist’. Desde el inicio, los hermanos Cavanagh se mostraron relajados y confiados en sí mismos, con un Vincent saliendo al escenario pitillo en la boca y mostrándose muy comunicativo a lo largo del show, haciendo además chistecillos en castellano, muy basado en estereotipos, eso sí (recitando un verso de “La bamba” y otro del “Djobi Djoba” de los Gypsy Kings). Dani por su parte también se mostraba pletórico aunque, dicho sea de paso, con unos kilitos de más. Acompañó a Vincent en su labor como maestro de ceremonias mientras que el tercer hermano, Jamie, sigue fiel en su papel segundario y más discreto, pero no por ello menos importante a la hora de forjar el sonido de la banda. La vocalista Lee Douglas, cuya voz me recuerda a la de Anneke van Giersbergen, nos regaló momentos sensacionales, aunque no estaría de más que asumiera su papel de frontwoman plenamente y venciera su timidez para soltarse sobre las tablas a nivel de presencia escénica. Mientras, el portugués Daniel Cardoso ocupó el puesto de la batería, ya que John Douglas tuvo que estar en Inglaterra por asuntos personales, haciendo que tanto Dani como Vincent se alternaran en los teclados. Por otro lado, los del Liverpool cuentan con una producción escénica más grande y cuidada, con un set de luces muy efectivo y una gran pantalla LED que proyecta continuamente imágenes muy acordes con el ambiente de cada tema.
Tres temas seguidos del ‘The Optimist’ (“Can't Let Go”, “Endless Ways” y “The Optimist”) prosiguieron a “Untouchable”. Algunos han percibido su último trabajo como un retroceso en comparación con sus últimos discos, pero personalmente creo que es la culminación precisamente de toda su última etapa, mezclando la épica de los arreglos orquestales con las guitarras post rock y el cada vez más presente piano melancólico con los ambientes neoprogresivos, mientras que la temática de añoranza, amor y perdida sigue intacta. “The Lost Song Part 3” es una buena muestra de post rock pasado por su filtro marca de la casa (Vincent dijo que la mejor catarsis a la hora de combatir la melancolía innata es tocar precisamente estos temas con su banda) y “Lightning Song” tiene ese poso alternativo, casi indie, pero que sirve para que Lee Douglas despliegue todo su arsenal vocal.
“Dreaming Light” es una preciosa balada, de las que ponen los pelos de punta. “Pressure” fue la única concesión al disco “A Fine Day to Exit” (2001) que además sirvió como inspiración para “The Optimist”, donde seguimos los pasos del protagonista, el optimista del título, después de su desaparición en una playa de la costa oeste estadounidense. “A Simple Mistake” y “Closer” parecen ser un guiño a Radiohead y sirvieron como cierre de la primera parte. Para el bis volvieron bajo los sonidos grabados del “Firelight” y arrancaron con “Distant Satellites”, otro guiño al post rock más ambiental a lo Sigur Rós en la que, además, Vincent hizo un dueto de percusión con Daniel. La melancolía volvió a campar a sus anchas con “Springfield” y, si mi memoria no me falla, fue allí donde Vincent pidió que ondeáramos al aire los móviles encendidos (“lo siento por vuestra batería”, dijo jocoso). El primer bis cerró con “Back to the Start” y la banda se retiró dejando a Dani solo al escenario para que tocara el tema “The Exorcist” de su disco en solitario ‘Monochrome’, una emocionante balada a pesar de las imágenes aterradoras que pueda generar el mero pronunciamiento del título. Otro tema muy ambiental fue la versión del clásico del trip hop ‘Glory Box’ de Portishead, otra oportunidad para disfrutar del poderío vocal de Lee Douglas. La única concesión a su pasado más remoto fue “Fragile Dreams”, que sirvió como cierre definitivo de su actuación y que fue recibido con gran jolgorio por parte de todos. A son de una mezcla curiosa del tema “No Surprises” de Radiohead y “What a Wonderful World”, cual metáfora de la melancolía y la alegría que alternamente dominan nuestras vidas, la banda se despidió del escenario.
Es verdad que todos echamos de menos temas de aquella etapa y de hecho, como si quisieran chincharnos, en un momento dado, hicieron amago de empezar a tocar temas como “A Dying Wish”, “Angelica” o “Lost Control”, pero paraban después del primer acorde (“A ver si confundimos a los que van a confeccionar el setlist en Setlist.fm, dijo a modo de sorna, Vincent), dejándonos colgados cual coitus interruptus sonoro. Obviamente ya nadie espera que toquen temas de su primera época, pero un servidor tampoco entiende que hayan dejado fuera del repertorio maravillas como los discos ‘Eternity’ (1996) y ‘Judgement’ (1999), por poner un ejemplo. Polémicas aparte y las molestias de algún que otro fan más purista (me consta que algunos ya llaman irónicamente al disco “The Pasotist”), creo que la mayoría de nosotros salimos con un buen sabor de boca y con la alegría que los de Liverpool se hayan dado un pequeño baño de masas por primera vez y que esperemos que cada vez se haya mayor.
Texto: Yorgos Goumas
Fotos: Alfredo Villaescusa
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