Es un proyecto, posiblemente, único en la escena del rock estatal. Noche Cero, formación liderada por el multinstrumentista Carlos González Peñalba, se apoya en la inteligencia artificial generativa para potenciar sus composiciones y obtener la ansiada libertad creativa que le ha permitido dar forma a un proyecto tan ambicioso como ‘La ciudad que nunca duerme’. A lo largo de los 13 cortes de este álbum, se entremezclan estilos tan diversos como punk, rock alternativo, electrónica, trap e incluso drum‘n’bass, abrazando unas letras profundamente personales que se quedan grabadas en la memoria del oyente. Diego M. Roig conversa con el propio Carlos González para conocer la intrahistoria del último capítulo en la historia de Noche Cero, en el cual vuelve a redefinir los límites de su sonido.
Carlos, ¿puedes contarnos cómo surge Noche Cero y qué papel jugó la música en tu proceso de superación personal?
“Noche Cero nace de un derrumbe. En 1996 empecé a producir música electrónica con trackers y, más tarde, con Cubase y Reason. Siempre soñé con tocar en una banda, pero nunca encontré la mía. En 2015 colgué la guitarra, pensando que mi historia musical había terminado. Pero, a mediados de 2024, mi vida se rompió en mil pedazos tras una separación muy dura. Toqué fondo. Sentí que todo lo que era había desaparecido.
En esos meses oscuros, solo me quedaban mis cuadernos, mi guitarra y un nudo en el pecho. Empecé a escribir, sin pensar en canciones; solo, en sobrevivir. Hasta que descubrí las plataformas de IA generativa, y algo encajó. Fusioné mi guitarra y teclado MIDI con esas herramientas, y vi cómo lo que sentía cobraba forma. Así nació Noche Cero: como un grito desde las ruinas. Como mi manera de volver a vivir”.
La IA ha tenido un papel fundamental en la producción del disco. ¿Cómo influye en el proceso creativo y qué ventajas encuentras en ella?
“El proceso creativo de Noche Cero es híbrido. Yo grabo las guitarras —a veces en crudo, a veces sampleadas o secuenciadas—, compongo las atmósferas con piano MIDI y canto las letras. Después, paso mi voz por un modulador asistido por IA, con modelos que he diseñado para cada registro. Las demás pistas se generan sobre esa base, se mezclan en Reaper y se masterizan a mano. Todo a 48Khz y 24 Bits.
La IA no es el artista, es un instrumento más. Un ampli distinto, un sintetizador nuevo. Me ha permitido producir sin depender de nadie y dar vida a ideas que de otro modo se habrían quedado en un cajón. Y seamos sinceros: ¿acaso no suenan las voces de Noche Cero más reales que las de muchos cantantes actuales que abusan del autotune?”
¿De dónde sacas la inspiración para hacer discos tan diferentes entre sí en tan poco tiempo, pero tan geniales?
“De escuchar a los grandes y de no ponerme límites. Siempre he sido un enfermo de la música: punk, ska, rock, metal gótico, sinfónico, power metal, electrónica, techno, drum’n’bass, clásica, bandas sonoras… todo me influye.
Aprendí de bandas como La Polla Records, Marea, Extremoduro, Ska-P, Saratoga, Mägo de Oz, Saurom, Metallica, Manowar, Sabaton, Nightwish, Evanescence, Xandria, Depeche Mode, Linkin Park, The Prodigy o Pendulum, entre muchas otras.
Cuando escribo una narrativa, elijo el género que mejor la abrace. No me interesa encajar en un estilo; me interesa que la emoción se note. Si no te pone la piel de gallina, a la papelera”.
Dices que las letras nacen de la herida, pero también de la esperanza. ¿Cómo logras equilibrar esos dos polos en tus canciones?
“La herida te marca, pero la cicatriz demuestra que sanaste. Mis letras parten del dolor, pero siempre con el fuego de seguir en pie. Porque, si puedes hablar de tus heridas, ya las has vencido.
Intento que cada canción deje una huella de esperanza: que quien escuche se reconozca y piense “yo también paso por eso, y sigo vivo”. Si mis canciones pueden acompañar a alguien en medio del caos, entonces todo ese sufrimiento tuvo sentido”.
‘La Ciudad que Nunca Duerme’ es un álbum conceptual sobre la vida urbana. ¿Qué te llevó a enfocarte en la ciudad y sus historias para este proyecto?
“La ciudad es una metáfora. Representa la sociedad que habitamos, y la noche es su lado oscuro, ese que todos fingimos no ver. El disco cuenta 11 historias entrelazadas, de personas que viven y sangran entre el ruido, la soledad y la indiferencia. Muchos de esos relatos son reales, propios o de gente cercana. La ciudad nos mastica y escupe, y casi nadie escucha el eco de los que gritan desde abajo. Este disco les da voz”.
El disco combina punk, rock, electrónica, trap, hardcore e incluso ska. ¿Cómo decides qué estilo encaja con cada historia o personaje?
“Primero construyo la narrativa completa: los personajes, los puntos de conexión, los desenlaces. Luego, dejo que la historia elija su sonido. Por eso “Pantallas Rotas” suena a trap: es la historia de Dani, un adolescente perdido entre pantallas y dopamina digital. “Ella duerme con miedo” es nu-metal, porque la rabia y el dolor de Nuria necesitan guitarras afiladas. “Papá ya no vive aquí” combina rock oscuro con melancolía y fuerza, porque César es un padre que grita contra un sistema injusto. Y el álbum termina con un Drum’n’Bass muy atmosférico, resumiendo el disco y retratando la indiferencia de la sociedad para con los dramas personales. En resumen: cada estilo es un espejo de su protagonista”.
Canciones como “La camarera del garito” o “Ella duerme con miedo” tratan temas muy duros. ¿Cómo abordas la responsabilidad de contar historias tan sensibles?
“Desde la verdad, no desde la ficción. “La Camarera del Garito” es un homenaje a los padres y madres solteros, y a quienes sostienen el mundo mientras la ciudad duerme. Gente que sacrifica su vida por sus hijos y por los demás, y ni siquiera recibe las gracias. “Ella duerme con miedo” fue una historia real de una mujer muy cercana a mí, y me dio permiso para transformarla en canción, con la esperanza de que pueda ayudar a otras víctimas. Es una de las letras más duras que he escrito: habla de abuso, de terror, pero también de valor. Porque, aunque duela, hay que mirar al monstruo a los ojos para poder derrotarlo”.
En “Coca y poesía” y “No hay cama pa’ tanto loco” se refleja la oscuridad oculta tras la fiesta y el hedonismo. ¿Qué querías transmitir con estas canciones?
“Ambas son espejos de la noche madrileña —o de cualquier ciudad— cuando se apagan las luces bonitas. “Coca y poesía” retrata ese falso romanticismo del exceso: dos almas rotas que confunden la euforia química con el amor, buscando en un tugurio lo que no llena sus vidas. Es una historia sobre el autoengaño y la necesidad de sentirse vivos, aunque sea por un instante.
“No hay cama pa’ tanto loco” es la fiesta nocturna: una sátira sobre el descontrol, la deshumanización y el circo de la noche urbana. Detrás de la risa, del caos y de la locura, hay soledad. Pero también ironía, porque a veces el humor es el único antídoto para la decadencia”.
La canción “La Ciudad que Nunca Duerme” resume el disco. ¿Cómo defines el mensaje final que querías dejar con este disco?
“Es el cierre y el espejo de todo. La letra dice que la ciudad no duerme, pero no porque esté viva, sino porque no deja de devorarse a sí misma. Es una especie de rebelión poética: un canto a quienes sobreviven en medio del ruido: al que trabaja de noche, al que ama en silencio, al que se rompe sin que nadie lo vea. El mensaje final es claro: somos la suma de nuestras ruinas, pero seguimos de pie. La ciudad no duerme… y nosotros tampoco, porque seguimos soñando despiertos”.
Tras este proyecto tan personal e intenso, ¿qué dirección crees que tomarás como Noche Cero en tus próximos trabajos?
“Antes de este álbum, publiqué ‘Manual de Supervivencia’, un disco punk rock lleno de humor negro, rabia y verdades como puños. Es una guía irónica para sobrevivir a este circo moderno: la política, las redes, la mediocridad disfrazada de éxito.
Ahora quiero hacer su segunda parte, pero más afilada y directa. Sin filtros. Con letras que van a incomodar a más de uno, sobre todo a quienes viven del postureo o del poder. Porque si algo tiene claro Noche Cero, es que la música no está para agradar, sino para despertar”.
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