Crónicas

Crónica de Steel Panther: Tetas y portavozas

«Tetas y portavozas, el yin y el yang de la sociedad actual. ¿Y la música? Bien, gracias»

13 febrero 2018

Sala Santana 27, Bilbao

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

 

Es increíble lo exquisitos que nos hemos vuelto. La moral contemporánea ha llegado a lugares a los que ni siquiera se habían atrevido los curas de antaño. Complicado resulta hoy en día emitir una opinión sin que el colectivo de turno no se sienta agraviado. Una de estas descarnadas batallas se libra sin duda en el campo del lenguaje, que debería ser totalmente aséptico y neutro, según algunas, y los diccionarios deberían recoger solo palabras bonitas, nada de cosas desagradables, si uno no entiende a Quevedo, por ejemplo, que se busque la vida. A ver si los lingüistas y los de la RAE van a seguir perpetuando el heteropatriarcado impunemente como si nada. A galeras con ellos. Parece curioso que con tanta obsesión hacia los términos se pasen por alto, sin embargo, espectáculos que en realidad sí que tienen cierto matiz degradante hacia las féminas. O quizás no. Según se mire. Es lo que sucede con los excesivos Steel Panther, cuya revival glam metalero no se limita únicamente a lo musical, sino también a la actitud que se gastaba en aquellos años y que desde luego escandalizaría a cualquier mente inquisitorial de hoy en día. Un macho carnívoro, católico practicante, que fume puros y que le gusten los toros y el mus podría ser el nuevo Anticristo.

Con la camiseta de Justin Bieber, por supuesto

Ya habíamos catado a los californianos anteriormente en festivales, por lo que íbamos predispuestos para cierto show, pero no para que se les fuera tanto el bolo. Porque una cosa es hacer alguna gracieta y demás y otra distinta tirarse medio concierto hablando con ese vocabulario tan limitado de tetas y rabos. Era casi como acudir a un monólogo en el que de vez en cuando tocaban, la música importaba allí un pimiento. Casi tanto como la dignidad de las mujeres.

Por motivos laborales nos perdimos a los teloneros Fozzy, liderados por el luchador de WWE Chris Jericho, pero para cuando llegamos nos sorprendió comprobar el ambientazo que había en la sala un día entre semana frío y lluvioso. No podría decirse que la proporción de féminas fuera alarmante, aunque se antojaba la suficiente para que entraran al trapo y siguieran el rollo a las estrellas de la noche.

Ya desde el comienzo Steel Panther mostraron sus ganas de coña marinera cuando al de escasos minutos el vocalista Michael Starr y su compi a las seis cuerdas Satchel se pusieron a departir entre ellos mientras el coqueto bajista Lexxi sacaba un espejo y se atusaba la melena, una especie de Mario Vaquerizo yanqui cuya única finalidad consistía en llamar la atención con sus poses amaneradas. Reparamos que llevaban también los coros pregrabados. ¿Qué más daba eso?

El verdadero numerito comenzó con “Asian Hooker”, cuando sacaron a una chavala oriental a la que le arrimaron los paquetes, sin rollos, no se andaban con hostias. Pero esto era Bilbao…y eso se notó en especial en la actitud de las féminas, no tan despendoladas como hemos visto en otras fechas de la gira, de hecho, ni una teta se pudo observar por la sala, pese a las peticiones insistentes de los norteamericanos, a lo sumo alguna se quitaba la camiseta. Y contentos. La consecuencia más palpable del problema vasco.

Las alusiones a la cocaína del voceras Michael Starr también harían llevarse las manos a la cabeza a cualquier mojigato y hay que admitir que cuando se ponían a tocar daban el callo, poseen himnos mayúsculos del calibre de “Party Like Tomorrow Is The End Of The World” capaces de epatar a todo fan del hard rock. Y por supuesto hacían gracia letras tan sentidas como la de “Wasted Too Much Time” sobre perder el tiempo en la cama, puro romanticismo en vena. Desde luego, se han empollado a conciencia los vídeos de los ochenta. La exageración al poder.

Y en un bolo típico de los de antaño, no podría faltar el momento onanista, el solo de guitarra, que en esta ocasión se tornó muy entretenido, con tapping y demás clichés ochenteros. El frenético Satchel además se subió a la tarima elevada de la batería y ahí desde las alturas aporreó un bombo al tiempo que se arrancaba con riffs míticos del estilo del “Rock You Like A Hurricane” de Scorpions, “Breaking The Law” de Judas Priest, “Crazy Train” de Ozzy o el “Sweet Child O’ Mine” de Guns N’ Roses, los clásicos de ayer, hoy y siempre, en definitiva. El personal quedó tan extasiado que se coreó el nombre del guitarrista y este hizo amago de lanzar el instrumento, a lo que un tipo dijo: “No hay huevos”.

La banda con una de las chicas que se subieron al escenario. Los morritos que no falten.

Lo que sí resultó ya un tanto penoso fue lo de canturrear los riffs como si uno estuviera en la ducha, una charlotada que les mantuvo entretenidos un rato considerable. Menos mal que no tardaron en sacar la acústica para “poner a las hembras cachondas”, según confesaron. Y en esa tesitura encararon “That’s When You Came In”, la canción más bonita compuesta nunca sobre una mamada. Para saltar lágrimas, vamos. Corazoncitos, una cena con velas y esto de fondo, lo veo.

Sacaron a las tablas entonces a una chica de pechos generosos llamada Haizea, cuyos atributos suscitaron comentarios tan delicados como “empiezo a sentir algo en mi polla” ante la pacata timidez de la susodicha, que quizás pensaba que subía para jugar al Parchís. Ellos seguían a lo suyo, con su cantinela particular, diciendo que “querían hacer el amor a sus tetas” antes de ese momento memorable en el que el guitarrista agradeció a sus padres por su “grande rabo”. Esto sí que son valores, de Yale por lo menos. No merecía un honor menor “las tetas más grandes de Bilbao”. Demasié. Incluso para un macho alfa.

Todavía quedaba más artillería pesada con “17 Girls In A Row”, en la que solo lograron reunir a 11 muchachas, o mejor dicho, gatos de escayola, pues apenas se movían, excepto Leire, una de nuestras camareras preferidas, que agitó la cabellera pelirroja y tiró la chaqueta vaquera a los colegas de las primeras filas. La única que se tomó aquello como un fiestón y que de lo emocionada que estaba casi la tuvieron que contener los miembros de seguridad. Grande.

“Gloryhole” siguió el desparrame con un invitado inesperado, el propio Chris Jericho disfrazado de mujer, tal vez una peculiar manera de conmemorar el final de gira. Y en “Death To All But Metal” les salió la vena true al desear dar “una patada en las pelotas” a Justin Bieber. Hubo bises con “Community Property”, en la que el vocalista se tocó la entrepierna sin pudor, antes de su himno coral a lo Bon Jovi “Party All Day (Fuck All Night)” con el numerito acrobático de lanzar el sombrero para que lo pillara el batería desde su tarima.

No esperábamos un derroche de sobriedad, pero queda claro que en los festis van más al grano, por aquello del tiempo limitado, mientras que en recintos cerrados su barra de libre de chorradas puede ser fatigante. Tetas y portavozas, el yin y el yang de la sociedad actual. ¿Y la música? Bien, gracias.

Alfredo Villaescusa
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