Crónicas
The Baboon Show: ¡Poder para el pueblo!
«El futuro les pertenece»
10 marzo 2018
Sala Kafe Antzokia, Bilbao
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
La habilidad para conectar con las masas es algo que no tiene nada que ver con la destreza instrumental, las pintas molonas que uno lleve ni tan siquiera con facturar unas composiciones redondas. Lo hemos dicho infinidad de veces y nunca nos cansaremos de repetirlo, todo reside en las distancias cortas, el campo de batalla decisivo en el que solo cuenta lo que una banda sea capaz de transmitir, sin zarandajas ni discursos vacíos. La prueba del algodón definitiva para distinguir lo fraudulento de lo auténtico sin paliativos.
Que los suecos The Baboon Show pertenecen al segundo grupo nos dimos cuenta de inmediato en su pasada gira en la que reventaron la sala Edaska de Barakaldo después de haber estado tocando ese mismo mediodía en el Satélite T bilbaíno. Ya entonces plantaron una semilla por estos lares que ha crecido hasta alcanzar una altura estratosférica y posibilitar que en esta ocasión incluso se fletara un autobús de fans eminentemente barakaldeses para acudir a la fecha previa de Zarauz. Ni falta decir que las entradas para el Kafe Antzoki volaron desde varios meses atrás, al igual que sucedió en la capital del Estado, en la que incluso tuvieron que añadir otro recital más.
Con semejantes mimbres, estaba claro que lo de aquella noche iba a ser un fiestón por todo lo alto sí o sí. Pocas veces hemos visto a un grupo que despierte tal grado de afición entre el personal hasta el punto de desatar avalanchas que llegaban hasta al borde del escenario y convertían la labor de los fotógrafos en algo similar a la de los reporteros de guerra, todo un encaje de bolillos había que hacer para esquivar chamarras, vasos y que no se te cayera alguien encima mientras andabas en plena faena.
Quizás no tanto entusiasmo se notaba cuando irrumpieron cual miuras los veteranos Nuevo Catecismo Católico, insignes representantes de la santa trinidad patria de rock n’ roll punkarra de Buenavista junto a Discípulos de Dionisos y Señor No. Han sacado recientemente una antología de grandes éxitos para celebrar su cuarto de siglo y tal vez así enmendar ese injusto olvido de una bandaza que en directo podría dar sopas con honda a miles de combos guiris. Y en nuestra opinión eso sucedió también aquella noche con un recital impepinable cargado de temazos para recitar a pleno pulmón del calibre de “Prefiero estar en el suelo” o “Tú y yo podemos comprenderlo”, con riffs al tuétano y pogos brotando por ahí, muy bonito.
Frente a pajeros y masturbadores compulsivos que les da por ponerse de chácara en pleno concierto, era casi de saltar lágrimas contemplar al vocalista Gonzalo tirarse al público y seguir cantando mientras la peña se lo llevaba en volandas. Y eso sin aflojar las agallas en ningún momento, enlazando piezas a doscientos por hora como los Ramones y desatando las gargantas en “No quiero obedecer” y “Odio la velocidad”, cuyo estrofa de “con lo fácil que sería verte callado” nos perseguía cuando un brasas nos hacía la eterna pregunta del millón al vernos escribir en la libreta.
Habrá grupos que hagan más o menos el hostia en el escenario, pero al final lo que cuenta es la pura actitud, salir a reventar cabezas y oídos y que luego la gente diga lo que quiera, sea lo que sea, nos la suda. Ese fue el planteamiento ganador de NCC y que así se conserven por muchos años. Inmensos. Lo mejor de la noche.
Demoler las antaño férreas tribus urbanas puede ser una tarea titánica todavía en el siglo XXI, aunque The Baboon Show poseen la receta perfecta para sacudir prejuicios tontos. Y esa es allanar el terreno con la música previa y conseguir que un respetable con mayoría punk bote al son del “Take On All The World” de Judas Priest y luego el boogie de “There’s Gonna Be Some Rockin’” de AC/DC ponga a la peña caliente como el pico de una plancha.
Así que para cuando aparecen en escena con “No Afterglow” parece hasta lógico que se desaten torbellinos de humanidad que lleguen casi a las tablas. Un vendaval que alcanza picos estratosféricos con el himno “Radio Rebelde” que da título a su último disco y que probablemente no se despegará del repertorio a partir de ahora, al igual que se caldean los ánimos con “Me, Myself and I”, coreada a pulmón mientras algunos volaban entre la multitud, tremendo.
“Tonight” afloja ligeramente las revoluciones antes de un parón para presentar a la banda en la que sobresale su batería freak con gorra comunista y su inquieta vocalista nos permite incluso llamarla “Jesus”, algo que en un país bananero como este puede acarrear paseos por los tribunales, no sabemos si la susodicha divinidad o sus fervientes fans han presentado demanda alguna al respecto.
Se pusieron combativos con “Same Old Story”, que presentaron como una versión de un viejo tema sueco sobre las desigualdades sociales, y los cuatro se colocaron en fila para entonar su interludio épico como si fuera “La Internacional”. A las barricadas, camaradas. Y en esta línea sacaron una bandera de apoyo a los jóvenes de Alsasua acusados de terrorismo por agredir a dos guardias civiles y sus parejas, según la versión oficial. “Que se joda el sistema de justicia en el País Vasco”, dijo la enérgica vocalista antes de arrancarse con “You Got A Problem Without Knowing It”. Efectivamente, hay muchas resoluciones judiciales que son para hacérselo mirar.
El ritmo psychobilly de “Hit The Floor” puso a las numerosas féminas a bailotear mientras acabábamos bendecidos por la cerveza. La descomunal entrega de los fieles debió sorprender a los suecos que agradecieron tanto entusiasmo, con especial mención a su núcleo duro de Barakaldo, por ahí andaba el gran Marpe de Manifa, que decía que era “su grupo favorito”. “Again” se tornó una locura con la cantante revoloteando entre las masas mientras los parroquianos le sujetaban el cable del micro en plan hermandad.
La vuelta para los bises era obligada, en caso contrario, quizás las hordas rojas hubieran expropiado el camerino. “Hurray” consiguió la curiosa estampa de ver a punks moviendo la cabeza con esos riffs de inequívoca escuela AC/DC y en ese momento reparamos en la cantidad de chicas que había con el pelo teñido de azul, verde y otros colores curiosos, molaba ese estilismo, sí.
“Punk Rock Harbour” desató de nuevo los pogos, si es que alguna vez se fueron, antes del jolgorio total en su coral “Heidi Heidi Ho Ho”, con el respetable agachándose y levantándose y la vocalista cogiendo de la cabeza a una fan para cantar con ella. Enormes. Un broche que se acrecentó cuando se despidieron mientras sonaba por altavoces el “People Have The Power” de la poetisa del punk Patti Smith.
Tal vez lo disfrutáramos más en la anterior gira cuando todavía no habían alcanzado el nivel de popularidad actual, pues el ambiente resultó un tanto agobiante y saturado de humanidad. Pero hay que hacer caso a sus proclamas incendiarias y reclamar el poder para el pueblo, que quiere sin duda que toquen en recintos mayores. Aquello fue algo histórico y un verdadero punto de inflexión. El futuro les pertenece.
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