Crónicas
Crónica de GBH + Rat-Zinger en Bilbao: radiantes calaveras
«Dos bolos memorables que certifican que el punk sigue más vivo que nunca »
2 marzo 2018
Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Quizás es que nos pasamos de antisociales, pero hay conciertos a los que asistimos en los que el público nos parece de lo más repulsivo que uno se pueda encontrar sobre la faz de la tierra. A menudo no tiene nada que ver con el grupo en cuestión, sino con una suerte de indescriptible aura que propicia la irremediable concentración de un cierto tipo de personajes. Con las repugnantes cacatúas en la cúspide de los impresentables, añadiríamos sin duda esos misteriosos seres que se tiran mirando el móvil horas, incluso aunque estén a escasos metros del escenario, con la falta absoluta de educación que ello conlleva. Y luego están los que van a un bolo al año y se piensan que aquello es la ópera y hay que estar todos tiesos como gatos de escayola.
Pero en ocasiones se alinean los astros y la peña nos resulta de una inefable clase, hermosos malditos a los que abrazaríamos como si fueran hermanos. Aquella histórica noche de punk en el Kafe Antzoki fue una de ellas, pues nos encontramos por allí al siempre afable Txarly Usher de Radiocrimen, todavía consternado por la irrupción de antidisturbios en su recital del pasado finde, entre cientos de aficionados a la música de verdad, de esos que cantan a pleno pulmón. Y encima estaba lleno de chicas guapísimas, algunas incluso de trato agradable como esa simpática pelirroja que nos quería invitar a “un tiro”, algo que en un bolo de este rollo viene a ser algo así como que te ofrezcan una flor. Un acto de generosidad que rechazamos con modales de caballero.
Con semejante ambientazo y una sala abarrotada que si no agotó entradas poco faltaría, estaba claro que lo que sucediera en esa velada iba a ser memorable. Por motivos que no acertamos a discernir, los en teoría cabezas de cartel GBH pidieron tocar primero, así que no tardamos en toparnos con el incombustible Colin Abrahall, una leyenda viva del punk hardcoreta que demostró en todos los sentidos que menos sigue siendo más. No hacen falta elaborados pases de baile ni brasas inmisericordes para meterse en el bolsillo al personal, basta con apoyarse en el micro con su chupa de cuero abrochada a tope mientras caen esputos sonoros del calibre de “Necrophilia”, “Dead On Arrival” o “Generals”. Casi ni había que presentar los temas. Y además tuvimos por ahí la colaboración en un corte de Podri de Rat-Zinger.
A estas alturas, unas figuras de su trayectoria pueden hacer lo que quieran en directo, hasta presentar piezas nuevas de su reciente ‘Momentum’, que no desmerece para nada su legado. Pero lo que de verdad enervaba a las masas eran los clásicos, que se sucedían uno tras otro a una velocidad tan endiablada que apenas daba tiempo a asimilarlos, caso de “Give Me Fire”, rebautizada como “Dame fuego” en honor a “los amigos mexicanos”. La dupla formada por “City Baby Attacked By Rats” y “City’s Baby Revenge” no dejó títere con cabeza y abonó el terreno para una tremenda ovación cuando se marcharon del escenario sin despedirse ni hostias. Decir adiós es de flojos.
No tardaron en regresar con una de cal y otra de arena, es decir, la novedad “Liquid Paradise (The Epic)” antes de un impepinable “Maniac” para terminar de despeinar a la congregación y avergonzar a los convidados de piedra capaces de permanecer impasibles con semejante himno. Vaya derroche de autenticidad, sin pausas ni mierdas. ¡Que no se jubilen nunca!
Y si el pabellón andaba ya por las nubes, Rat-Zinger enarbolaron por todo lo alto, su propia bandera, la “Santa Calavera”, con un sonido apabullante y la peña dejándose la garganta con uno de los mejores estribillos que han compuesto en su trayectoria. Un comienzo realmente espectacular antes de ofrecernos la solución en “Dios salve a Ronnie Biggs” y la muchedumbre a punto ya de invadir el escenario en “Apártate”, himno para descarriados y parias sociales.
El vocalista Podri estuvo inmenso dirigiendo a las masas y contando “hijos de perra”, que esa noche al parecer habían venido la mayoría y montaban un jaleo monumental. Al igual que GBH, tampoco perdieron el tiempo con cháchara, salvo las escasas cortesías de rigor, y enfilaron bala tras bala hasta agotar el cargador, con disparos certeros que iban a reventar como “L.e.y” o un “Amén”, con sotanas y fustigándose. Siguieron glorificando al de abajo con “Larga vida al infierno”, con impía lluvia de cerveza cayendo sobre nuestras cabezas, y en “Patria” se acordaron de Iñigo Cabacas y del atropello policial del finde pasado en el concierto de Radiocrimen con presencia de antidisturbios para “controlar el aforo”.
El repertorio intachable de principio a fin, ahí no sobraba nada, desde “Narkosanto” a “Soy un Kalashnikov” o “Rock N’ Roll para hijos de perra”, con espontáneos del respetable colaborando a los coros. Pero no podía faltar la pregunta que hacen siempre en sus shows: “Buscaros en los bolsillos, ¿tenéis o no tenéis?”, bramaba el voceras antes de ese ser o no ser, la disyuntiva existencial de “¿Tenéis Speed?”, su adaptación a toda mecha del “Ace Of Spades” de Motörhead.
Dedicaron también el bolo a “su hermano Pulpo” de Porco Bravo, cuyo homenaje fue hace escasas semanas, y descerrajaron la munición remanente con “9 mm”, no sin que Podri antes deseara a los congregados hacer “lo que os salga de los ovarios”. Derrocharon actitud y ganas para regalar, de las mejores veces que les hemos visto. Y ya han sido unas cuantas.
Dos bolos memorables que certifican que el punk sigue más vivo que nunca en la actualidad y que en cuanto a nivel pueden darse la mano en pie de igualdad los representantes patrios y extranjeros. Las radiantes calaveras brillan con una intensidad inagotable.
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