Crónicas
Homenaje a Eskorbuto
«Un legado más allá del cementerio»
23 diciembre 2017
Sala Santana 27, Bilbao
Texto: Alfredo Villaescusa. Fotos: Marina Rouan
Un grupo se convierte en algo grande de verdad cuando al margen de unas canciones abrasivas y una actitud incorruptible que tanto se echa de menos en la actualidad, su filosofía de vida deja tal estela que incluso se cuela en aspectos tan cotidianos como decidir el nombre de los hijos. Algo que tampoco extraña con himnos que se han entonado a pleno pulmón durante generaciones y que no han perdido un ápice de vigencia en plena época del postureo y de las redes sociales. La palabra punk todavía sigue rasgando vestiduras.
En dicho género, una referencia fundamental, no solo a nivel patrio, sino global, fueron los santurtziarras Eskorbuto, cuya huella en la historia de la música se considera ya permanente con frecuentes reediciones de su discografía y un filón editorial que parece inagotable con obras ya míticas del calibre de ‘Flores en la basura’ de Robert Moso, ‘Eskorbuto: Historia Triste’ de Diego Cerdán (reeditado en 2013), o exhaustivas biografías tan monumentales como la serie ‘Rock y Violencia’ de Roberto Ortega con un reciente tercer volumen de más de 900 páginas de material inédito. Ahí es nada. Pocas veces una semilla ha generado tanto fruto.
Con motivo del 25 aniversario de la muerte de Iosu y Jualma, se montó un sarao multitudinario que llegó a colgar el cartel de entradas agotadas y a congregar a una punkarrada que quizás no se veía desde tiempos inmemoriales. No era para menos con un plantel variopinto e intergeneracional que incluía desde figuras consagradas del punk contemporáneo como Radiocrimen o Rat-Zinger, los herederos espirituales del trío de Santurtzi Subversión X, las argentinas afincadas en Bilbao Penadas por la Ley o los reactivados Distorsión, con sorpresa incluida por parte de su dicharachero y a veces espeso líder Josu. Esa noche temblarían hasta las lápidas de los camposantos.
El comienzo no fue muy boyante con Bide Makarra, unos chavales que combinaban piezas cargadas de bilis como “¿Dónde está el porvenir?” con riffs a lo “Paranoid” de Black Sabbath o intros reminiscentes del “Dazed & Confused” de Led Zeppelin. La mezcla de estilos y tal puede entenderse y hasta alabarse en determinadas circunstancias, pero esa noche no era desde luego una de ellas. Aquello más que versiones libres se antojaba un puro libertinaje que alcanzó su punto álgido cuando intercalaron el “In-A-Gadda-Da-Vida” de Iron Butterfly entre el “Rogad a Dios por los muertos”. ¿Punk con psicodelia? ¿En serio? ¡Profanación!
The Momento No tampoco mejoraron demasiado el panorama, y eso que eligieron auténticos temazos como “Más allá del cementerio”, desprovista por completo de la garra de la original y de ese teclado de iglesia que aporta personalidad apabullante. Y “No quiero cambiar” es quizás de nuestros temas preferidos del trío de Santurtzi, pero si le añaden unas guitarras metaleras que no pegaban ni con cola, pues el resultado no puede calificarse de satisfactorio. Uno no va a un concierto punk a escuchar metal. Al punk, punk, y al vino, vino.
Los Demenciales Chicos Acelerados son una banda tributo a Eskorbuto de Cantabria y eso se les nota a la hora de ejecutar los cortes, respetando el espíritu original y sin innecesarias fusiones que les hagan revolverse en la tumba a Iosu y Jualma. “De ti depende” desató pogos porque aquello ya empezaba a sonar en condiciones según las directrices punk y “En la luna” se mantuvo en esta línea respetuosa con el legado. Los puños se levantaron para “Ha llegado el momento”, cargada de épica y con el personal entonando la letra a pleno pulmón. En ruta hacia la destrucción.
Los bilbaínos Rat-Zinger no desaprovecharon el subidón con un inmenso “Maldito país” con Gato de Radiocrimen a los coros y un impepinable “Escupe a la bandera”, que encajaba a la perfección con el rollo ácrata de los hijos bastardos del Papa de Roma. El vocalista Podri se metió mucho en el papel y así legaron unas interpretaciones contundentes y fieles con el catálogo eskorbutil que fueron de lo mejor de la velada. Clavaron la pica al final con un “Ratas rabiosas” ayudados a la voz por Titus de Radikal Hardcore que pasó como un relámpago. Visto y no visto.
Si el pabellón andaba ya a una altura considerable, los herederos espirituales de Eskorbuto, Subversión X, reivindicaron su lugar en el homenaje con esa dignidad macarril que les notamos la primera vez que les contemplamos en directo. Por edad no alcanzamos a ver encima de un escenario a Iosu y Jualma, pero a buen seguro no debería ser muy diferente de lo que se marcan Javi y Alex cuando se alternan al micro con una compenetración asombrosa o desprenden ese carisma propio de las citas únicas e irrepetibles.
En esta tesitura no desentonaba “El mal de la humanidad”, una composición propia que Javi solía tocar con Iosu antes de que le dijeran aquello de “Ahora os toca a vosotros”. Y muy atinados anduvieron al escoger “Las más macabras de las vidas”, un hermanamiento nihilista y autodestructivo que nadie podría interpretar mejor que ellos. Siempre grandes.
A todo esto, hay que mencionar que entre acto y acto había un presentador que lo mismo preguntaba a los grupos por la influencia de Eskorbuto en sus vidas que recitaba poesías entre un ensordecedor ruido con las cacatúas haciéndose fuertes. A estos momentos de bajón había que sumar el parón necesario para cambiar instrumentos que en ocasiones llegaba a superar al tiempo de los grupos en escena y restaba dinamismo a borbotones. Para tocar unos tres temas tampoco hacía falta tanta hostia, ¿no?
Fundados en 1985 y pertenecientes a la segunda oleada del llamado “Rock Radikal Vasco”, Radikal Hardcore llegaron a tocar con Eskorbuto, según afirmaron, y el repertorio que escogieron se centró en su faceta más cruda, caso de “Enterrado vivo”, o la vertiente ácrata antisistema de “A la mierda el País Vasco”, en cuyo final el vocalista Titus dijo: “Ni patrias ni banderas, seres humanos”. Un amor-odio al terruño que cristalizaron en “Ratas de Bizkaia” con bastante solvencia. Muy decentes.
Con el “Ya no quedan más cojones” a modo de intro, Radiocrimen legaron otro de los mejores recitales de la velada con un Txarly Usher con su indiscutible solvencia a las tablas y plenamente consciente de lo que tocaba esa noche. Tras la declaración de principios “Eskizofrenia”, el carismático voceras preguntó a la multitud: “¿Dónde están las criaturas aceleradas?”. Ya estaba prendida la mecha para que el griterío se elevara hasta la estratosfera en “Antes en las guerras” y los ánimos terminaran de desatarse con el himno “Mucha policía, poca diversión”, algo que su cantante puede atestiguar tras la denuncia por injurias a las autoridades que le llegó a casa por un concierto en frente de la cárcel de Basauri en el que ningún agente le comunicó sanción alguna al respecto. Maravillas de la Ley Mordaza. Las gentes ignorantes siguen teniendo miedo.
Otra de las joyas de la noche fue PiztuPunk, una especie de supergrupo conformado por históricos del calibre de Txerra Bolinaga (R.I.P.) o Xabi de Señor No. Ahí tocaron también la fibra sensible con “La mejor banda del mundo”, cuya incendiaria parte final de “sustituyeron la guitarra por un lanzagranadas” fue para encogerse el corazón. Brutal. Luego no desmerecieron con “Cuando los dinosaurios dominaban la tierra” o “Los demenciales chicos acelerados”, pero habían alcanzado tal envergadura que lo siguiente parecería poca cosa, aunque no fuera así. Con una bandaza de semejantes proporciones, lo tenían ya casi todo hecho.
Si el excesivo tiempo entre actuaciones ya nos enervaba lo suyo, nos cascaron además un descanso de 15 minutos adicionales, que a tales alturas de la noche se antojaba totalmente sin sentido, pero por lo menos Penadas por la Ley entraron fuertes con un “Os engañan” donde no hacían falta coros, y casi ni cantar, ya se encargaba la peña de ello. Con la guitarrista Naty tomando la voz principal, fue simplemente mencionar que “nada más nacer empiezan a corrompernos” para que aquello se viniera abajo con el himno “Anti Todo”. Y para rematar, “Historia triste”, otra de las imprescindibles en cualquier homenaje a Eskorbuto que se precie. Colmadas por la espectacular respuesta, hasta se atrevieron con su tema propio contra las agresiones sexistas “No es no”. Su profesionalidad a las tablas siempre es un sí rotundo.
Los bolos de los míticos barakaldeses Distorsión nunca se caracterizaron por su seriedad. Tampoco sus ruedas de prensa, con una sucesión de chascarrillos delirantes dignos de El Club de la Comedia. Pero en todo hay límites, y aquella noche su ocurrente vocalista Josu se pasó tres pueblos. Porque uno puede tolerar ciertas gracietas mientras se arrancan con piezas del calibre de “Es un crimen” o “Sociedad Insociable”, la cosa se torna ya de castaño oscuro cuando las anécdotas se transforman en soliloquios más largos que los de ‘Hamlet’ de Shakespeare, y probablemente igual de espesos.
Algunos tiraban katxis, no por rebeldía punk, sino porque el tipo estaba dando una brasa de espanto, los gritos de “Vete a la mierda” comenzaron a arreciar. Y para más inri, cuando Josu anunció que iba a hacer algo especial con motivo del homenaje, muchos temblaron, más todavía cuando se bajó los pantalones. En efecto, nos esperaba una bizarrada de las buenas, la increíble gesta del hombre que tocaba la guitarra con la polla. De vergüenza ajena. Y mira que es un tío majo y simpático, pero esa noche se le fue demasiado la pinza. Si llega a estar más tiempo, no sé lo que le hubieran lanzado.
Todo lo contrario del colofón de la velada con Pako Eskorbuto, que se acercó al micro únicamente para decir: “Vamos a empezar, va” y arrancarse de inmediato con “Cerebros destruidos”, sin chistes ni mierdas de por medio, como debe ser. Venía acompañado de una banda muy competente que bordó clásicos como “Adiós, Reina Mía” o “Cuidado”, con la letra recitada a pulmón por prácticamente toda la sala y hasta con un espontáneo que se subió al escenario. Hubo que romper la norma no escrita de no repetir temas, pero una piedra angular de la relevancia de “Anti Todo” lo justificaba más que con creces. Había llegado el momento. No se hubiera entendido otro final.
A pesar de los mencionados parones entre grupo y grupo, lecturas de poesía o discursitos que desde luego no hacían falta ni por asomo dada la elocuencia absoluta de los textos de Iosu y Jualma, lo cierto es que siempre debe agradecerse la voluntad de recuperar el legado más allá del cementerio de la banda más honrada del mundo. Ahora solo falta que el ayuntamiento de su localidad natal, gobernado por un partido enemigo de la música y de la cultura en general, decida sobre la tan reclamada concesión de una calle o monumento a Eskorbuto. Y si no, a cagarse en el Rey. De bastos.
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