Crónicas
Veranillo Festival 2018: Victoria ajustada
«Un cartel interesante, una organización correcta, una fecha bien escogida y un clima que acompañó dentro de los límites, resuelven un festival modesto pero coqueto»
Recinto Hípico de Cáceres
Texto: Javier Pérez. Fotos: Sandro Santos
Un cartel interesante, una organización correcta, una fecha bien escogida y un clima que acompañó dentro de los límites, resuelven un festival modesto pero coqueto.
Con puntualidad abrieron las puertas encontrándonos con un Recinto Hípico cuyo habitáculo para los conciertos consistía en una explanada de tierra, una barra en una lateral, y un escenario que cumplió en estructura y sonido; sin más.
Casi todo salió bien, pero hubo detalles que se deben subsanar; por si acaso. Por ejemplo, y ya que tienes dos laterales de gradas y un fondo, y sólo una de las tres zonas habilitadas para acoger público, no pongas la carpa de la barra justo delante de la que está abierta; no se ve nada.
No llovió, pero en caso de que hubiese sido así, el barrizal podría haber hecho estragos, por no hablar de que el escenario no estaba cubierto. Tampoco hizo un calor sofocante, pero de haber sido así, no había una mínima zona de sombra.
Y lo de que casi todo funcionó que comentaba arriba, va por lo siguiente: no se puede estar más de una hora para comer un mísero bocadillo. Ahora vamos a la música.
“Somos los Gritando en Silencio y vamos a dar por el culo todo lo que podamos”. Con estas palabras de Marcos toman las tablas los sevillanos para arrancar con una potente “Estaré en el bar”, ralentizada en ritmo con respecto a la original grabada en el ya lejano ‘La edad de mierda’, y que enlazan con un clásico como es “¿Dónde te has quedado?”. No hay un llenazo frente a ellos, algo que se subsanará mediado el bolo, pero la banda se encuentra cómoda. Se gustan y lo transmiten.
Se comen su actuación con un set preparado con gusto en el que no fallan “A las armas”, “Mírame desnudo”, una violenta y siempre espectacular “Vértigo” y el contundente cierre de “Rock and Roll de Barrabás”.
Mientras ponen en la calle su esperado ‘Material inflamable’ se permiten el lujo de descargar dos nuevas: “Como si no hubiera nada más” y “Rumbo de colisión”. Dan oxígeno y se agradecen, pero no hubiera pasado nada si no las meten seguidas.
Se largan habiendo triunfado y la próxima vez que nos veamos lo haremos con el nuevo material ya a la venta. Que sea pronto.
Porretas plantan sobre las tablas sus telones y se ponen de largo con “Hortaleza”. Aún acompaña el sol y el gentío está con todas sus fuerzas. Los madrileños aprovechan la coyuntura y dan lo que se espera de ellos: rocanrol bien ejecutado, idóneo para un fregao de este estilo.
El temario que disparan no perdona: destacan la fiestera “Jodido futuro”, la vetusta “Última generación”, “… Y aún arde Madrid”, que jamás dejarán de dedicar al Robe, “Marihuana”, que se la cantan a medias con nosotros, y el fin de fiesta de “Porretas”.
Yo aprecio más y mejor joyas como “El deudor del condado de Hortaleza” o “El gran engaño”. En Cáceres cerraron una gira que se va ya a los dos años (aunque como nos contó Bode, ellos nunca han parado) para descansar, darle una vuelta al setlist, y saltar el charco hacia febrero o marzo.
Que no se duerman en los laureles, que necesitamos nuestra dosis de Porretas cada seis o siete meses.
Caía ya la noche cuando Capitán Cobarde hace acto de presencia con Los Niños Perdíos, para desgranar un directo que se construye alrededor de las regrabaciones que se ha marcado el sevillano de temazos pretéritos con este formato.
Así cae a la primera, “La persiana”, que nos llena el pecho de aire fresco. “A ver si me da por pensar” y “El marinero” (sin La M.O.D.A.) encarrilan una actuación que nos estaba sentando bien.
“La primavera” y “El pisito” las recibimos con sumo gusto, antes de que mediado el espectáculo los acompañe Marcos, de los Gritando, para hacerse con ellos “Descuida”.
Los últimos compases son música con mayúsculas bajo una ejecución magistral; “Mi estrella” y “Capitán cobarde” despiden al, como describió Kutxi en su momento, “embajador del rock andaluz”.
Con La M.O.D.A y su efectivo montaje propio de telones y juegos de luces, se empezó a desviar el horario. Cuarto de hora de retraso que no hizo caer la expectación.
Y es que “Mil demonios” la abrazamos como si fuera nuestra y “La inmensidad” mantuvo la euforia. Los burgaleses son una pedazo de banda que destila calidad en todo lo que hacen, pero, sobre todo, les desborda la honestidad y la humildad.
Triunfantes y épicas sonaron “Amanecederos”, “1932” o “Catedrales”. Pero la palma se la llevaron entre “PRMVR”, “Vasos vacíos”, con la ayuda del Capitán Cobarde, y “Nómadas” en los últimos tragos de la degustación.
La masa que se agolpó frente a ellos bailó, cantó y se empapó de la magia que desprende La Maravillosa Orquesta del Alcohol. Y yo con ellos.
Reincidentes saltaron enlazando una tras otra, con ráfagas de rabia que debieron encendernos; sin embargo a la brutal “Terrorismo”, primer trallazo, le faltó volumen y empaque. "Susana I de Andalucía” tomó más cuerpo, pero la sensación de que lo que nos estaba cayendo encima era inofensivo no se desvaneció hasta “Sed” y sobre todo “Corre”, donde Barea rompe la voz para ahora, ya sí, enfilar triunfantes su hora y pico de actuación.
Mítica “Dos colegas” con Finito haciéndose las partes que cantaba el Robe en la original, emocionante “Mi balcón”, salvaje “Huracán” al grito de “¡Extremadura!”, ruidosa “La Republicana” y celebradísima “Rip rap”.
Personalmente no entendí que descargaran cuatro del último disco seguidas. Nos puso sobre aviso Fernando y me pareció una situación algo forzada.
“Ay Dolores” recondujo la celebración por si alguno se despistó, Capitán Cobarde (“que pa´los colegas siempre será Alberto”) se hace con ellos “Vicio” dando un color que se agradeció, y “Jartos de aguantar” finalizó sin miramientos.
Cuando llegó el turno de Boikot el retraso acumulado rondaba la media hora, algo que a esas alturas hizo mella, y aunque el grueso de público se mantuvo, la sensación de menor afluencia en todo el recinto fue evidente.
Una vez más, y ya es la quinta que lo constato viéndolos como cabezas de cartel en menos de un año, están en un momento envidiable. Llevan un montaje con confeti, fuego, pantallas y atrezzo que impacta y acompaña la sesión.
Desde que el contar con batucadas, metales y vientos dejó de ser una anécdota para ser una sana costumbre, les cuesta que el sonido les quede fino de primeras. Ni por esas deslucen “De espaldas al mundo”, “Karraskal” o “Lágrimas de rabia”.
Hoy me guardo en la memoria “Bajo el suelo” en el formato clásico de cuarteto, y con Alberto permitiéndose el lujo de soltar la guitarra aún sin tener sustituto, “Inés”, y el sentimiento de “Jarama” cargando directamente contra el día de la Hispanidad.
Evidentemente el show que han armado funciona y convence, pero yo ya espero un disco nuevo que complemente los aperitivos que nos han regalado en los últimos tiempos.
Una hora separaba el foso de fotógrafos de la cama del hotel. Suficiente para hacer criba, separar las ideas, ordenar las sensaciones. Una hora para echar cuentas y que salgan bien. Y en este Veranillo, al final, todo ha cuadrado.
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1 comentario
Muy buen cartel impregnado del mejor Punk/Rock el cual todas las bandas dieron muy buenos recitales como he podido leer.