Crónicas

SGM Fest: Levantarse de la nada

«¿Puede haber algo más gótico que un festival plagado de paraguas? Levantarse de la nada ya debería constituir un mérito en sí mismo»

Castillo de Manzanares el Real, Madrid

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Poner algo en pie desde cero es complicado, ya sea una relación, una amistad o simplemente un festival. En todos los casos hace falta tener las ideas muy claras, dejar de marear la perdiz y saber exactamente qué es lo que se quiere. No debería haber lugar para timoratos, pues las dudas lo único que aportan es que el personal no se tome en serio propuestas dignas y desconfíe a la primera de cambio. Sin unos cimientos sólidos cualquier edificio se derrumbará a la mínima como si fuera un vulgar castillo de naipes. Pero es de sobra conocido que no abundan las personas con principios, sino más bien las veletas que se mueven según sople el viento en tal o cual dirección, infectos petimetres cuya opinión merece la misma consideración que el contenido de un vertedero.

Cierto es que en esta primera edición en nueva ubicación del SGM Fest hubo algunas deficiencias organizativas, como por ejemplo los dos escasos baños para cerca de 300 asistentes. La meteorología adversa tampoco ayudó lo más mínimo, aunque hay que destacar que los mesetarios se escandalizan cuando caen cuatro gotas igual que si fuera ácido sulfúrico. Eso sí, no hubiera supuesto un esfuerzo descomunal instalar otra carpa, aparte de la que cubría el escenario, para que el personal de a pie se guareciera de la inclemente lluvia del viernes. Según nos relataron, luego al día siguiente pudieron contabilizarse bajas por resfriado, mientras que otros optaron por recogerse prontito a la noche a horas ridículas de geriátrico.

Pero quedémonos con lo bueno: un cartel variopinto como pocos a un precio irrisorio de cinco euros por jornada, lo cual se asemejaba más bien a una especie de voluntad. Y moló asimismo la fiesta posterior del sábado en una sala a escasos metros del recinto que combinaba cuadros de káiseres y motivos tribales con figuras de elefantes y rinocerontes que disfrutaron de una inaudita atención quizás debido a sus formas fálicas. El doctor Livingstone se hubiera escandalizado.

Sentimientos para los perros

Con la versatilidad estilística de ediciones precedentes en la capital, tras el funeral visigodo de Neønymus, la primera jornada se abría en el Palenque del castillo con cierto retraso de la mano de Ritual Howls, dúo de Detroit que apostaba por las atmósferas opresivas a lo A Place To Bury Strangers sin renunciar a una vertiente experimental tal vez demasiado espesa para un clima tan inhóspito. Como soy un señorito que odia mojarse el pelo, la misión fundamental fue encontrar un paraguas de cobijo, así que nos arrimamos a la vampira Lyz. Y al tiempo que escuchábamos ritmos hipnóticos pudimos contemplar todo un auténtico desfile de sombrillas y otros objetos glamurosos para evitar estropear los respectivos tocados. Que no se pierda la elegancia ni diluviando, claro que sí.

Respecto a los norteamericanos, lo mismo nos entretuvieron que nos aburrieron a ratos y únicamente el respetable despertó a eso de la última canción, que era algo más bailonga que su repertorio anterior. El vocalista agradeció a la concurrencia por aguantar las inclemencias meteorológicas. Y la verdad es que en esas condiciones cualquier propuesta se hubiera tornado espesa. Con un brasero habrían entrado mejor.

Varsovie

La sobriedad arquitectónica de los edificios soviéticos encarnaban Varsovie, conjunto francés que sigue la estela del post punk gélido que hacían en Europa del Este bandas como Siekiera. Y pese a no contar todavía con un himno mayúsculo del calibre de “Nowa Aleksandria”, demostraron en las distancias cortas las tablas suficientes para convertirse en un futuro en auténticos clásicos del género con un repertorio vigoroso, muy guitarrero y sin apenas tregua.

Las letras en francés aportaban un punto exquisito que contrastaba con los riffs frenéticos en la más pura tradición punk, una conjunción que otorgaba al producto final una frialdad como de otro mundo, un nirvana elevado desde el que poder arrojar sentimientos estériles para que se los coman los perros, lastres innecesarios que impiden el crecimiento personal. Uno se mete en vena un disco de estos tipos y casi podría irse a cazar truchas en plan Putin. Para adoradores de Stalin y del telón de acero.

Soror Dolorosa

Los exquisitos dijeron que Soror Dolorosa no habían sonado nada bien aquella noche, pero a nosotros no nos pareció una descomunal debacle, si bien seguramente les notamos en otras ocasiones bastante más inspirados en salas al resguardo de la lluvia. Debido a esto último precisamente, a medida que avanzaba su show, cada vez más fieles desertaron incapaces de aguantar tanta humedad, aquello desde luego no era Bilbao, por lo que no demasiados permanecieron impertérritos hasta el final.

Al margen de las precipitaciones que no cesaban, se sumieron en su particular pozo de tristeza infinita con “A Dead Yesterday” y condescendieron con ritmos bailables en “Another Life”. El vocalista Andy Julia exhibió pose morrisoniana, aunque mostró cierta dificultad a la hora de alcanzar algunos tonos. Eso tampoco supuso un problema insalvable al contar con un cancionero con temazos de la envergadura de “The Figure of the Night” o “Autumn Wounds”, “muy apropiada para el tiempo”, según dijeron. Puede que su recital no fuera de los de caerse de espaldas, pero capearon el temporal. Literalmente.

Ortodoxia para discotecas

En la segunda jornada volvimos a acabar hasta los mismísimos del tercermundista transporte de la Comunidad de Madrid, pero nos beneficiamos del retraso con el que comenzó el sarao y por eso conseguimos llegar a tiempo para las leyendas del post punk 1919, cuya trayectoria se remonta a principios de los ochenta y que muchos recordarán por su inclusión en los famosos recopilatorios de Mick Mercer de gothic rock, piedra angular en la educación musical de cualquier aficionado al género que se precie. El que jamás haya oído hablar de estos álbumes, ya está tardando en informarse al respecto o irse a jugar a pala.

Con un cantante muy punkarra a lo Johnny Rotten y pintas de mimo desquiciado rollo The Adicts, ofrecieron un bolo muy enérgico, ideal para desperezarse a primera hora y reivindicar las esencias punk del movimiento. Acostumbrados a ver a gatos de escayola, sorprendió su voceras bailando pogo en solitario y hasta bajando del escenario para acercarse a los fieles y desparramar un rato. No se dejaron clásicos como “Cry Wolf” o “Caged” y uno tuvo la sensación de haber contemplado algo muy poco habitual por estos lares. Que regresen cuanto antes.

Then Comes Silence

Combinar la fidelidad a unos principios y no aburrir a las piedras debería entenderse como una gesta impresionante en los tiempos que corren. Eso lo logran los suecos Then Comes Silence con su ortodoxia para discotecas que desde que ficharon por Nuclear Blast cada vez va ganando más adeptos. Y si uno acude a sus ceremoniales entiende enseguida el motivo, pues aparte de una puesta en escena muy currada, cuentan con una ristra de llenapistas que deberían atronar hasta la extenuación en las sesiones del rollo, caso de “Strange Kicks”, que bebe de Sisters of Mercy o The Mission por los cuatro poros, o la punkarra “The Rest Will Follow”, muy adecuada para provocar desórdenes públicos.

El voceras trató de ganarse al respetable al confesar sentirse “un poquito madrileño”  por haber estado en la capital durante su juventud y por su actitud no tardaron en comerse con patatas al resto de grupos del festival. Relajaron con algún corte crepuscular tipo “Falling Into The Void”, pero los momentos sosegados más bien fueron pocos y casi era imposible no emocionarse con himnos de querencia ochentera de los que se te caen hasta los pantalones como “Strangers”. “Ustedes son héroes”, dijeron para agradecer el apoyo recibido que les obligó a regresar para hacer un bis. Otros que deberían volver a la mayor brevedad. De los grupos más prometedores de la escena.

Y aquí parece que se terminó lo bueno para los fans de las guitarras potentes, porque The Devil and The Universe llaman la atención por diversos detalles. Por ejemplo, que fueron bautizados según el azar tarótico de Crowley o que componen utilizando métodos sobrenaturales como la escritura automática o la nigromancia. Y por supuesto ahí están en primera plana sus máscaras bafométicas que en las fotos acojonan bastante más que en directo, en las distancias cortas no pasan de meros artículos de los chinos.

Por todo ese espectacular envoltorio, es innegable que ejercen cierta atracción en el personal, aunque su propuesta musical no sea nada de otra dimensión al mezclar electrónica con folk y algo de psicodelia. Aporrean tambores como si aquello fuera una batucada y a veces da la sensación de que son más estética que otra cosa, aspecto que cuidan al extremo al descubrir sus capuchas de monjes una a una o con esas proyecciones surrealistas en las que caben desde plátanos hasta machos cabríos. De vez en cuando se siente alguna guitarra muy difuminada por efectos industriales, pero había que ponerse en modo rave para aguantar a estos tipos peculiares. Preferimos a Crystal Castles en su época con Alice Glass para ir de puestazo.

Ataraxia

Y hubo que armarse de paciencia inaudita para soportar a la cuota femenina del cartel, los italianos Ataraxia, con su aire folk renacentista que inducía al sopor inmediato. De hecho, no fueron pocos los que desertaron y hablando posteriormente con la gente no nos encontramos con nadie que disfrutara con su show para gatos de escayola. El colaborador Yorgos Goumas, que andaba por ahí de paisano, fue incluso más lejos y dijo que su vocalista cantaba “como el culo” y que los recordaba más divertidos cuando los vio hace la tira de años. Para los antiguos filósofos griegos, el término “ataraxia” hacía referencia a un estado de ánimo en el que el sujeto al disminuir la intensidad de los deseos o temores lograba fortalecerse ante circunstancias adversas. Lo que viene siendo que te la pele todo. Quizás alguien alcanzara esa gloriosa meta.

Pues hasta aquí dio de sí esta interesante iniciativa de la que se puso el primer ladrillo en una meteorología de lo más adversa. Esperemos que para el próximo año los dioses nos reserven un clima más halagüeño. En el foro la gente es muy agonías cuando caen cuatro gotas, pero ¿acaso puede haber algo más gótico que un festival plagado de paraguas? Levantarse de la nada ya debería constituir un mérito en sí mismo.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • Juandie dice:

    Una propuesta de estas bandas algo diferente vistas por estos lares pero que a su manera estuvieron a la altura y ojala se consolide dicho festival en año venideros.

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