El miércoles 9 de diciembre comenzamos el día recibiendo una devastadora noticia, pero sin tener la posibilidad de detener nuestras vidas para enfrentarla. Con el corazón roto, cabeza abajo, habiendo perdido el norte y la respiración, tenemos que ir a trabajar, ocuparnos de nuestros hijos o hijas, coger la Renfe, estudiar o atender todo tipo de obligaciones. No existen en los convenios días de permiso por haber perdido a tu artista favorito. Te quedas paralizado, pero el mundo sigue.
Durante ese día y los siguientes, en cada ratito libre, vas compartiendo canciones, vídeos, fotos, anécdotas. Sabes que los tuyos lo están pasando tan mal como tú. Escribes a personas con las que llevas tiempo sin hablar y otras, inesperadas, se acuerdan también de ti. Aun así, la tristeza, el vacío y la enorme sensación de pérdida no dejan de crecer. Unos cuentan que están escuchando Extremoduro y Robe sin parar; otras, que son incapaces de darle al play; otro, que llevaba años sin llorar…
Esta “peregrinación” a Plasencia nos ha concedido a muchos y muchas la posibilidad de compartir nuestro duelo y despedirnos de Robe junto a las personas con las que llevamos décadas escuchando sus canciones, pero también de abrazarnos a desconocidos y de sentir que hemos podido cerrar este capítulo como merece.
El emocionante homenaje se ha celebrado en Plasencia el 14 de diciembre, en el Palacio de Congresos Roberto Iniesta. Miles de personas han esperado hasta seis horas de cola para poder acceder a este recinto, vibrante y colorido, que ha abierto sus puertas durante doce horas para acoger y recibir a los seguidores y seguidoras. Además de un incomparable músico, compositor e intérprete, consideran a Robe el poeta y filósofo de su generación.
Hace sol, de invierno. La zona está bordeada por un campito de flores amarillas; todos nos acordamos de su pelo. Cada uno espera a su manera: algunos, pensativos y silenciosos; otros, contando mil vivencias de conciertos, viajes; muchos, cantando canciones junto a personas que acaban de conocer. “¿De dónde venís?” “¿Qué canción te apetece que escuchemos?” Todos sintiéndonos por fin más acompañados, arropados, aliviados. Estamos donde hay que estar.

Varios de los asistentes nos trasladan sentimientos muy parecidos: “En cada época de mi vida, un disco de Extremoduro o de Robe me ha acompañado”, “gracias por ser generador de mis mejores recuerdos”, “su música es la banda sonora de nuestros mejores días”, “le doy las gracias por ensancharme el alma”.
Acceder al espacio es muy emocionante: una pantalla proyecta imágenes de directos de Robe alternando con otras grabadas en los backstage, más familiares y cotidianas. Nostalgia y agradecimiento por lo ya vivido, y nostalgia y tristeza por lo que ya no viviremos.

Sobre el escenario, lo primero que descubres es una guitarra sobre su baúl de viaje, el último viaje. También sobre el baúl hay un recipiente en el que intuyes que descansan sus cenizas. Están rodeadas por su fular amarillo y custodiadas por un lienzo que entremezcla las portadas de ‘Deltoya’ y ‘Mayéutica’. Una joven artista pinta en directo un retrato de Robe; cuesta mirarle a los ojos.
Sobre varias mesas se han dispuesto los libros de condolencias y la gente se vacía: “Gracias por haber sido el pegamento emocional de mi familia más cercana y de esa otra que hemos construido alrededor de ti”, “contigo aprendí el poder del arte”, “gracias por haber hecho cada segundo mi mundo mejor”, “te llevo tatuado en el alma y en la piel”. Personas de todas las edades muestran respeto, admiración y amor a Robe, pero, sobre todo, muestran un profundo agradecimiento.

Manolo Chinato, formidable, imponente, abre el acto recitando el poema que dio lugar a la letra de la canción “Ama, ama, ama y ensancha el alma”, y los Robe le acompañan con la música de “Jesucristo García”. Se crea una atmósfera densa, trascendente, solemne, que se repetirá cuando, más afectado que en su primera aparición, declame la "Elegía a la muerte de Ramón Sijé", homenaje del poeta Miguel Hernández a su gran amigo, un poema que rebosa compañerismo, rabia, desafío a la muerte e impotencia ante la nada. Manolillo se rompe y nos rompemos con él.
También se suben al escenario para rendirle homenaje los sevillanos Rienda Suelta, que, tras unos versos flamencos de Rucho Linares, se arrancan con “Columbario”. Para recibir a su líder y, ante todo, compañero, Alber, Woody, David, Carlitos, Álvaro y Loren interpretan una de las canciones favoritas de Robe, el tema “Home Again” de Michael Kiwanuka. Su amigo ya descansa en casa.

La elección de los inmensos músicos de Robe para deleitar a los asistentes al homenaje no puede ser más acertada. Con desgarro y emoción, pero también celebrando todo lo vivido y compartido, nos regalan “El poder del arte”, canción incluida en su último disco ‘Se nos lleva el aire’, que encierra la que es, seguramente, la mayor de las muchas enseñanzas que nos deja el gran Roberto Iniesta: “Que el poder del arte bien nos pudiera salvar, de una vida inerte, de una vida triste, de una mala muerte, bien nos pudiera salvar.”
“Y ay, ay, ay, ay, ay, ay”. Hasta siempre, siempre, siempre.
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