Entrevistas |Jokin Salaverria (Sotomonte)

«Hoy en día no escucho mucho rock, saco de otros sitios»

Por: Alfredo Villaescusa

Foto: Alfredo Villaescusa.

No caer en lo obvio es una de las máximas fundamentales para cualquier artista con inquietudes. Si con su debut ‘From Prayer to Battlefield’, estos vizcaínos abarcaron un amplio territorio en lo musical que iba desde Laurel Canyon a Canterbury, en la reválida ‘Decadence & Renaissance’ agitan todavía más la coctelera en busca de un sonido más épico, pero también más directo y potente. Alfredo Villaescusa contacta con Jokin Salaverria, la mente pensante detrás de este proyecto, un enamorado de las bandas sonoras y otros géneros que ni sospecharíamos.

¿Por qué el título de ‘Decadence & Reinassance’?

“Pues por la decadencia que veo y el renacimiento que espero. Observo la realidad desde un punto de vista muy neutral, no suelo elegir equipo, porque creo que ahí está la trampa. Me refiero a un equipo dogmático. Vemos la copia de la copia de la copia. Falta autenticidad, y desde luego, si viene un renacimiento, tiene que volver la autenticidad”.

El disco se abre con “The Nothing”, ¿esa “nada” simboliza la sociedad actual?

“Hago referencia a la nada de ‘La historia interminable’. ¿Cuándo aparece la nada? Pues cuando la gente no tiene esperanza o ilusión, cuando están en una decadencia. Y hablo precisamente de combatir esa nada, con esencia y con profundidad. También tenemos la nada de las redes sociales, que nos venden contenido que es nada. Que tú te saques una foto y la compartas en redes sociales diciendo: “¡Qué bien se está aquí!”, eso no es contenido, es nada”.

Y en “Gambit” aludes a un movimiento de ajedrez, ¿verdad?

“Es una jugada en la cual expones a los peones y los sacrificas. No es que sea aficionado al ajedrez, pero sí a la estrategia. Desde crío me encanta todo lo épico, las grandes batallas, los ejércitos… Y el ajedrez no deja de ser algo más de eso, con la caballería, la infantería… Me parecía muy interesante la jugada de gambito, que creo que se lleva mucho en ciertos poderes”.

En “The Beauty of Tomorrow” dices que “la belleza del mañana empieza hoy”…

“Sí, se refiere a nuestra responsabilidad como músicos. Un poco volviendo al renacimiento, se trata de hacerlo lo mejor que podamos. Como a ti te han dejado un legado, tú también puedes dejar otro. Igual dentro de cuarenta años, el hijo o el nieto de un colega coge el disco de Sotomonte y dice: “¡Qué guapo!”. Creo que el arte ha sufrido mucho también con todo lo que tenemos que hacer los músicos, que no es solo música, redes sociales, booking, marketing musical… Eso nos quita tanto tiempo que igual hemos descuidado lo más importante, el producto”.

Estamos hablando de temas muy profundos, ¿dirías que este disco es más filosófico o existencialista que el anterior?

“Yo suelo decir que este disco respecto al anterior es más, en todos los sentidos. Igual es menos psicodélico, pero todo lo demás es como al cuadrado. También el periodo en el que hice el primer disco fue más tranquilo, diríamos que en estos cuatro últimos años las mentes se han movido mucho”.

Jokin Salaverria, junto a columnas de inspiración clásica. Foto: Alfredo Villaescusa.

Las influencias, del mismo modo, no me parecen tan evidentes como en el primero…

“Te agradezco que digas eso, ¿te has dado cuenta, no? Yo cuando escucho una banda dos semanas, enseguida noto el poso, la influencia. Pero no he hecho demasiado ese ejercicio. Lo que sí que he escuchado mucho son bandas sonoras y música clásica. Bandas sonoras de películas épicas, como ‘Conan’ de Basil Poledouris, esas piezas igual son mis favoritas del mundo de la música”.

Muchos han señalado tu parecido en el aspecto vocal con Jethro Tull o David Bowie. ¿Son artistas de cabecera o simplemente unos más?

“Me gustan, desde luego, pero no he sido tampoco estudioso de ellos. Hoy en día no escucho mucho rock, saco de otros sitios. Luego pones distorsión y es rock (risas). Puedes poner el apellido rock a todo. Me fijo muchísimo en la melodía, me dan igual los estilos. Si una melodía me llama, ya sea heavy, pop o Mocedades, me gusta. Hará dos años que no escucho Jethro Tull, no están presentes. Igual quedo mal, pero es que no estoy escuchando rock, tío. Cojo una parte y luego me pregunto: “¿Esto de dónde cojones me viene? ¡Coño, pero si es ‘Conan’!”. A Zappa le preguntaron qué era el rock progresivo y dijo que cualquier recurso que no fuera del rock and roll. Yo lo comparto por completo, la música es música. Pues coger de todos sitios, incluso tocar escalas que no sean necesariamente de rock”.

Jokin Salaverria durante la entrevista. Foto: Alfredo Villaescusa.

Diría que en esta ocasión el uso de sintetizadores os ha permitido alejaros del sonido del primer disco, ¿no?

“Sí, eso lo tenía muy claro, que quería meter más sintes, más mellotrones también… En un mundo de guitarristas, el teclado para mí es añadir muchísima fantasía. Te puedes llevar una canción a un sitio completamente distinto. Igual el sonido de los sesenta es más ácido, mientras que este disco quería que fuera más operístico, más grande, con menos órgano Hammond que en el primero”.

¿Qué me dices acerca de “Blind Faith”? ¿Tienes fe ciega en algo?

“¡En los bajos Fender! (risas).  Es mi única verdad absoluta. Sobre el resto no me mojo, pero empíricamente puedo decir que los bajos Fender son los mejores. No, en serio, reconozco muy bien cuando algo es un credo o es algo probado, en esa línea iría también la letra”.

Justo te iba a comentar que los textos en realidad son bastante combativos, a pesar de que la música vaya en otra onda diferente…

“Sí, pero bueno, también había mucho de eso en los sesenta y setenta, ¿no? Escuchando La Polla Records pensaba: “Jo, pero si estamos hablando de lo mismo, o por lo menos lo parece…”. Las letras las suelo dejar un poco abiertas para que cada cual piense lo que quiera pensar”.

Foto: Alfredo Villaescusa.

¿Y la alusión que metes a ‘El conde de Montecristo’?

“Esto fue en concreto una teoría de la conspiración que me fascinó. En concreto decía que JFK fingió su propia muerte para volver décadas después para vengarse (risas). No es exactamente la venganza como la de ‘El conde de Montecristo’, pero hubiera sido un poco a ese nivel. Eso sí, luego al final de la letra hago un poco mofa a esa teoría, con cierta crítica a los líderes”.

“My Cross to Bear” podría considerarse el tema más psicodélico del conjunto, ¿estás de acuerdo?

“Mira, esa la hice con el teclado. Ahí me fijé en ‘Jesucristo Superstar’, que es seguramente mi disco favorito de todos los tiempos. Y luego si tengo alguna influencia son los Beatles, tienen tantas canciones buenas que me siguen volando la cabeza. Ellos siempre son mi referente y me pregunto cosas como: “¿Qué habrían hecho los Beatles si hubieran sido más heavies? Si hubieran seguido después de los setenta…”. Aunque desde ‘Rubber Soul’ es volada de cabeza, los he tenido siempre ahí desde crío, para mí están al margen del resto de bandas”.

Sotomonte al completo.

¿Quién es la pequeña Vilma de la que hablas en el disco?

“Es mi perrita, no es mi hija ni mi novia (risas). Tiene ahora veinte mesecitos y me ha cambiado un poco la vida. Me fascinan los animales. Después de toda la complejidad y profundidad que hay en las letras del resto de canciones, también quería hacer una cancioncita. Pero tampoco puedo evitar profundizar y allá en el puente me pongo profundo con el amor incondicional y la pureza que hay en estos bichitos”.

En “The Everything” parece que enlazas en cierta manera con “The Nothing” del principio. ¿Era esa la intención?

“Sí, es una pequeña coda. Encima dejamos la última nota abierta para que no se cierre, vuelvas a poner el disco y sea todo un bucle (risas). Siempre me gustó eso de contar algo. Me acuerdo en estos momentos de discos conceptuales como ‘Parachute’ de The Pretty Things. De vez en cuando me lo pongo, porque me parece tan redondo, tiene todo ahí. Los cuatro primeros de Yes también me vuelan la cabeza. Y ‘Jesucristo Superstar’ sería un disco conceptual también, como ‘Conan el Bárbaro’” (risas).

¿Cómo surgió la portada? Tiene un estilo similar al del debut, ¿no?

“Sí, repetimos con Markel, de Smoke Signals Studio. El dibujo es suyo, pero la idea es mía. Me dio un poco por la época victoriana, por eso está el Sandokán de Emilio Salgari, el chaqueta roja del ejército colonial inglés y también se repite un concepto, que es una diosa, una divinidad. En el primero era más Atenea sorprendiendo a un nativo americano, mientras que en el segundo sale como de la selva, representa a Columbia, en realidad. En todo organismo norteamericano aparece como un símbolo del poder, del sistema. Siempre tiro de temática histórica, me encanta lo épico-militar. Soy un hippie bélico” (risas).

Íñigo Bregel de Los Estanques se ha convertido en una pieza importante del proyecto. ¿Cómo entraste en contacto?

“Como sabrás, yo siempre he sido bajista, he acompañado a bandas, pero un poco por divertimento empecé a hacer cancioncitas, a grabar en casa y llegó un momento en el que tenía ya unas cuantas y me dije: “Vale, ¿qué cojones hago con esto? ¿Hago algo o no hago nada? ¿Quién las canta? ¿Las canto yo?”. De repente, conocí a Íñigo mientras andaba haciendo los conciertos homenaje a Bangladesh de George Harrison, le invité a él y a todos Los Estanques a participar y le pregunté entonces si producía a bandas. Y ahí empezamos. Para este segundo no he tenido ninguna duda, toca todo increíble, y donde yo no llego, igual él sí es capaz de plasmarlo”.

Por los créditos del disco se podría pensar que es un miembro más de Sotomonte…

“Porque está muy ocupado, si no, intentaría que estuviera también en la banda (risas). Nos entendemos muy bien, y si no nos entendemos, nos acabamos entendiendo. Es muy convincente”.

Has pasado por varias fases hasta alcanzar la configuración actual de la banda en directo, ¿estás ya satisfecho en ese sentido?

“Estoy encantado, ensayamos bastante, porque son canciones complicadas, estás apagando fuegos todo el rato. Sales del solo y ya tienes que entrar con el coro, no hay partes donde te relajes cinco minutos. Son estructuras muy medidas, lo que he hecho es coger una canción de rock progresivo de ocho minutos y convertirla en cinco, pasan muchas cosas entonces”.

¿Qué fechas tienes confirmadas en este momento?

“Pues el booking lo hago yo y es lo que peor llevo. Tenemos el 20 de diciembre en Santander y luego el 4 de enero tengo pillada la sala Azkena en Bilbao. Luego el 24 de ese mes estamos en León y el 25 en la sala Wurlitzer de Madrid. Esto sería lo principal, también hay otras cosas que todavía están un poco en el aire…”.

El nombre de Sotomonte alude de un plumazo a la obra ‘El señor de los anillos’, ¿tanto te marcó?

“Me apasiona Tolkien. En realidad fue un poco rebote, porque el nombre lo saqué del Sacromonte de Granada y de Javier Sotomayor, plusmarquista mundial de salto de altura. Yo fui saltador de altura y Javier era un héroe para mí. Cogí una cosa de ambos y encima dije: “Dios mío, encima Sotomonte de ‘El señor de los anillos’”. Y todos contentos”.

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