Jesper Binzer enciende un fósforo en mitad de un cuarto oscuro, de repente todo se ilumina y cobra sentido. Desde el tour bus recibe a Saro Lo Bue, el vocalista de D-A-D irradia exactamente la mezcla de humor, honestidad brutal y pasión que define a su banda desde hace más de cuatro décadas. No se esconde, no se filtra, no decora. Solo habla desde el corazón y desde la convicción absoluta de que el rock sigue siendo un acto de fe.
La banda danesa está a punto de regresar a España (18 de enero Madrid, 19 Barcelona y 20 Bilbao), una plaza que siempre les ha recibido con cariño, pero que, como Jesper reconoce entre risas, todavía no termina de descifrar del todo la naturaleza imprevisible de D-A-D. Vienen rodados, vienen hambrientos, vienen con esa energía que solo se consigue después de sobrevivir a miles de kilómetros de carretera, salas abarrotadas y festivales incendiados. “Los conciertos nos enseñan a leer la habitación, a leer a la gente. Eso no se aprende en un ensayo, se aprende viviendo”, dice mientras reflexiona sobre la evolución del grupo en sus últimos años.
La espontaneidad es el cimiento de su directo. Si algo define a D-A-D, es su rechazo absoluto a la rutina y a las actuaciones mecánicas. “No planeamos nada. No creemos en eso. El rock necesita caos, riesgo, ese salto sin red que puede convertir un concierto en un desastre o en una noche inolvidable”, explica Jesper. “Lo que mató al rock fue la planificación excesiva, el guion preestablecido, las frases de manual. Nosotros no funcionamos así. Somos un animal salvaje, no una máquina”.
Esa filosofía se siente de inmediato cuando habla de su hermano y compañero de banda, Jacob. La conexión entre ellos trasciende lo musical. Es casi telepática. “Justin, como lo conoce el mundo, tiene un instinto único. Puede leer al público como si tuviera antenas. A veces ni yo sé a dónde nos va a llevar, pero siempre confío en él. Esa intuición es lo que mantiene vivo al grupo”, confiesa.
En medio de su gira europea, Jesper se detiene un momento para observar el camino recorrido. No es un hombre nostálgico, pero sí profundamente consciente del tiempo. “Llevamos 23 años aprendiendo a crear intimidad incluso en los espacios más grandes. Es un arte, y todavía lo estamos perfeccionando”. La frase no suena a falsa modestia, su voz revela el mismo tipo de orgullo que siente un artesano cuando mira su trabajo con perspectiva.

A lo largo de la conversación, Jesper insiste en algo que considera fundamental: la autenticidad. La industria está llena de bandas que intentan encajar, de artistas moldeados por algoritmos y estrategias de marketing. Él lo rechaza de plano. “Los try hards… esos que se esfuerzan demasiado por parecer lo que creen que la gente quiere ver… están matando la esencia del rock. Esto no va de perfección. Va de corazón. Va de amor. Va de tener un niño interior indomable”.
A veces la charla se desvía hacia reflexiones casi filosóficas, sobre el estado del arte, sobre la cultura del esfuerzo convertida en tiranía, sobre la presión que ejercen los formatos televisivos y la industria pop. Jesper no se corta ni un pelo: “Programas como X Factor son fascismo emocional. Te dicen que trabajes como un esclavo, que te moldees, que tengas miedo. Eso destruye a un artista antes de que llegue a serlo”. Su sinceridad es tan directa que desarma.
Pero si hay algo que ilumina la conversación, son los recuerdos que tiene del público español. Aunque han pasado años desde su última visita, Jesper conserva una imagen nítida: el calor humano, la entrega, la pasión. “España siempre ha sido un lugar especial. La gente viene a vivir el momento, no a juzgarlo. Y eso es exactamente lo que necesitamos nosotros en el escenario”.
Jesper lo tiene claro, la música sigue siendo su motor, su refugio y su manera de darle sentido al mundo. “Queremos que la gente salga del concierto con una sonrisa. No hay nada más poderoso que eso. Hacer feliz a alguien, aunque sea por un par de horas, sigue siendo el mejor trabajo del mundo”.
El entusiasmo de Jesper por esta nueva visita a España también está marcado por la compañía con la que compartirán escenario: The 69 Eyes. Para él, la combinación tiene algo de alquimia inesperada pero tremendamente efectiva. “Ellos tienen ese toque oscuro, elegante, casi cinematográfico… y nosotros somos caos luminoso. Es una mezcla curiosa, pero funciona”, comenta entre risas. La gira pasará por Madrid (18 de enero), Barcelona (19 de enero) y Bilbao (20 de enero), tres noches que prometen ser un choque de estéticas y energías que se retroalimentan.
Jesper lo explica con una sinceridad desarmante: “A estas alturas, lo único que queremos es conectar. No necesitamos demostrar nada. Lo que necesitamos es sentir que la habitación respira con nosotros”. Esa necesidad de conexión es, quizá, lo que mantiene a D-A-D en un estado creativo perpetuo. No importa cuántos años pasen ni cuántos escenarios pisen; para ellos, cada concierto es una oportunidad nueva para reinventarse, para buscar esa chispa, mínima o inmensa, que convierte una noche cualquiera en un recuerdo imborrable.
También habla del desgaste, algo inevitable después de décadas sobre la carretera. Jesper no lo niega, pero tampoco lo dramatiza. “Claro que estamos cansados. Claro que duele la espalda y a veces la voz no quiere despertarse. Pero cuando subes al escenario, todo eso desaparece. El cuerpo recuerda. El corazón recuerda. Es como volver a casa”. Y ahí reside una de las claves de su permanencia: la banda no toca por obligación, sino por necesidad vital.
En los minutos finales de la conversación, Jesper deja entrever algo que define profundamente la esencia de D-A-D: la gratitud. Gratitud por seguir vivos, por seguir creando, por seguir teniendo un público que los espera con los brazos abiertos. “Mientras haya alguien dispuesto a escuchar, nosotros estaremos ahí. Es así de simple”. Una frase sobria, directa y completamente alineada con el espíritu indomable de la banda danesa.
Cuando la entrevista llega a su fin, queda la sensación de haber conversado con un superviviente, con un hombre que ha defendido su arte con uñas y dientes, con humor y con una honestidad que ya casi no existe. D-A-D no viene a España a repetir una fórmula, viene a incendiar el escenario, a abrazar el caos, a celebrar la vida como solo una banda veterana y libre puede hacerlo.
Y Jesper lo resume con una frase que podría servir como manifiesto para toda su carrera: “El rock no es perfección. El rock es amor, riesgo y libertad”.
Las fechas D-A-D y The 69 Eyes en España serán los próximos 18 de enero en la Mon de Madrid, 19 de enero en la Salamandra de L’Hospitalet, Barcelona, y 20 de enero en la Santana 27 de Bilbao. Las entradas siguen a la venta en madnesslive.es.
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