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Crónica de Ultraligera en Madrid: Pura energía

El pasado domingo, día 2 de noviembre, acudimos a ver a la banda madrileña Ultraligera en la emblemática sala La Riviera, en su sexto show de siete que han ofrecido en un plazo de unos veinte días, con todas las entradas vendidas. Han leído bien: siete fechas colgando el cartel de sold out con un solo disco en el bolsillo, pero con un magnetismo y una puesta en escena de matrícula de honor.

Al llegar al recinto, observamos cómo en una de las paredes laterales exteriores los trajes de cazador y bestia, las figuras protagonistas de la portada de su álbum 'Pelo de foca', sobre el que pivotearía toda la actuación, lucían colgados boca abajo. En los shows anteriores, dos actores enfundados en estas vestimentas realizaban una performance en las inmediaciones de La Riviera, sumergiendo al respetable en el universo creativo del combo. Una señal inequívoca de que se acaba un ciclo y comienza otro, ya que próximamente entrarán al estudio a trabajar en su segunda placa, tal como indicó Gisme, el vocalista de la agrupación.

La jornada de domingo, en el inusual horario de las 17 horas que tenía estipulado el concierto, se debía a que el mismo día realizarían la última actuación en horario nocturno. Un doblete para cerrar una etapa por demás exitosa, en la que han convocado a más de 15.000 personas. En la sala, las luces en tonos rojos, con música sonando de fondo, los seguidores ingresando enfundados con las máscaras que les entregaban en la puerta de acceso, un micrófono estilo años cincuenta colgando desde el techo con un largo cable presidía el escenario, y todo estaba listo para la ceremonia. El templo madrileño ya olía a hogar, nuevamente, de Ultraligera.

Desde camarines, por uno de los laterales del recinto, descendiendo desde la segunda planta por las escaleras, luciendo en sus rostros máscaras, portando sus guitarras y bajo pertinentes, con capas plateadas sobre sus espaldas cual monjes del rock and roll, los integrantes de Ultraligera (Coque, Martín, Santi, Gisme y el músico de apoyo en vivo, Kash) atravesaban el mar de fans emprendiendo su camino hasta el stage para oficiar su sexto ritual. A posteriori de realizar una reverencia a los presentes y sin contemplaciones, disparan con “La basura” y la sala, al unísono, muta en una celebración colectiva.

Su talento perfumado con potencia se evidencia cuando interpretan “Si tú supieras”, “Silla de mimbre” y “El pueblo”, entre otras. Su rock alternativo posee magia. En vivo defienden su obra con solvencia. Poseen una gran atracción. La decoración incluye, en la parte trasera del stage, la portada del álbum, tres plataformas rectangulares sobre las tablas donde se ubican el guitarrista rítmico, el baterista y, en la tercera, cual altar mayor, desde donde Gisme, el vocalista, preside la ceremonia que recibe ofrendas de los seguidores en forma de continuos vítores y aplausos.

Es para destacar que los músicos pusieran toda la carne en el asador y no se guardaran ni un ápice de energía, aun a sabiendas de que, unas horas después, debían realizar otro concierto en el mismo emplazamiento. La energía del combo es evidente, palpable y contagiosa. El karaoke es multitudinario y los músicos no cesan ni un instante. Vitalidad suprema y desbordante. El frontman luce un short clásico de boxeador con el logo del grupo, cual cinturón de campeón pugilístico.

Acompañado por sus compañeros, van golpeando certeramente al mentón con sus canciones, como “Europa” y “Nunca nadie”. Reflexionando, el cantante indica el largo camino hasta llegar a realizar estas históricas siete Rivieras. Agradece a los seguidores por el apoyo, al personal de la sala, a toda la crew de la banda, e indica que “para avanzar hay que olvidar lo de atrás, mirar hacia adelante. Vamos a grabar el nuevo disco y hoy se termina un ciclo para nosotros. Gracias”, y brinda a la distancia con todos los feligreses.

Gisme solicita que les abran paso y, entre la marea de espectadores, cruzan toda la sala desde el stage principal hasta ubicarse casi entre los brazos de las emblemáticas palmeras, en un mini escenario adicional, ubicado a la misma altura de la barra central, para interpretar “Luna cansada”, “San Valentín” y “Mírame” en formato electroacústico. Momento de gran emotividad, con el cual la banda trató de recrear sus comienzos “sin comodidades”, tal como indicaron.

De regreso al escenario, Martín realiza un solo infernal de batería, al cual se suma, en los compases finales, otro integrante con baquetas. Le colocan la máscara al dueño de los tambores mientras toca, y el resto del grupo se suma para dejarse poseer por el espíritu del rock más visceral, disparando con “Pelo de foca” y su himno “Mierda de fiesta”, con los correspondientes solos titánicos de cada instrumento previamente.

Se acercaba el final, pero antes, Gisme corría por toda la sala demostrando su gran estado físico, poseído por el rock and roll, mientras cantaba, y Coque se sumergía entre la multitud desafiando todas las leyes de la física tocando su guitarra. “Recuerdos del baile” se introducía en el alma como un poema sonoro y hacía temblar el recinto mientras el público continuaba coreando hasta los riffs.

La conclusión de la tarde arribaba con “Matanza en el hotel” y llegaba bajo una atronadora ovación, mientras el grupo aplaudía al respetable y los abrazaba simbólicamente, rubricando la gran conexión. Una prueba de ello es que no eran pocos los seguidores que nos comentaban que tenían entradas para el concierto nocturno, dado que querían vivir en primera persona el cierre de este ciclo histórico del grupo. Un fenómeno pocas veces visto en el rock patrio, que recién comienza y del que auguro que irán alcanzando, uno a uno, los desafíos artísticos que se propongan.

Ultraligera se retiraba aplaudida por las palmeras de La Riviera y diciendo adiós a 'Pelo de foca'.

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