Tras cerrar su última gira europea, Claudio Sánchez, el líder y principal compositor de Coheed and Cambria, reflexiona en un cara a cara histórico en Barcelona con nuestro redactor Pau Peñalver sobre pérdidas, disciplina, mundos de ciencia ficción y el papel de la música como refugio emocional. 'Vaxis – Act III: The Father of Make Believe', su nuevo álbum, es tanto una continuación de su saga cósmica como una mirada íntima a su propia humanidad. Además, la banda estadounidense eligió la Sala Apolo de Barcelona para la segunda parada de su gira europea de presentación de su nuevo disco, tras haber abierto el tour la noche anterior en la Sala Wagon de Madrid.
La Ciudad Condal aún resuena en la memoria de Claudio Sánchez cuando nos sentamos a hablar. Nueve años han pasado desde aquel concierto en la Sala But y desde la cancelación que dejó a los fans españoles con una cita pendiente, una casilla por marcar en nuestro listado de ensueño. Esta vez, la deuda se ha saldado y con creces. “Fue increíble, mucho más de lo que esperábamos”, recuerda con una voz serena, sin el cansancio de la carretera. “No veníamos a España desde hacía mucho, así que pensé que sería más difícil. Pero hubo entusiasmo, todo sonó bien, y la conexión con el público fue inmediata. Fue como seguir de gira en Estados Unidos, pero con el corazón abierto de un nuevo comienzo". De la tensión a la calma
Claudio evoca el contraste con aquellos años del pasado que fueron ciertamente turbulentos. En 2016, la banda atravesaba un periodo áspero, con enfermedades, adicciones y tensiones internas. “Cuando vinimos por primera vez a España, no éramos nosotros. Yo perdí la voz de tanto hablar, gritar, pelear. Fue una locura”, confiesa. Hoy, esa intensidad se ha transformado en equilibrio, en paz y armonía. “Ahora siento que estamos al cien por cien. Reintroducir la banda en vuestro país, visitar Barcelona y Madrid, sienta muy bien. Si lo de ayer fue una indicación, esta noche será grande".
En el escenario, esa serenidad se convierte en energía. Coheed and Cambria mantiene su sello narrativo, con setlists que respiran como capítulos y una teatralidad que atrapa. “Siempre intento que el concierto sea una historia en sí misma. Hay un pulso narrativo, un principio, un clímax y un final. No quiero que sea solo un show, sino una experiencia".
Vaxis: el eje que gira
El pasado mes de marzo vio la luz 'Vaxis – Act III: The Father of Make Believe', el nuevo capítulo del universo creado por Sánchez. Lo explica con la naturalidad de quien lleva media vida habitando su propio multiverso. “Habrá acto IV, y debería llegar hasta el V. Estamos en el punto medio de la historia.” La saga, que combina ciencia ficción, drama humano y filosofía, se mueve entre el caos y la redención. “Aunque el nombre cambie, Vaxis también se parece a la cuarta parte de Amory Wars. Jugué con los números romanos, con la idea del eje, de la quintaesencia. El cinco impregna toda la trama".
Pero detrás del entramado conceptual hay un fondo emocional. El disco nació de la pérdida de su tío tras la pandemia y de un proceso de duelo que acabó en catarsis. “Me costó navegar esas emociones. La música me ayudó de forma terapéutica”, confiesa. De esa herida nace el “padre de la fantasía” del título, un personaje que se entrelaza con su propia biografía. “Tiene que ver con mi hijo, con el mundo que se abre ante él y ante mí. No está terminado. Sigo siendo una persona creativa y soy más feliz haciendo esto".
La máscara y la verdad
Sánchez nunca ha encajado del todo en la imagen típica de frontman. Su pelo rizado y su voz inconfundible lo hacen reconocible, pero su carácter es reservado, casi introspectivo. “Soy muy tímido”, admite. Por eso, desde el principio, el concepto de Coheed and Cambria fue más que una narrativa: fue una forma de protección. “Hace 25 años necesitaba un mecanismo para ocultarme y poder ser honesto. La ficción me permite decir la verdad".
En esa mezcla de realidad y fantasía, Claudio ha encontrado un lenguaje propio. Las letras de Vaxis III alternan lo cósmico y lo humano: la búsqueda, la pérdida, la identidad. En canciones como “Searching for Tomorrow”, advierte del riesgo de mirar siempre hacia adelante y olvidar lo que ya tenemos. “Sí, tiene un punto personal. Habla de cómo la ambición puede alejarnos del presente. Me lo recuerdo a mí mismo cada día".

Supervivencia y madurez
Nuestro entrevistado mira hacia atrás y repasa los años en que todo pudo derrumbarse. En 2007, mientras grababan 'No World for Tomorrow', la banda perdió a dos miembros y casi se desintegró. “El título encajaba con la historia, pero también con lo que sentíamos yo y Travis (Stever, guitarrista y miembro también de L.S Dunes): que no había un mañana para Coheed”. Fue el fallecido Taylor Hawkins, malogrado y querido batería de Foo Fighters, entonces recomendado por el productor Nick Raskulinecz, quien los rescató. “No sabía que lo estaba haciendo, pero nos devolvió la confianza para seguir adelante y no rendirnos".
Aquella lección se convirtió en brújula. “Nunca tomamos atajos. Crecimos con nuestra audiencia, y eso es especial". Esa madurez se traduce ahora en disciplina y claridad creativa. “No voy a terapia (probablemente debería) porque mi terapia es crear. Siempre estoy trabajando. En Madrid, edité 12 episodios de The Black Rainbow Company y estuve despierto ayer hasta las dos de la madrugada". A esa actividad constante se suma la idea, cada vez más real, de un debut en solitario. “Nunca pensé en un álbum de Claudio Sánchez, pero ahora lo veo posible y factible. Cuando toco canciones íntimas en acústico y siento cómo se traducen en la audiencia… me lo planteo".
Entre el miedo y la paternidad
El tiempo, reconoce, lo ha cambiado. “A medida que me hago mayor, la posibilidad de la muerte es real. ¿Qué significa eso para mi hijo, para mi esposa? Las nuevas canciones hablan de eso, del futuro, de cómo navegar esas emociones". Esa vulnerabilidad convive con una fuerza intacta en directo. “Canto mejor que nunca, toco mejor que nunca. Y lo hago con gente a la que amo. Hemos pasado mucha mierda juntos, pero seguimos aquí". Su valentía no reside solo en enfrentarse a los escenarios, sino en aceptar la fragilidad. “En la vida soy reservado; en el escenario soy valiente. Me siento como con 16 años, con la puerta cerrada, bailando a Soundgarden. Es mi lugar más cómodo".
El peso y la libertad de ser Coheed
Hablar con Sánchez es adentrarse en una paradoja: la de un artista que ha construido un universo tan grande que a veces amenaza con devorarlo. “Desde fuera, oyes "banda conceptual de sci-fi", ves "al tipo del pelo" y parece abrumador. Hay quien cree que para entenderlo hay que leer montones de cómics. No es así. Las canciones nacen de algo muy personal. Por eso tenemos un gran culto: nuestros fans ven la verdad detrás del disfraz". El reconocimiento masivo nunca fue su prioridad. “Aprecio el deseo de que seamos más mainstream, pero nuestra singularidad es una píldora difícil de tragar. No somos una banda de trucos. Somos una banda real con mucha vida. El tiempo hará que se entienda y nos dará la razón".
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