Crónicas
Marea + Luter: Grandeza en verso
«Kutxi Romero proclamó que dedicaba hasta la última canción que cantase a Extremoduro e incidió en lo triste de la noticia de su separación»
21 diciembre 2019
Wizink Center, Madrid
Texto: Jason Cenador. Fotos: Estanis Núñez
Aún vigente el desasosiego por el anuncio de la cercana separación de Extremoduro, la banda que por muchos fue considerada su heredera, hoy erguida como una de las grandes referencias del rock estatal, volvió a abarrotar el Wizink Center de Madrid para, en su segunda fecha en la capital de la presente gira, demostrar el por qué de una vigencia inapelable de la que no se ha volatilizado un ápice durante sus seis años y medio de parón. La pervivencia es el más inequívoco síntoma de grandeza.
Con más de cuatro decenas de conciertos a sus espaldas en el marco de una gira kilométrica que toca a su fin en Bilbao el último fin de semana del año, abriendo la puerta a la incertidumbre de cuándo retornaran a los escenarios, los de Berriozar se presentaron con la maquinaria perfectamente engrasada y dieron un recital de pura poesía eléctrica, de pura magia en forma de canciones durante dos horas y media.
Abrió la lata el madrileño Luter, otro veterano de la escena que labró su ascenso a los mandos de Los Reconoces desde nada más y nada menos que 1992. Tras su disolución a mediados de la década pasada, Eduardo García Martín, que así se llama, decidió emprender el camino por su cuenta y bien rodeado, dando forma a canciones cuyas letras son verdaderos zarpazos al alma, plagadas de cicatrices emocionales y de otras cotidianidades del espíritu con las que es difícil no identificarse de cuando en cuando, sobre todo cuando se transmiten envueltas por un rock urbano fresco, sentido, directo y vivaz.
Con un recinto al que aún le faltaba mucho color y más de la mitad del público por entrar, desdeño a un artista como la copa de un pino que resulta difícil de entender, Luter apareció acompañado únicamente de su guitarra para esbozar “Qué desilusión”, de los referentes Leño, antes de que el resto de músicos entrase en acción. A partir de ahí, el concierto discurrió sin tiempo para la charla y con una banda que destila una química excelente entre sus miembros, muy cerca entre sí en casi todo momento. Esto último fue, sin duda, una prueba de cargo de que lo suyo, más que los escenarios de grandes dimensiones, son los clubes, las salas de conciertos con un ambiente más familiar.
Canciones como “Skyline”, “Misión a Marte”, “Hagamos que pase” o “Paseo en bicicleta” sonaron redondas y consistentes, y constituyeron el perfecto entrante de una noche que iba a devenir gloriosa, si bien se echó en falta una nimia despedida al concluir la actuación, algo que no ocurrió tal vez porque no sería esa la última vez que el perseverante músico madrileño pisaría el escenario esa noche.
Pasadas las 21:30, la batería de Alen Ayerdi sentaba los cimientos de una gala de Marea que arrancaba con “En las encías” y lloviendo pirotecnia desde el techo coincidiendo con la aclamada irrupción de Kutxi Romero y los suyos. “El temblor” había empezado y todos palpitábamos a su son, pese a que la guitarra de Kolibrí se antojaba un poco baja en los primeros compases de la actuación. El frontman, que estuvo sembrado, cantó francamente bien y en ningún momento disimuló su comodidad y alegría de estar en ese momento y lugar, proclamó que dedicaba hasta la última canción que cantase a Extremoduro, e incidió en lo triste de la noticia de su separación antes de dar paso a una canción presentada también como triste, “La noche de viernes santo”, sucedida por “Mierda y cuchara”.
Iba a ser una noche con muchos invitados y poca noche, avisó Kutxi. “Solo podemos tocar seis horas”, bromeó antes de dar paso al argentino cabecilla de Ciclonautas, Mai Medina, que prestó su voz rota e inconfundible a “Muchas lanzas”, antesala del primer verdadero clasicazo de la noche para los de la vieja escuela de los de Berriozar, un “Manuela canta saetas” que supo a gloria, que nos transportó a un sinfín de momentos pretéritos y en cuyo interludio Kutxi tuvo un escarceo flamenco parafraseando el “Tu vienes vendiendo flores” de Enrique Morente. De ascendientes jienenses, el flamenco siempre fue, junto con el rock, su otra debilidad.
Metidos de lleno en la época del despegue definitivo de la banda, invitaron sin camuflar en absoluto el enorme compadreo que les une a Pedro Fernández, el también navarro vocalista de La Fuga, que prestó su garganta a la irresistible y siempre emocionante “Corazón de mimbre”, una maravilla del rock en el idioma de Cervantes que deslumbró tanto como los desafortunados leds que se situaban en la parte trasera del escenario enfocando directamente a nuestros ojos e impidiéndonos, en muchas ocasiones, contemplar cómodamente lo que ante ellos acontecía, un fallo escenográfico en el que merece la pena reparar. En el interludio de la deliciosa canción incluida originalmente en su segundo disco, ‘Revolcón’ (2000), sonaron disparados los violines y Kutxi, que ya empezaba a dar rienda suelta a su naturaleza bromista, preguntó por el paradero de Ara Malikian, dirigiéndose a Pedro a la expectativa de que actuase como tal: “¡Eras tú!”.
En una noche con tantos músicos invitados, no habría estado de más la presencia de Evaristo Páramos, quien presta originalmente su voz en “Mil quilates”. Kutxi se encargó de imitarlo con sorprendente solvencia en su parte y reivindicarlo con un: “¡Larga vida a Evaristo, larga vida a La Polla Records!”. Está claro que, lejos de actuar como un ídolo, el vocalista, con toda seguridad el que ha prestado su voz en más discos ajenos, es uno más de los que vivimos el rock desde el alba hasta el ocaso. Y mucho después del susodicho, claro.
Con su carácter jocoso ya completamente al descubierto, Kutxi invitó a Juanito Lorente, guitarrista de Bocanada, a que comprobase de primera mano si los ahí presentes éramos “rockeros de verdad” o “de Hacendado, de marca blanca”, justo antes de uno de los temas que más entusiasmo y pasión desencadenan, la maravillosa “Que se joda el viento”, durante la que el cantante no dejó de bromear con el invitado del momento, hasta el punto de decir “Juanito” cada dos por tres.
“Sabéis que nos vamos a morir todos, menos los católicos, los budistas y los islamistas, que tienen otra vida” – señaló después Kutxi – “La gente normal nos morimos y se acabó”. Continuó con sorna comentando que “si tuviera después una vida mejor”, ya se “habría suicidado”, haciendo ilimitados chascarrillos sobre las diferentes mitologías religiosas post-mortem antes de zanjar: “Me gustaría que vinierais a mi funeral, pero no va a poder ser, porque os voy a enterrar a todos”. Y así, de esa rotunda manera y añadiendo un componente de autoafirmación, dio paso no sin contexto temático a “Hierro sin domar”.
Volvieron a transportarnos atrás en el tiempo con “Lija y terciopelo”, otra de las viejas piezas infalibles, en la que fue Jerry Erro, cantante de Cuatro Madres, quien según Kutxi “nunca había salido de Euskal Herria”, quien prestó su garganta. Fue el último tema antes de la retirada momentánea del frontman, quien bromeó con sus gayumbos y los nocivos efectos que en sus testítulos y en su perineo tendría no retirarse en ese preciso instante. Cedió entonces el protagonismo a Eduardo Beaumont “El Piñas”, quien tomó las riendas de la voz en “Pecadores” y la muy excitante “Trasegando”, una de las canciones cumbre del inolvidable debut de Marea, ‘La Patera’, allá por 1999. “A Madrid le tengo mucho respeto, pero el aplauso que le habéis dedicado al Piñas es una puta mierda”, dijo Kutxi al reaparecer con la consiguiente reacción fervorosa de un público que aplaudió el, ahora sí, largo discurso de Luter, invitado para colaborar en “Jindama”, para quien escribe la mejor del reciente ‘El azogue’ y que nos relató el viaje del rock and roll según él: nació en Carabanchel, subió hasta el barrio pamplonés de La Txantrea, bajó a Plasencia “para hacerse transgresor” y “finalmente desemocó en Berriozar, donde se hizo sublime”. El bonito speech y el tema posterior fueron sendos elogios a los barrios, y precisamente a su conclusión, Luter regaló a Kutxi la camiseta del Rayo Vallecano. Orgullo de Vallecas en unos días en los que la entereza ante la inaceptable relatividad de otros es motivo de denuncia en un acta arbitral.
A Ventura Díez, padre de Kolibrí, le dedicó Kutxi la sobrecogedora “Pájaros viejos”, cuya letra fue forjada a raíz de una promesa que no pudo cumplir antes de su fallecimiento, dando lugar a uno de los momentos más emotivos de la noche. La locura ganó luego enteros al adentrarnos “En tu agujero”, otra potentísima retrospección que contó con la inestimable aportación de Iratxo y que puso a prueba nuestras ya erosionadas cuerdas vocales. Quien las tenía en perfectas condiciones fue el siguiente invitado, el argentino Mauro Fiochi, cantante de Los Kabrones, que tuvo un presente con Kutxi y le dedicó, tras arengar con fervor a las masas, un cántico al más puro estilo futbolero, todo antes de la descomunal “La luna me sabe a poco”, preciosa, pura genialidad. “Recuerden que el rock no tiene cura, no tiene fronteras, pero tiene su nombre y se llama Marea”, exclamó el carismático invitado al despedirse.
Ya completamente desencorsetado, Kutxi siguió con su particular cachondeo y hasta vitoreando a Induráin antes de confesar que “es lo que tiene un micrófono, que puedes hacer lo que te salga del pito”. Después, David Díez "Kolibrí" tuvo un momento de protagonismo soleando con su guitarra antes de que el frontman diera paso a Korroza, guitarrista de El Portal de Jade – si no has escuchado su ya antiguo primer disco, no dejes de hacerlo – y primo del propio Kolibrí. Compartió el cantante entonces una divertida anécdota, y es que cuando empezaban y los sellos mandaban ojeadores a sus conciertos, Kolibrí a veces no podía actuar por incompatibilidades laborales y su primo ocupaba su lugar; eran tan parecidos, que los enviados de las casas de discos no reparaban en el cambio de formación. “Ocho mares” fue el tema con el que prosiguieron.
El concierto iba aproximándose a la recta final con “La Rueca”, que nos empapó de una placentera nostalgia traducida en toneladas de adrenalina, ideal para vivir el máximo cada acorde, cada segundo de “Romance de José Etxailarena”, otra de las míticas y para la que contaron con Txema, cantante de los Doxa rockeros, no la banda de metal sinfónico . “Como los trileros”, otra oda a la literatura hecha canción, con esbeltos y rotundos versos incrustados en su interludio, dio paso a un leve momento de calma en el que recuperar el aliento ante el arreón final.
Llegó entonces uno de los momentos más memorables de la velada, en el que Kutxi reivindicó sin escatimar en elogios el legado de Los Suaves e invitó nada menos que a Charly Domínguez y Fernando Calvo, bajista y guitarrista de la legendaria formación ourensana, a tocar dos clasicazos de la talla de “Dulce Castigo” y “Preparados para el Rock and Roll”. ¡Ay si también hubiera subido Yosi! El resultado fue el delirio colectivo de los más apegados a la historia más irremplazable de nuestro rock, y el cierto desconcierto, por qué no decirlo, entre aquellos que conocer Marea pero apenas habían oído hablar de Los Suaves, que haberlos, habíalos. Por cierto, quien tuvo, retuvo, y Fernando Calvo sigue siendo un espectáculo fulgurante a las seis cuerdas.
Reivindicó Kutxi que nuestra casa es el rock and roll, también parafraseando a la emblemática banda del gato, antes de presentar con sumo afecto y uno por uno a todos sus compañeros de filas y recordar que la gira termina el fin de semana que viene en Bilbao, “inexplicablemente con todos los miembros del equipo vivos”, apostilló. A continuación instó a subir a todos los susodichos que pudieran, destacando la labor del director de la gira, David Corbacho, que se marcó un baile al son de las palmas de Alen Ayerdi y del público que lo acompañaba. Acto seguido, fue Nacho Otero, cantante de Bandoleros y Piratas, quien subió al tablado y aportó su granito de arena en la fenomenal “Como viento de poniente”, dedicada por un exultante Kutxi a José Domínguez Muñoz “El Cabrero”, que se retira este año.
La traca final llegó de la mano de la apoteósica “El perro verde”, presentada de manera autobiográfica por Kutxi, y la imprescindible “Marea”, introducida por una poética oda a la música. “Que vuestra vida sea un viaje a un futuro nada incierto: vuestra libertad”, aseveró Kutxi al terminar por todo lo alto un concierto, otro más, increíble, a la altura de una de las bandas más grandes que ha parido nuestra escena. Ojalá no tengamos que esperar tantísimo como esperamos para volver a verlos en acción.
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3 comentarios
Otro gran concierto mas de los incombustibles MAREA en uno de los mejores recintos de Madrid presentando su ultimo gran álbum el cual ha calado de puta madre en nuestro pais y que tributando a su manera a los EXTREMODURO se les ve el buen colegeo que siempre ha habido entre ambas bandas. Que pedazo de directo me pegue viendo a los MAREA ese pasado 7 de Junio en la Alameda de la preciosa JAÉN.
Que empalagoso eres juan NADIE