LA ESCRITORA ROSA SALLERAS NOS DA SU CRÓNICA DEL LEYENDAS
24 agosto, 2011 3:53 pm Deja tus comentariosTransfiguración y gloria: Leyendas del Rock 2011
Siempre me ha gustado lo nuevo, probar cosas diferentes, es como perder la virginidad una y otra vez. Y perder la virginidad es una experiencia inolvidable. Dicen. No me acuerdo. Al contrario de lo que suele ocurrir después de esa primera experiencia sexual, cuando durante un tiempo cada polvo mejora el anterior, asistir otra vez al Leyendas ya no me parecía, mientras preparaba el equipaje, ni tan excitante ni tan emocionante como la primera vez, y estaba convencida de que esta 6ª edición, mi segunda, desde el punto de vista sensorial al menos, no podría mejorar la anterior. Me equivocaba de medio a medio.
Este año también he llegado al Leyendas con los bártulos indispensables en la mochila: ganas de marcha, el cuadernillo de notas, la grabadora, las plumas, la colchoneta antipedregal, y los siempre sabios consejos de mi madre, esperando este año poder llevarlos a la práctica y regresar al hogar familiar con la satisfacción del deber cumplido.
Beniel no es un centro turístico, es una población pequeña, unos diez mil habitantes, donde no abundan los hoteles, y así, muchos de los asistentes al Leyendas se alojarán en Orihuela, Murcia o alrededores, o bien nos buscaremos la vida en la zona de acampada habilitada para la ocasión. Habida cuenta del poco tiempo que le han dejado a la organización para montar todo el tinglado en Beniel, es de agradecer que se encontrara una zona de acampada cercana al recinto, pero lo cierto es que, pese a toda la buena voluntad y a los medios puestos por la organización y el Ayuntamiento, el descampado habilitado es un auténtico infierno. El recinto del Leyendas, por su parte, se ha transfigurado este año en patio de colegio por obra y gracia de los políticos: unos, enviados del cielo, azul, como debe ser todo cielo que se precie, para hacer el mal, y otros, procedentes del rojo infierno, y cuya benevolencia salvará el Festival.
A media tarde, en el patio del colegio Río Segura, bajo el sol de justicia del agosto murciano, se trabaja para tenerlo todo a punto dentro de una hora. Ángel Rubio, hermano de Marcos, me permite colgar mis cartelitos “tesis metalera”, y además me ayuda. ¡Gracias Ángel! Se oye música, pruebas de sonido. Estamos a punto.
“Al ser los primeros en tocar, nos tenemos que comer montaje, pruebas y etc.”, me habían comentado antes por correo electrónico los chicos de Sealen, que ya en las pruebas suenan de maravilla. No es la primera vez que tocan en un Leyendas, ya lo hicieron hace años en Mazarrón. La cosa se presenta pero que muy bien, y no defraudarán. El primer concierto del festival será una potente descarga de una enorme calidad por un grupo que francamente promete. ¿Promete? Llevan diez años de hacer directos, y han teloneado a Sepultura, Helloween, Motörhead, Saratoga y Tierra Santa entre otros. Aquí presentan su primer disco, en sus propias palabras, en el más puro estilo ochentero, cuyo título, “Deathly Silence”, esperamos que nunca se haga realidad. Un enérgico riff abre el primer tema, muy apropiado para la ocasión, “Fire and Ice”, porque van a tener que aguantar 50 minutos bajo el fuego del sol que cae directo sobre el recinto y el escenario a las 6 y pico de la tarde y, desde luego, van a necesitar el hielo cuando se retiren a los camerinos. El público, muy numeroso, responde de maravilla, entregado y agradecido por el esfuerzo de la banda, baila, salta, aplaude y corea con ellos los estribillos de los temas, y se desborda, cuernos en alto, cuando Sealen se arrancan con una brillante versión de un tema de Whitesnake. El patio del colegio no está lleno todavía, pero le falta poco, y el recinto estará casi lleno antes del final de su actuación. Un excelente principio.
Me acerco al camerino.
— ¡Hola! Soy Rosa la de la tesis —. Me reciben con sonrisas y excusándose por estar a medio vestir. Ningún problema, siempre me ha gustado estar rodeada de tíos en pelotas, aunque sólo sea a medias. Al cabo de un rato empiezan a sonar allá fuera Guadaña, otro sensacional grupo que, en sus propias palabras, se reencarna hoy y se presenta en el Leyendas. Parece que la vida, efectivamente, se repite. Si el año pasado se me aparecieron ángeles y arcángeles inferno-metaleros que me hicieron vivir una experiencia cuasi-mística, este año se sucederán transfiguraciones, transmutaciones, reencarnaciones y renacimientos. Y las mejores transmutaciones son las de los semidioses del escenario en gente llana, sencilla y simpática fuera de él.
Sealen y yo salimos del camerino a toda prisa porque, no sólo Dünedain están esperando desde hace ya un rato para entrar, sino que tampoco queremos perdernos el espectáculo de Guadaña, banda que reaparece transfigurada ante su público, tal un divino Salvador en nueva y Gloryosa forma. Glory, Salva, Pablo y compañía se entregan en el escenario, pese al insoportable calor, tanto, que Glory le regala al público, que casi llena ya el recinto, un conato de striptease en el que se quita la faldita que lleva y se queda en mallas y body. Un gesto improvisado que termina de conquistar a un público que difícilmente puede entregarse más. Tras la impresionante y sensacional descarga, me planto en su camerino para la entrevista, ésta no concertada de antemano, pero es igual. Son tan amables y simpáticos que acceden a ella de muy buen grado. También es cierto que llevo una excelente recomendación, la del Mariskal Romero. Nada como un buen enchufe…
En pie, en la galería delante de la puerta del camerino, acalorados y sudados, no tienen bastantes palabras para agradecerle al público su entrega, y a la organización la oportunidad de tocar en el Leyendas. Pero ¿cómo no iba a estar entregado el público cuando ellos mismos lo han estaban dando todo y más?
Ahora ya con el sol cayendo por detrás de la barra del bar y directo a los ojos de los músicos, Dünedain arrancan su actuación y empiezan a descargar uno tras otro sus temas. El recinto está ahora a tope, y la peña disfrutando, estamos todos coreando sus temas, brazos en alto, cuernos al cielo y moviéndonos. Tony, vestido para sudar, y el resto de la banda jalean al personal. Tony me comentará más tarde que, efectivamente, el traje de escena que lleva tal vez no sea el más adecuado a la temperatura, pero explica que la peña quiere verle con la ropa que lleva en el vídeo. El público es lo primero, estas son sus palabras, e, igual que harán todas las bandas con las que tendré ocasión de charlar, insiste en ello durante la entrevista que también Dünedain y Zenobia han tenido la amabilidad de concederme.
El horario se cumple a rajatabla y Zenobia suben al escenario. Se me acaban los adjetivos de alabanza para todos los grupos de esta noche, y me da que empiezo a repetirme: fabuloso, potente descarga, sensacional actuación, total entrega de los músicos en el escenario, trallazo imponente… Y junto a Dünedain, que han regresado al escenario, terminan con el tema “Unidos por el metal” según lo planeado. ¿Qué mejor final de gira que una buena descarga en el Leyendas? Y la peña, como loca.
El primer día del festival termina con las actuaciones de Stingers y La Leñera, de las que, lamentablemente, me pierdo una gran parte porque la charla con miembros de Dünedain y Zenobia se alarga, un auténtico placer. Además, el día ha sido muy largo y necesito ponerme en horizontal.
“Presiento que tras la noche vendrá la noche más larga,… al alba”
La horizontal en el interior de mi pequeña y roja sauna portátil es incómoda, y mis intentos de dormir algo constituyen un previsible fracaso. La fiesta continúa después del concierto.
— ¡Si nos organizamos bien, follamos todos!
¡Ojalá! Pero no, esta noche no, todos no follamos. No se hace un relativo silencio en la acampada hasta las seis de la mañana, cuando, afortunadamente, la temperatura baja, el aire corre desde hace un rato ya y casi, casi se puede dormir hasta que, ¿es en Do6 (Riemann) sostenido?, se dispara la alarma de uno de los vehículos en el aparcamiento de los coches, en ostinatto, o lo que viene a ser un riff de bocina, yo diría que en compás binario. Entra el recitativo: “¡Joder!”, “¡Cagoenla!”, “¡joputaaa!” Pausa. Suspiro de alivio de la tienda vecina. ¿Silencio por fin? ¡Ua! ¡Ua! ¡Ua! ¡Ua! ¡Ua! ¡Ua! ¡Ua! ¡Ua! Era pausa con calderón. Nuevo y más intenso recitativo. ¿Silencio?… no, pausa con calderón y da capo ¡¡UAA!! ¡¡UAA!! ¡¡UAA!! ¡¡UAA!! ¡¡UAA!! ¡¡UAA!! Ahora es un rugido en crescendo lo que se eleva desde el colorido campamento.
Al compás del concierto para bocina y coro de tacos, ha amanecido ya hace rato y por la zona del bajo vientre llegan apretones. Después de un ejercicio de contorsiones en el que consigo ponerme unos bermuditas tropicales y una camiseta, asomo la cabeza por la puerta de la tienda, al mismo tiempo que lo hace también mi vecino de al lado:
— ¡Un martillo! ¡Darme un martillo! ¡Voy a hacer callar a ese cabrón!
La mañana transcurre con calma: cola en los váteres (¡ayy! ¡ay!, los están limpiando) y en las duchas. Cuando llego al bar más cercano, el sitio está casi lleno. La lituana (o letona, o rusa, o ucraniana) rubia que sirve está sola y no da abasto. ¡Igual los benielenses se pensaban que los jevirocmetaleros no desayunan! Por fin llegan refuerzos y la rubia lituana empieza a relajarse y a sonreír.
Cuando los semidioses bajan a la tierra
Ahí, en el escenario Jesús de la Rosa, Avulsed, la segunda banda del día, hacen pruebas de sonido, y en cuanto acaban, Azrael, la primera, las hace en el Azucena. Aprovecho un descuido para lanzarme al ataque contra los de Granada: “estoy haciendo una tesis… entrevista, blablablá, etc.”, y consigo quedar con ellos para después de la actuación. ¡Y eso que esta vez no he utilizado a MariskalRock como cebo!
Ni un minuto de retraso, las once y veinte, los granaínos saltan al escenario (cliché: cuesta imaginarse a nadie saltando al escenario del Leyendas, donde para llegar hay que subir una empinada rampa) y atacan la intro de su último disco Metal Arena y el primer tema, “Decirte adiós”. ¿Por qué empiezan con una despedida? Después, sin novedad en el frente, una gran descarga, la banda, de riguroso negro, entregada al máximo, sudando todo lo que se puede sudar y más, y Manolo, torso desnudo, tras sus bombos y platillos. Si el público llenaba más o menos la mitad del recinto al sonar la intro, cuando termina la banda, ya lo ocupa casi entero, y no quieren dejarles marchar, pero Avulsed ya esperan en el otro escenario.
En el caso de Avulsed, la organización se lo ha puesto aún más difícil a músicos y público, porque este tipo de música tenebrosa y fría (no soy fan del metal extremo, nadie es perfecto) no cuadra demasiado bien, al menos en mi opinión, con el soleado, caluroso y festivo ambiente que reina en el colegio Río Segura, y sin embargo, ¡sucede! Avulsed, igual que el resto de las bandas, se entregan y su público se les entrega y les responde de maravilla. Lo que confirma que, cuando la música es buena, y la banda también, no importa la hora ni el lugar, ni si hace frío o calor, si luce el sol o llueve y truena… um, será mejor que pasemos a otra cosa. Cabra, que es quien maneja las seis cuerdas, me dice que pese a la climatología, el ambiente ha estado genial y que, por el calor y la hora, no se esperaban tanto ambiente y esa magnífica respuesta del público. Insisto, el público sólo responde cuando la banda se lo merece.
Cabra también me consigue una hoja con el setlist de Avulsed, empapadita por el agua, ¿o será por el sudor de los músicos?, que ha corrido por el escenario, y ahí me tenéis, un cuarto de hora casi con la hojita de marras cogida con la punta de dos dedos, agitándola como si de un capote de torero se tratara hasta lograr que se seque para poderla guardar en una carpetilla que llevo a cuestas sin que se corra la tinta y me borre las letras. Todo ello sacudiéndome por el backstage al ritmo de la marchosa y potente música de Fuck Off, otra leyenda reencarnada, que descargan trallazo tras trallazo, antes de precipitarme al camerino de Azrael donde me esperan seis hombres, seis, atractivos y sudorosos y a medio vestir para una entrevista, ¡yeah!, de la que salgo encantada.
El estómago me empieza a reclamar que le eche algo, pero por algún motivo que ahora no recuerdo, me resulta imposible, de modo que, a falta de sólidos, los granizados de limón y las botellas de agua me calman las ansias, y me crean otras, obligándome a visitar esas cabinillas de plástico verde cada poco rato. Tengo que correr a la siguiente entrevista, Centinela, concertada por email hace ya días. Muy amables, Jose, Javi y Michel se prestan a responder a mis preguntas y charlamos un ratito muy agradable. Me repito, lo sé, pero esos semidioses sobre el escenario se transmutan, todos sin excepción, en personas encantadoras (¿es ese el adjetivo más adecuado para definir a un jevi?) cuando se bajan de él.
Me precipito ahora al otro lado de la barrera para poder ver a Chino Banzai, banda a la que he atacado por la mañana con la misma estrategia que he aplicado con Azrael, a saber, mi mejor sonrisa, y aquello de “tesis, entrevista, sociolingüística, …”, y tal vez dejara caer “Mariskal” por ahí para asegurarme el golpe, y mientras lo hacía, no he podido evitar mirar de reojo, y no sin un cierto interés, a un personaje que corre por el camerino y que mira de lejos mientras yo negocio con Chino.
Chino Banzai es uno de los pocos grupos que suben al escenario y no van todos vestidos de riguroso negro. A esta hora, la más inclemente de todas, la del mediodía real, no el oficial, Chino Banzai se lo están currando a base de bien, y la peña responde. Una ojeada por el recinto en busca de una sombra bajo la que protegerme resulta decepcionante, para mí, no para los músicos: toda la sombra, incluso la que dan las papeleras en el suelo, está ocupada, abarrotada de gente, así que me cobijo como puedo bajo mi sombrero de un euro imitación paja y ocupo una posición entre el público al sol que me permita tener en el punto de mira lo que ocurre en el escenario.
Me entretengo después viendo a Saurom y su espléndida descarga, antes de correr al camerino donde me esperan Chino y compañía, ellos, vestidos. Todas las sillas están ocupadas con gente afín a la banda y me hago con una del colegio, de tamaño reducido y que me deja frente a mis entrevistados y en posición de inferioridad. Transmutada desde ayer en arrojada reportera, planteo mi habitual serie de brillantes y profundas preguntas:
“¿Qué tal el calorcito?, ¿os quedáis un ratillo por aquí?”. Tal es la intensidad del momento, que el sudor nos corre a todos por la frente y las mejillas. Y en ese momento, ese personaje interesante se acerca, veo que mira y, solícito y amable, y nos esponja el sudor del rostro con una servilleta de papel, sí, sí, a mi también. Algo irreal. Me mira, y le miro agradecida con la mejor y más seductora sonrisa que puedo esbozar (¿lo ves mamá? Mira, intentarlo, lo intento) ¿Quién demonios es? Me suena, pero… Terminamos, apago y guardo la grabadora, recojo las gafas cojas que se me han caído al suelo y los bolis que han rodado por ahí, acepto el agua que me ofrecen (no me gusta la cerveza) y me apeo de mi sillita. Lo ignoro todavía, pero estoy a punto de vivir el apogeo de mi carrera de reportera, mi minuto de gloria en este festi, ese instante inolvidable, ese éxtasis, momento de gozo supremo, que me depara cada Leyendas y que marcará un hito, otro más, mira por dónde, en mi vida.
Atraída por ese qué sé yo que emana de los personajes que encierran algún misterio, me acerco a la sonriente figura que me ha secado antes el sudor de la frente. Me mira, me sonríe, sí, me mira, me acerco más todavía, algo perturbada, hago acopio de toda la diplomacia y valor que soy capaz de encontrar, y con esa gran delicadeza y elegancia de la que siempre hago gala y por la que soy notoriamente conocida:
“¡Y tú, ¿quién eres?!”…………. “Javier Mira”.
¡Glub! “Trágame, leve hoyo donde avanzo y me entierro. Desaparecer… Después, el silencio, mudo de algodón, blanco de vendas, cárdeno de cirugía... El silencio. Falta el espacio. Se ha hundido la risa. Parece que mi lengua, que mi aliento, los ha cerrado el golpe de una puerta. Hundida estoy, mirad, estoy hundida.” Qué largo puede llegar a ser un instante cuando quieres que pase y quede olvidado. Una eternidad de décimas de segundo.
Me da un par de besos de saludo. “Un astral sentimiento febril me sobrecoge, incendia mi osamenta con un escalofrío”. Los dioses de incógnito, ya se sabe… Intento esbozar una sonrisa indiferente, ocultar ese rubor que traiciona la zozobra de la vergüenza, y de otra cosa, mostrarme impasible, disimular el error y parecer inteligente, sacar la pata, hay que sacar la pata, y busco la puerta de salida, una escapatoria elegante a una situación que me incomoda: “¡Ah! ¡Por eso me sonaba tu cara!”
Me esfumo.
Saurom. El aforo lleno vibra con la música de los gaditanos. ¿Qué hace el de la guitarra envuelto en una bandera española? No, no es una bandera española, es un traje de bufón de la corte en rojo y gualda. También a Saurom les cuesta marcharse porque el público quiere más, pero la banda que les sigue, Los Guardianes del puente, LGP, que tampoco van de riguroso negro, ya espera en el otro escenario.
LGP es otra transfiguración, en este caso además translingüística, de otro grupo legendario. Primer Leyendas para ellos, si no recuerdo mal y una gran actuación de potente heavy rock, con temas en castellano de su disco Rockferatu, y también algunos en catalán, herencia de Sangtraït. Es la hora puente, a mitad de camino entre el infierno del mediodía y el cielo de la noche, el sol aprieta y la gente lleva ya varias horas en el patio del colegio. Parte de la peña se retira a comer y descansar, y refrescarse supongo, y LGP no tiene el mismo apoyo de la concurrencia que han recibido las otras bandas, pero el público que queda, más o menos la mitad del aforo y clareando, se entrega y compensa con creces los huecos que han dejado los cansados. Lástima, creo que los catalanes se merecían algo más de apoyo del público del Leyendas.
Al caer la noche
Unos momentos de horizontal en mi sauna portátil roja, una ducha en las vistosas instalaciones sanitarias de la calle, unos minutos de contorsiones para enfundarme en el traje de noche, un rato al cobijo de un aire acondicionado en compañía de una copita de blanco fresco, y me reincorporo al sarao bien avanzada ya la actuación de Topo. El cantante de Tako, me explican, se ha desmayado por el calor y se ha interrumpido el concierto. En cualquier caso, Topo está a punto de acabar y LGP me esperan. En la entrada del recinto, la entrevista resulta divertida, y participan también algunos fans que vienen a hacerse fotos con las leyendas catalanas, ellos también, igual que casi todos los artistas de este Leyendas, muy accesibles a su público.
Son casi las 9 de la noche y las tripas se me quejan, vacías desde las nueve de la mañana. Desde la entrada principal, intento acercarme a la parrilla argentina a por un bocata de chimichurri. Misión imposible. Nadie ha querido perderse la descarga de Tierra Santa, y varios miles de personas abarrotan el lugar. Plan B: saldré por la puerta de artistas y directo al bar de la esquina a por un bocata de lo que sea. El bocata tendrá que esperar. Narci Saurom, ya sin el traje rojo y gualda, me corta el paso,
— ¿Y esa entrevista? ¿La hacemos ahora?
De lo que queda de Leyendas esta noche ya se ha hablado, y se hablará, largo y tendido, y se han vertido ya, y se verterán, ríos de tinta, sobre las sensacionales descargas de Tierra Santa, Épica, Barón Rojo, Warcry, Obús y Lujuria. No menos sensacionales, por cierto, y salvadas las diferencias, que todas las anteriores. La masa humana que abarrota el recinto se agita, canta, corea estribillos y lanza cuernos al aire, y bragas al escenario que recogen Fortu, ¿o era Oscar? (en el momento de escribir la crónica se me ha olvidado quién recogía las bragas voladoras, tal vez incluso fuera otra banda), atraída por el intenso magnetismo de los semidioses allá en lo alto. Si los ventiladores de Épica (tomen nota los músicos en horarios de sol para el Leyendas que viene) crean un efecto sobrenatural, y las chispas que levantan los patines de Fortu provocan destellos de maravillada estupefacción, la aparición de Lujuria en el escenario de al lado, con Oscar vestido de… ¿de qué va vestido Oscar?, ondeando su bandera preferida y arremetiendo contra gobierno y clero, lleva al personal al borde del paroxismo. Costará cerrar el jolgorio esta noche.
Me han quedado en el tintero otras memorables imágenes de algunos de los semidioses después de su transfiguración en mortales, pero ¡ah!, esas pertenecen ya al reino de lo privado.
Dicen que no hay goce sin dolor, ni gozo sin sufrimiento, puesto que nada puede entenderse sin su contrario, ¿o era su opuesto? Así, no se entiende la luz sin la oscuridad, el bien sin el mal, el cielo sin el infierno, la buena música sin el calor justiciero, o el Leyendas sin los políticos azules… Así es el Leyendas del Rock, otro éxito de Marcos Rubio y Sufriendo y Gozando.
Con mi agradecimiento y mis más sinceras excusas a Miguel Hernández, a Luis Eduardo Aute y, sobre todo, a Javier Mira.
Rosa Salleras, Cadaqués, agosto 2011.
Fotos: José Luis Montón
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