Einar Selvik es alguien que escucha bien antes de responder, que respira la música antes de explicarla. En conversación con Saro Lo Bue, el líder de Wardruna se muestra sereno, atento, casi ceremonioso. Su voz tiene el mismo pulso que su música: lenta, profunda y cargada de significado. No hay prisas, no hay frases vacías. Hay intención, honestidad y una conexión evidente con algo más amplio que él mismo. Estamos ante una ocasión especial: la banda se subirá al escenario de The Music Station, de Warner Music Spain (Madrid), el 3 y 4 de diciembre, dos noches, siendo la primera tan demandada que fue necesario añadir una fecha extra. Consigue aquí tus entradas.
Einar Selvik habla con calma, pero con cierta emoción contenida acerca de los dos espectáculos que ofrecerán en Madrid. “Ha sido una larga espera. Sabemos que mucha gente llevaba tiempo queriendo vernos. Estamos muy agradecidos y haremos lo posible para que estas noches sean inolvidables”.
Esto, inevitablemente, lleva a pensar en por qué la música de Wardruna resuena tan profundamente en el público español; el frontman nos lo explica: “Aunque nuestra música tiene un envoltorio nórdico, los temas que tratamos son universales. La naturaleza crea la cultura. Ese anhelo de conexión con algo más grande está dentro de todos nosotros. No se trata de vikingos, se trata de nuestra relación con la tierra, con la vida, con el ciclo que todos compartimos”.
Ese ciclo está en el corazón de 'Birna', su nuevo álbum, donde el oso, símbolo de fuerza, renacimiento y guardián del bosque, late como figura central. Pero Einar no lo aborda desde la mitología heroica, sino desde lo esencial: “El oso refleja el ciclo de la naturaleza: descanso, renacimiento, presencia. Es una imagen poderosa, pero también profundamente humana. Al final, cuando hablo del oso, podría estar hablando de cualquier ser vivo o de la propia tierra”.
Para el vocalista, esa conexión va más allá de la música. Es casi una responsabilidad. “Vivimos en una época en la que hemos olvidado escuchar al mundo que nos rodea”, reflexiona. “Wardruna nació de esa necesidad de volver a mirar hacia la tierra, de recordar que somos parte del todo, no sus dueños”. Su visión, lejos de la nostalgia, es una llamada a la conciencia: cada nota, cada silencio, es una forma de volver al origen.
Sus palabras fluyen como un río; suaves pero firmes. Y ahí está el secreto de la agrupación. Sus conciertos no se viven como espectáculos, sino como rituales. No porque haya un marco religioso, sino por la forma en que la música ocupa el espacio. “Actuar es volverse uno con la música y con el lugar. Un concierto ya es un ritual en sí. Lo que hacemos es crear un espacio donde la gente pueda conectar consigo misma. Muchos hoy en día buscan un espacio sagrado, un lugar para sentir, escuchar y respirar”.

No importa si es un anfiteatro romano, un auditorio majestuoso o una sala en plena ciudad, Wardruna no se adapta al lugar, lo transforma: “Siempre se trata de apropiarse del espacio. De dialogar con él. El concierto es un diálogo entre todos los presentes, y también con el propio entorno”.
Quienes han asistido a uno de sus conciertos saben que no se trata de mirar, sino de sentir. No hay luces deslumbrantes ni artificios visuales; solo una atmósfera densa, casi tangible, donde cada percusión se convierte en latido y cada voz parece venir de la tierra misma. El público no aplaude tanto como respira al compás. Es una ceremonia sin dogmas, donde lo ancestral y lo moderno se encuentran en un mismo pulso.
Eso explica, quizá, por qué esta música trasciende fronteras, idiomas y geografías. Quien escucha Wardruna no necesita saber nórdico antiguo para comprender. La emoción hace el trabajo. La vibración hace el puente. La intención hace el resto.

Cuando le pregunta qué puede esperar el público madrileño, su respuesta es simple y verdadera: “Haremos todo lo posible para que sean dos noches inolvidables. No damos por sentado ni un solo corazón en la sala”.
'Birna' marca una nueva etapa en la historia de la banda, no porque cambie su esencia, sino porque la reafirma. En tiempos dominados por la inmediatez, Einar apuesta por la lentitud como acto de resistencia. “Todo lo que hacemos lleva tiempo. Cada instrumento, cada letra, cada respiración. Lo antiguo no está muerto; simplemente requiere paciencia para ser escuchado”. Esa paciencia, ese respeto por el proceso, es lo que ha convertido su música en un refugio para quienes buscan algo más que entretenimiento.

Y antes de despedirse, deja un mensaje claro, sin artificios, sin adornos: “Gracias por la paciencia y por el apoyo. Nos sentimos muy humildes al ver cuánto significa esto para tanta gente. Lo esperamos con todo nuestro corazón”.
En tiempos de ruido, velocidad y desconexión, Wardruna nos recuerda que escuchar, de verdad escuchar, todavía es posible, que lo sagrado puede crearse, que lo profundo sigue estando ahí; solo hace falta detenerse, respirar y dejar que el latido encuentre su lugar.
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