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James Hetfield (Metallica) sorprende recitando una de las historias navideñas más populares de todos los tiempos

En estas señaladas fechas incluso los artistas suelen contagiarse de la magia de esta época del año y a veces nos ofrecen estampas poco habituales de ellos. Si hace unos días nos hacíamos eco del regalo especial de Brian May (Queen) a Tony Iommi (Black Sabbath), el frontman de Metallica, James Hetfield, ha sorprendido recientemente recitando una de las historias navideñas más populares de todos los tiempos. ¿Alguno se imagina a Papa Het de semejante guisa?

Metallica ha presentado una versión en formato de narración del clásico cuento navideño ‘A Visit From St. Nicholas’, también conocido como ‘’Twas The Night Before Christmas’, o como diríamos en la lengua de Cervantes, “La noche antes de Navidad”.

La versión de Papa Het del poema de 1823 se estrenó en el canal de SiriusXM de Metallica, Maximum Metallica, con el mensaje: “Toma tu chocolate caliente y acomódate junto a la chimenea antes de tu larga siesta invernal para escuchar la lectura de ‘’Twas the Night Before Christmas’ por Papa Het”.

Posteriormente apareció un vídeo animado en YouTube, con Papa Het narrando el poema sobre una imagen festiva muy apropiada para estas fechas con una chimenea crepitante y calcetines navideños con los nombres de los diferentes miembros de la banda.

Aquí te dejamos la traducción al castellano para que pilles mantita, te acurruques en el sofá y escuches la característica voz de James Hetfield en una tesitura poco habitual:

Era la noche antes de Navidad, y en toda la casa
no se oía ni un ruido, ni siquiera un ratón.
Los calcetines estaban colgados con cuidado junto a la chimenea,
con la esperanza de que pronto llegara San Nicolás.

Los niños dormían profundamente, arropados en sus camas,
mientras en sus cabezas danzaban sueños de dulces de azúcar.
Mamá con su pañuelo y yo con mi gorro
acabábamos de acomodarnos para una larga siesta invernal.

Cuando de pronto, en el jardín, se oyó tal estrépito
que salté de la cama para ver qué ocurría.
Corrí a la ventana como un relámpago,
abrí de golpe las contraventanas y alcé el postigo.

La luna, sobre el pecho de la nieve recién caída,
daba a los objetos de abajo un brillo como de mediodía.
Y entonces, ante mis ojos asombrados, ¿qué apareció?
Un trineo diminuto y ocho pequeños renos,
con un conductor anciano, tan vivaz y ligero,
que al instante supe que era el mismísimo San Nicolás.

 

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Más veloces que águilas, sus corceles volaban,
y él silbaba y gritaba, llamándolos por su nombre:
¡Ahora, Dasher! ¡Ahora, Dancer! ¡Ahora, Prancer y Vixen!
¡Vamos, Comet! ¡Vamos, Cupid! ¡Vamos, Donner y Blitzen!
¡A la cima del pórtico! ¡A lo alto del muro!
¡Ahora, adelante! ¡Adelante! ¡Adelante todos!

Como hojas secas que el huracán salvaje levanta
cuando encuentran un obstáculo, se alzan hacia el cielo,
así volaron hasta el tejado de la casa,
con el trineo lleno de juguetes y San Nicolás también.

Y en un abrir y cerrar de ojos, oí sobre el techo
el trote y el golpeteo de cada pequeño casco.
Mientras apartaba la cabeza y me daba la vuelta,
por la chimenea bajó San Nicolás de un salto.

Vestía todo de pieles, de la cabeza a los pies,
y su ropa estaba manchada de ceniza y hollín.
Un fardo de juguetes llevaba a la espalda,
y parecía un buhonero abriendo su saco.

¡Sus ojos cómo brillaban! ¡Sus hoyuelos, qué alegres!
Las mejillas como rosas, la nariz como una cereza.
Su graciosa boquita se curvaba como un arco,
y la barba de su mentón era blanca como la nieve.

Sujeta entre los dientes llevaba la cazoleta de una pipa,
y el humo rodeaba su cabeza como una corona.
Tenía la cara ancha y una barriguita redonda
que se movía al reír, como un cuenco lleno de gelatina.

Era rechoncho y regordete, un elfo viejo y jovial,
y no pude evitar reírme al verlo.
Un guiño de su ojo y un gesto con la cabeza
me hicieron saber enseguida que no tenía nada que temer.

No dijo ni una palabra, fue directo a su trabajo,
llenó todos los calcetines y luego se giró de golpe.
Se llevó un dedo al lado de la nariz,
asintió con la cabeza y subió por la chimenea.

Saltó a su trineo, dio un silbido a su equipo,
y se fueron volando como la pelusa de un cardo.
Pero lo oí exclamar mientras se perdía de vista:
“¡Feliz Navidad a todos y buenas noches!”. Feliz Navidad a todo el mundo”.

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