¿Qué demonios le puedo preguntar yo al Loco que no le hayan preguntado ya Sonsoles, Broncano, Alsina y, aparentemente, todo periodista descubierto y por descubrir de este país en los últimos días? —me pregunto mientras veo, sin mirar, por la ventana el ir y venir de personas inmersas en sus vidas, a paso firme en dirección a la estación de Príncipe Pío—.
Es más, ¿de qué podemos hablar que no esté ya en alguno de los muchos libros que se han publicado sobre él (el último, ‘Loquillo. La biografía oficial’, del desopilante Felipe Cabrerizo) o en alguno de los cinco volúmenes —arrancando con ‘El chico de la bomba’— en los que se viste de cronista, o de director de cine, según se mire, para contarnos cuán airados fueron sus años de juventud?
Observo estos pensamientos pasar por mi mente como nubes, sin juzgarlos, mientras me centro en la mini-nevera con forma de ampli Marshall que hay en la esquina. El sudor recorre mi espalda mientras fisgoneo por la habitación. ¿Estoy nervioso o hace calor?, me digo. (El Loco pedirá más adelante, durante la entrevista, subir un poco el aire. Ahí lo dejo).
El sofá de cuero negro hace ese sonido tan característico cuando me siento, me acomodo y saco mis notas. Sigue haciendo calor y el cuero no ayuda, pienso. “Nada de fotos durante la entrevista”. “Hoy no está previsto que venga Loquillo”. Las dichosas nubes otra vez. El recuerdo de las palabras del encargado de prensa primero, y de la recepcionista de Warner después, no me dejan leer los garabatos que he escrito en una cuartilla. Tras ellos, son las historias sobre la legendaria bordería del Loco las que me nublan la mente. Todavía estoy a tiempo de largarme, pienso…
“¡Buenas tardes!”, una voz profunda y conocida interrumpe mis pensamientos, llenando la habitación con rotundidad. Me giro y ahí está: elegante traje a rayas negro, camisa negra, cuidadísimo tupé blanco y gafas de sol. La estrella más grande del rock español (en el doble sentido: por tamaño físico y por relevancia) esboza una media sonrisa a lo Harrison Ford y extiende su mano.
Voy a centrarme en el disco, porque no te he preguntado todavía, le digo al Loco tras veinticinco minutos en los que ha pasado de sentarse de medio lado, apoyado en el respaldo del sofá de tres plazas que tengo enfrente —también de cuero negro— a incorporarse y mirarme directamente. Está cómodo y, una vez el humo del personaje se desvanece, aparece un tipo amable, reposado. Que saborea las palabras antes de pronunciarlas.
Lo peligroso del rock no es destrozar hoteles, son las ideas
Veinticinco minutos antes estoy de nuevo al sofá, con el fingido repaso de una chuletilla que en realidad conozco de memoria, mientras Loquillo departe en corrillo con la gente de Warner, compartiendo algún detalle de recientes entrevistas.
“No te preocupes por el tiempo”, me dice, con una amplia sonrisa, alguien más joven que el resto, con media melena rizada y un bigote fino bastante cool, mientras coloca cuidadosamente sobre la mesa una botella de Coca-Cola al lado de un vaso bajo en el que vierte el contenido de una botella de metal. Whisky, adivino por el olor. Cayo Sanz —hijo y responsable de comunicación del Loco— es un hacha en lo suyo y ha leído la situación al momento.
Con el Loco ya sentado rompo el hielo bromeando sobre su aparente ubicuidad. Has estado en todos los medios, le digo. “En todos en los que no estoy vetado”, aclara el barcelonés, esbozando su media sonrisa de nuevo y rascándose la barbilla. Eso nos mete de lleno en una apasionante conversación sobre la peligrosidad del rock y su vigencia.
“Un artista tiene que hacerte dudar y pensar, darte referencias. Nunca he soportado la ortodoxia en el rock”
Me apresuro a darle al botón de grabar: “Me dices que una banda de rock, una estrella de una banda de rock, tiene como misión ser peligrosa de entrada. Romper hoteles, destrozar compañías de discos, caer en los excesos de las drogas y el alcohol, eso siempre es como “déjalo ya”. Ahora, si quieres ser peligroso, lo que tienes que tener son ideas en la cabeza que sean transgresoras. El rock siempre se ha caracterizado por buscar en los márgenes, contar aquello que nadie cuenta, reflejar las profundidades de la persona y la belleza del ser humano a la vez.
Cuando digo que un artista tiene que ser peligroso, me refiero a que tiene que hacerte dudar y pensar, darte referencias. A mí los artistas que me gustaban eran los que, cuando yo tenía catorce o quince años, me dieron referencias literarias, cinematográficas… Y también es muy importante que no pierdan la perspectiva del tiempo en el que viven. Encerrarse es peligroso, aislarse es peligroso. Yo siempre he visto así el rock. Nunca lo he visto como algo ortodoxo de lo que no se pueda salir. Nunca he soportado la ortodoxia en el rock. Creo que el rock and roll se alimenta de todo lo que ve y escucha y vampiriza todos los estilos musicales posibles para sobrevivir”.

El rock es la primera música realmente global
Nos embarcamos entonces en un viaje alrededor del mundo siguiendo los pasos del rock, que nos lleva desde la llegada de los esclavos africanos a Norteamérica llevando consigo su percusión y sus ring shouts, hasta el folk irlandés o el acordeón bávaro. Para el Loco, el rock and roll fue “la primera música global que existió en el mundo. Cada país adoptó su propia forma de entenderlo: el rock francés, el rock italiano, el rock inglés. Un rock hecho por alguien que ha nacido en Sevilla puede tener influencia del flamenco; el rock hecho por alguien que ha nacido en Buenos Aires, del tango; y alguien como yo, que he nacido en Barcelona, tiene la influencia de la canción francesa o de la nova cançó. Es lógico. El rock se adapta a todo y bebe de todas las fuentes”.
“La disidencia es el arma del rock”
Y si te fijas, añado, en todos esos lugares el rock siempre molesta. Siempre va en contra del poder, como si en ese corazón negro subyaciera la rebelión, el ansia de libertad. En la Unión Soviética se copiaban discos americanos en radiografías que pasaban de contrabando; en Estados Unidos se decía que era un invento soviético para desestabilizar a la juventud norteamericana; en Cuba se posicionó en contra del régimen castrista…
“Bueno”, se incorpora, “nosotros tenemos muchos casos de bandas cubanas que fueron silenciadas por hacer rock, y muchas de ellas haciendo versiones nuestras”…
“¿Qué versiones?”, pregunto, casi sin dejarle terminar.
“’El rompeolas’, por ejemplo”, se adivina una punzada de orgullo en su voz. “En ese sentido, nosotros tenemos muy claro que la disidencia es el arma del rock”.
El público más fiel es el del hard rock y el heavy metal
El Loco, arremangado, se cruza de brazos y me fijo en el tatuaje del escudo de la ciudad de Barcelona que —entre otros— adorna su brazo derecho. Una sonrisa irónica se dibuja en su rostro, da un sorbo de su whisky y aclara este último punto: “A mí me han preguntado varias veces esta semana si el rock había muerto. ¿Otra vez?”, se pregunta entre risas. “Pero si lo escucho desde los quince años, que el rock ha muerto”.
Hablamos de la gran cantidad de festivales que existen hoy en día —pese a que algunos funcionen un poco como cajón de sastre—, de la estética rock imperante en la música o, incluso, del fenómeno curioso que se extiende de políticos —“hoy he visto un artículo de prensa que titulaba: ‘la rock-star Pedro J. Ramírez’, y dices, ¿perdón?”, me cuenta el Loco— a cantautores o cocineros que quieren ser estrellas de rock.
Sin embargo, para Loquillo existen fenómenos aún más interesantes: “Fíjate en lo que pasa con Iron Maiden. De repente te viene alguien, de lo más formal, y es fan de Iron Maiden", dice divertido, "y se va detrás de ellos por todas las ciudades de Europa. Y dices: ¡Hostia! Yo eso lo he dicho siempre, que el público más fiel es el público del hard y del metal. Son militancia pura. Si le dieran la importancia a la gente que va a ver esos conciertos, y tuviera repercusión en los medios de comunicación esa cantidad de gente que va… Pero lo silencian absolutamente”.

¿Quién de aquí ha nacido para correr?
Precisamente este verano —me lanzo ante las palabras del Loco— he visto esa frontera muy claramente entre los Maiden y AC/DC, por ejemplo. Mientras que el público de los primeros es, como dices, muy militante y auténtico, con los australianos se veía mucho más “turismo de conciertos”. Gente que saca el móvil para grabar los greatest hits, hacerse un selfie, y el resto del tiempo aprovecha para charlar o ir a por una cerveza. Y, sin embargo, la mayor cobertura mediática se la llevan los AC/DC.
Loquillo asiente y me da la razón, pero enseguida me desarma con su siguiente argumento: “Yo dejé de tener prejuicios cuando, por ejemplo, fui a un concierto de Springsteen, hice así —gira la cabeza hacia un lado y otro— y dije: "¿Pero quién de aquí ha nacido para correr?" ¿Sabes lo que quiero decir? Entonces entendí que las canciones llegaban mucho más allá de lo que para nosotros podían representar al principio. También hubo muchas quejas de muchos fans típicos sobre la autenticidad, que decían que Springsteen se había vendido. No, tío. Springsteen hace canciones enormes, magníficas, y quieras o no, llegan a todo Dios. Lo siento, es así.
“Si sirve para que los más jóvenes conozcan a los artistas, perfecto. Mientras mueva dinero, seguirá habiendo rock”.
Pero sí que hay ese fenómeno que tú dices de turismo rock, que es realmente… O sea, si sirve para que los más jóvenes conozcan a los artistas, perfecto. ¿Entiendes? Si sirve también para que el público de rock siga moviendo dinero, seguirá habiendo rock. Si no, se apostará por otros géneros. Yo entendí hace mucho tiempo que, para que un grupo como nosotros grabase, tenían que existir cantantes melódicos que trajeran la pasta a las discográficas”.
El artista que molesta a ambos lados va en la buena dirección
Mi cabeza me dice que va siendo hora de preguntarle por el nuevo trabajo, por la gira… pero ha salido Springsteen y he olido sangre, esta es la mía.
Sé que comparto referencias comunes con el Loco, pero sin duda el de New Jersey es el que nos toca más de cerca, y me pica la curiosidad por saber cómo ve una estrella a otra.
Yo estuve en el que diluvió… “Segundo, ¿no?”, me interrumpe, mirando hacia Cayo, que está sentado detrás de mí trabajando en su portátil. “Pero es que nosotros en San Sebastián las dos veces que le hemos visto ha llovido que te cagas”.
“¡Se mojó!”, oigo a Cayo decir a mi espalda. “Se puso delante para mojarse”.
“Me giré y le dije a mi chica: "este no pisa más foso hoy"", les digo.
“Yo estaba sentado ahí”, interviene el Loco, “y la gente: ‘no va a salir’, y yo les miraba pensando: "Pues claro que va a salir" —con un tono que dice: "Perdónalos, Padre, porque no saben lo que dicen"—.

Los próximos diez minutos los pasamos comentando la reciente gira de Springsteen y sus alegatos contra Trump, lo que nos lleva de nuevo a la cuestión de la vigencia del rock y al carácter político del de Freehold. “Yo no creo que sea un artista político, es social. Yo creo que la palabra es social”, matiza el Loco, que mira hacia arriba, reflexivo. “Políticos eran los Clash. Y después está el artista disidente, que no se casa con nadie; o que dispara a ambos lados. Que molesta a ambos lados, que en cierta manera no sabes dónde situarlo. Y cuando un artista consigue eso, es que va en la buena dirección”.
Voy a centrarme en el disco, porque no te he preguntado todavía…
Rock and Roll actitud
Barcelona, 1979. Martin J. Louis y Bertha, creadores de Popular 1, se toman algo en el backstage mientras Miguel Ríos apura su concierto en las fiestas del PSUC (Partido Socialista Unificado de Cataluña). Fuera, frente al escenario, los punk rockers esperan ansiosos la salida de Dr. Feelgood.
A la zona de camerinos llega un chaval alto y desgarbado. Chupa de cuero, Converse clásicas y cuidadísimo tupé negro. Apenas tiene diecinueve años, pero ya colabora en la Popular 1 y Radio Juventud con su espacio La hora del pájaro Loco.
Mientras saluda, de fondo se escucha a Miguel Ríos decir: “Veo aquí a una gente vestida de rockera”. Loquillo mira a Bertha y Martin J. Louis con las orejas tiesas y una certeza: se va a liar. Cling, clang, clong. Llueven botellas sobre el escenario. Mientras los de seguridad sacan de allí a Ríos, señalan al Loco, tan solo un chaval hasta arriba de anfetaminas, que ve cómo dos o tres de esos tipos van hacia él.
“Y yo pienso: ¿Cuál es la manera más inteligente de escapar de esto? Saltar la valla al revés. Entonces salté al público y desaparecí”, me cuenta el Loco de 2025, cuidadísimo tupé blanco, de nuevo en el sofá de cuero de las oficinas de Warner. “Entonces, al cabo de un mes salió publicado en Popular 1: "Loquillo y su grupo de teddy boys increpan a Miguel Ríos". ¡Pero si estaba con vosotros! O sea, ¿cómo voy yo a ordenar algo, por decirlo de alguna manera, si estoy con vosotros? ¿Soy Maquiavelo?”.
Loquillo y el propio Miguel Ríos bromearían sobre el incidente muchos años después para promocionar la gira de “despedida” del segundo, "Bye Bye Ríos: Rock hasta el final".
Así recuerda el Loco su despido de Popular 1 y Radio Juventud, y su primer encuentro con Miguel Ríos, con el que ha grabado “Rock and Roll Actitud” para ‘Corazones legendarios’, el disco del que por fin, tras casi media hora, vamos a hablar. Del tema inspirado por "la estrella de rock más grande de la que nadie ha oído hablar" —Johnny Hallyday— comentaremos más adelante, porque una entrevista al Loco nunca está completa sin mencionar al "Elvis francés".
“Los círculos y los ciclos no siempre se cierran, y hay mucha gente que se va de este mundo sin cerrarlos. Pero yo, por una razón o por otra, siempre los acabo cerrando”
“Después de eso, con Carlos Segarra (Los Rebeldes), compusimos ‘No bailes rock ’n’ roll en El Corte Inglés’, y le hicimos referencia con el chiste “Bienvenidos, primos del rock ’n’ roll” (jugando con el "Bienvenidos" de Miguel Ríos), por la campaña Moda rock ’n’ roll que lanzó El Corte Inglés por aquella época. Después pasan cosas muy divertidas: termino cantando con Miguel Ríos y mis discos se venden en El Corte Inglés, ¿sabes lo que quiero decir?” —el Loco se viene arriba, y entre carcajadas continúa—. “¡Pero de estas tengo muchas! Porque voy a la mili y me despiertan cada mañana con el “Hola, mi amor, yo soy tu lobo”. Imagínate: odias a Gurruchaga y, sobre todo, odias a los que han compuesto esa canción, que son Jaime Estinus —que termina siendo mi productor— y Luis Alberto de Cuenca, al que acabo dedicando un disco".
"¿Es como que la vida te pone en tu sitio, no?", comento riendo.
“Es muy divertido, porque los círculos y los ciclos no siempre se cierran, y hay mucha gente que se va de este mundo sin cerrarlos. Pero yo, por una razón o por otra, siempre los acabo cerrando”.
"¿Mola más que se cierren, no? Tiene como más mística", apunto. “Sí, sí, y si encima sacas algo de provecho, perfecto”.
Una vida de película
“¿Puedes poner el aire, Cayo, si no te importa?” —¡Os lo dije!—.
Un disco con canciones de todas las épocas, con artistas de todas las épocas. Dices que lo has dirigido como una peli…
“Sí, sí, total. Me he divertido mucho buscando los actores perfectos para cada guión”.
¿Sabes a qué me ha recordado? A aquella película de Todd Haynes, "I’m Not There", sobre Bob Dylan, en la que diversos actores (Richard Gere, Cate Blanchett, Heath Ledger, Christian Bale…) interpretan al bardo de Minnesota en las diferentes fases de su carrera. Tú has hecho aquí lo mismo, esto es tu "I’m Not There", ¿no?
“Sí, sí" —asiente—. "Podía jugar. De hecho, creo que el finiquito lo da Jota (Los Planetas), porque es el que abre el siguiente disco que va a venir, que es un disco de bandas”.
¿Pero van a ser temas tuyos o temas de esas bandas?
“Temas míos, pero con bandas”, aclara el Loco. “Van a versionarme, y yo voy a cantar con ellos. O sea, al revés —sonríe—. Y eso surge a través de Jota, porque de repente se le ocurre grabar una versión del ‘Ritmo de garaje’ en su propio estudio. Pues vale”, sentencia entre risas. “¡Es la hostia!”.
“Por eso digo que para mí ha sido muy divertido hacer el “casting” y decir: a cada uno de estos le va a ir bien este tema. Algunos porque han hecho versiones mías; otros, porque me conocen, porque hemos coincidido, porque somos amigos y los conozco bien. Otros porque quizás el sonido de los temas iba más a su concepto musical… Y otros, simplemente, porque para mí era un gusto escuchar a Miguel Ríos cantando "Rock and Roll Actitud" o a Ramoncín interpretando "En las calles de Madrid”".
Mientras el Loco se moja de nuevo los labios con el whisky, cojo el machete y continúo abriendo la senda cinematográfica: En plena era de los biopics, y tú que siempre dices que tienes "una biografía de cine", ¿al Loco no le van a hacer una película? ¿Aquí no se nos ocurre?
“Me gustaría que adaptaran alguno de mis libros al cine. Eso sí me apetecería”
“Nosotros sabemos más de la historia de los demás que de la nuestra. ¡Es una vergüenza! Y, por otro lado, tiene mucha razón el Dúo Dinámico en quejarse del trato que han recibido en una serie que se ha estrenado en Movistar hace poco (ndr: se refiere a "La canción", producción que refleja de manera ficcionada cómo “La, la, la” llegó a Eurovisión, dejando bastante de lado la aportación del combo catalán). Estamos hablando del Dúo Dinámico, un respeto. ¿Cuánto hemos tardado en que un artista nacional sea portada antes que uno internacional? Aquí tenemos todavía mucho camino por recorrer. Es un tema cultural. De educación”.
¿Pero si te lo propusieran, te animarías?
“¿A que me hicieran una peli?” —silencio—. “Hombre, me gustaría en todo caso que se adaptara alguno de mis libros. Eso sí me apetecería. Lo otro, ¿los biopics?” —esta vez la pausa es mucho más larga, y desemboca en una sonrisa irónica—. “Es curioso. Supongo que tendría que hacerlo alguien que ahora tenga veinticinco años”.
Estar con la Historia
En esa vida de película del rockero del Clot hay momentos de película, y uno de ellos es sin duda cuando, como dice, conoció al “rock ’n’ roll en persona”: Johnny Hallyday.
“Cuando estuve con él grabando y los días que coincidimos, pues me ha pasado lo mismo que con Raphael. Estás con la Historia. Punto. Es que no hay nada más que decir. Estás con la Historia. Estás viendo la Historia. Viva, además. Cuidado, viva. ¿Sabes? Y piensas en la suerte que has tenido”.
¿Todavía guardas las gafas de sol que le regaló a Cayo? —su hijo levanta la cabeza un momento de la pantalla del ordenador y asiente—.
“Sí, sí, sí, están en casa en Barcelona. Sí, sí. Están ahí en el museo, al lado de unas gafas que pertenecieron a Sylvie Vartan (legendaria primera esposa del astro del rock francés) que me regalaron”.
¿Museo?
“Soy muy friki en ese sentido. A la que puedo hago mi gamberrada: una guitarra rara, un libro antiguo… Menos mal que no son vicios demasiado caros”
“Sí, yo tengo un museo muy importante. Soy muy friki en ese sentido. Tengo reliquias: una primera edición de un libro de Lord Byron, de Cyrano de Bergerac… Como Luis Alberto de Cuenca tiene una de Drácula. Cada uno tiene su nivel de frikismo. A la que puedo hago mi gamberrada. Yo hay cosas que hago cada equis tiempo, porque necesito hacerlas. Me compro la guitarra más rara, no sé tocar ninguna —pero las utilizan mis músicos—. Menos mal que no son vicios demasiado caros; ¡si no, me echarían de casa!”.
Volvemos a Johnny Hallyday y al disco, porque el "Elvis francés" parece uno más de esos "actores" que han interpretado a los diferentes Loquillos de este ‘Corazones legendarios’. Está presente, como en cada concierto, en el tema que unió sus caminos: “Cruzando el paraíso”.
“La canción originalmente estaba pensada para cantarla con una chica”, me aclara el Loco cuando le pregunto por la elección de Nat Simons para interpretarla junto a él en el LP. “Pero Johnny se empeñó en cantarla. La eligió él. Y ya cuando hicimos la gira del cuarenta aniversario y elegimos a un telonero, en aquel momento Nat era un fenómeno emergente, además una voz de mujer haciendo rock —estoy hablando del año diecisiete o dieciocho—, y la cantaba conmigo cada noche con la imagen de Johnny detrás. Así que era ella la elección lógica para el disco”.
El otro corte en el que el espíritu de Hallyday parece apoderarse de todo es “Rock and Roll Actitud”, del que hablaremos ahora, como os había prometido.
“Además es que él (Miguel Ríos) me lo ha dicho —explica el Loco mientras vierte la Coca-Cola en lo que queda de whisky—, que cantar esta canción que está totalmente inspirada en Johnny, cuando a él intentaron lanzarle en aquella época como el “Johnny Hallyday español”, tiene un significado especial. Y si tú analizas realmente la historia de la música europea, del rock europeo, te encuentras en esa época" —enumera con los dedos— "Miguel Ríos, “Himno de la alegría”, número uno en todo el mundo; Johnny Hallyday, Dios en los países francófonos, el "Elvis francés"; Celentano, y en un inicio, Cliff Richard y Vince Taylor. Pero vamos, esa era la cuadratura. Eran los singles que sonaban en las casas de todos los yeyés. Entonces, claro, yo he crecido con eso. El rock americano lo descubrí más tarde”.
No nací en los USA, nací en El Clot
La tarde discurre tranquila al este de Barcelona, en El Clot, el "Manchester catalán". Un barrio obrero, de inmigrantes, surcado por las vías del tren, donde conviven descampados, fábricas de ladrillo rojo, casas bajas y las nuevas construcciones del franquismo desarrollista: torres, "casas colmena", viviendas de promoción oficial de baja calidad que tratan de absorber a la creciente población urbana.
Son los primeros setenta, y un adolescente tímido se mira al espejo en el pequeño piso familiar de la calle Hernán Cortés. Ha visto a un tipo que se llama Phil Ochs en la portada de un disco y ha robado el abrigo de estibador de su abuelo, se ha hecho con una guitarra acústica —que no sabe tocar— y ahora se contempla en el reflejo pensando: “Molo que te cagas”. Por la ventana se cuelan las canciones de Los Sirex y Los Salvajes que escuchan los yeyés del edificio, junto al ruido de los trenes.
“Nadie ha escrito mejor sobre la adolescencia que Paul Simon en "I’m a Rock"”
“En esa época también adoraba a Paul Simon, mucho. Su primer disco en solitario, 'Songbook', es para mí la biblia del adolescente por una canción básica: “I’m a Rock”. "Soy una roca, soy una isla", dice mientras mira apenas un segundo hacia Cayo, que parece moverse detrás de mí. “Eso es la adolescencia pura. Nadie ha escrito mejor sobre la adolescencia. Y yo era un adolescente introvertido que tuvo la suerte de tener un amigo con un hermano “listo”, que viajaba por todo el mundo y tenía una colección de discos. Nos sentábamos en el salón de su casa y te ponían a la Velvet, a MC5, a los Stooges… Y tú todavía estabas descubriendo a Elvis. Tuve suerte, tuve mucha suerte. Eso me abrió muchísimo".
En esa biografía de película que es la vida del Loco, la banda sonora cobra una importancia fundamental. Como en las mejores producciones cinematográficas, el viaje del héroe parece estar determinado desde sus primeros pasos. En el caso del joven José María Sanz Beltrán, no cabe duda: había sido elegido para la gloria desde que, siendo un niño de diez u once años, encontrara un obús sin detonar de la Guerra Civil y lo llevara en brazos hasta la comisaría del barrio, convirtiéndose para sus vecinos en “el chico de la bomba”.
"Bound for Glory" —destinado a la gloria—, como las memorias del legendario cronista de la Gran Depresión, Woody Guthrie. Y destinado para la música, porque desde muy temprano todos los caminos parecían llevar a José María en esa dirección: un análisis de sangre durante un reconocimiento médico escolar, habitual en el franquismo, termina en una hepatitis que lo deja en cama tres meses, periodo en el que su tía le regala un pick-up y montones de discos, entre los que se alternan cantantes melódicos de la época con el "Like a Rolling Stone" de Bob Dylan; su padre trabaja con el hermano del cantante de Los Sirex, que le consigue todos los discos del grupo; siendo apenas un bebé, su madre se cruza con Manolo Escobar en el barrio, que le firma un autógrafo “para José María” —que el Loco todavía conserva—; sus padres eran vecinos, casi puerta con puerta, de los padres de Salomé, ganadora del Festival de Eurovisión de 1969 y heroína del Clot por aquel entonces.
“Yo tenía muchas más influencias de lo que se podía tener. Incluso te diría que la canción francesa, concretamente Françoise Hardy, fue muy importante en mi vida. Con trece años, era el ’73 o el ’74, me encasquetaron a una sobrina de alguien, que era de París, y me hicieron llevarla a conocer Barcelona. Estaba todo el día con Françoise Hardy. Así que imagínate. Tuve mucha información, muy pronto”…
“Vamos haciendo la última pregunta”, dice Cayo, ahora de pie frente a nosotros.
“¿Pero tenemos a alguien más?”.
“Sí, es porque hay alguien esperando”, asiente su hijo.
“¿Sí? Dame diez minutos más”.
En estos diez minutos de añadido todavía nos da tiempo a hablar de Bowie, del glam rock de los Sweet, de Slade, de Lou Reed… y a Cayo le da tiempo a entrar y salir de la habitación un par de veces.
Con todas estas influencias, y viendo que en 'Corazones legendarios' te atreves hasta con el flamenco con Miguel Poveda… ¿para cuándo un tango de Gardel, que es otra de tus influencias?
“No habría cosa que más ilusión me hiciese que cantar un tango”
“No habría cosa que más ilusión me hiciese que cantar un tango”, dice el Loco, que elige las palabras tras un largo silencio. “De hecho, el piropo más grande que me han hecho me lo dijo un miembro de los Fabulosos Cadillacs: "Es usted un cantante de tangos cantando rock". Y mi padre era cantante de tangos. Eso es algo que queda ahí, en serio, eso está pendiente… ¿Cuánto llevamos hablando?” —el responsable de comunicación vuelve a estar frente a nosotros, implacable, no le queda otra—.
“Cincuenta minutos”, le aclara Cayo, mientras nos hacemos una foto.
“¿Cincuenta minutos hablando? Se nos ha pasado como si nada”.
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Un comentario
Extensa entrevista junto con muy buenos temas hacia un ilustre de nuestro Rock como es LOQUILLO.