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Crónica de Till Lindemann + Aesthetic Perfection en Barcelona: Cuando menos es más

La previa del concierto venía marcada, irremediablemente, por un regusto amargo entre los fans debido al cambio de recinto. Del Sant Jordi Club a Razzmatazz 1, de un aforo de 5000 personas a uno de 1500. El descontento era generalizado, pero este concierto demuestra que, a veces, las cosas pueden mejorar.

Como apertura tuvimos al combo Aesthetic Perfection, practicantes de un EBM que por momentos sonaba a pop industrial. Con más de veinte años de carrera y ya habiendo girado con Till Lindemann en 2023, por fin están llegando a grandes audiencias. Aunque apenas tuvieron 35 minutos para desgranar temas como “SEX”, “Monochrome” o “Love like lies”, las primeras filas conocían y cantaban sus canciones. Cada visita de este cuarteto les sirve para seguir creciendo.

Aesthetic Perfection

Daniel Graves ejerce de maestro de ceremonias desde el centro del escenario, subido a una tarima y gesticulando, sacando su enorme lengua a pasear. Lore Jarocinski al bajo y Noizith a la guitarra alternaban su instrumento con los teclados en una puesta en escena de lo más dinámica. “Gods & Gold” puso la sala patas arriba, y se marcharon dejándonos con ganas de más; quizá eso es lo mejor que puede pasarle a un telonero. Esperemos volver a tenerlos pronto por aquí.

Y llegaba Till Lindemann con el runrún del cambio de recinto. La gente estaba ilusionada, pero mosqueada por pagar el precio de un gran recinto para acabar viendo un concierto en sala y con la producción recortada. ¿Pero sabéis qué? A veces menos es más. Sí, el espectáculo no fue el mismo que se está viendo en el resto de Europa, pero su equipo fue capaz de adaptar el show en tiempo récord a las dimensiones de Razzmatazz.

Aesthetic Perfection

El concierto fue impresionante a todas luces, con un show imponente e impactante, y justificó uno de los puntos de partida de la gira: es un concierto para mayores de edad. Podemos debatir sobre la amplitud del concepto de este espectáculo, porque Till ofrece un viaje a través del lado oscuro de la psique humana y su relación con el sexo.

Desde el inicio con “Fat”, en el que aparece una monja haciendo pole dance y desnudándose, Till deja claro el tono del concierto. Ya con “Und die Engel singen” entran en escena dos plataformas para elevar a las actrices que lo acompañan y a los guitarras. El viaje sexual de Till atraviesa varias etapas que van de más a menos, como si de un viaje regresivo se tratase: los fetichismos, la adicción, el cuero, los látigos, para llegar a las colegialas; y, hacia el final del concierto, en “Ich hasse Kinder”, meterse el dedo en la boca como si fuera un bebé con un chupete. Una transgresión que termina siendo conmovedora.

Till Lindemann

Entre medio, Till y su banda ofrecen desde una marcha militar en “Altes Fleisch” para dar paso a dos strippers que volverán a escena en “Golden Shower” para tocar la percusión.

El momento más inesperado de la noche fue cuando Till se paseó entre el público para cantar “Platz eins”, para algarabía y sorpresa de sus fans. Sin saber si es algo que ocurra en todas las fechas de la gira, esto es algo que en un recinto pequeño puede pasar, y lo hace más especial aún. Para “Tanzlehrerin”, Danny Lohner se sentó con su guitarra acústica para poner sosiego a la actuación y emprender la segunda parte del show.

Bailarinas enfundadas en cuero con sus látigos, Brynn Route a las programaciones y haciendo contorsionismo cuando la música no lo requería, y un batería, Joe Letz, que travestido de mujer tuvo dos números de lo más provocador, sacándose diferentes objetos de su vagina. Una orgía de representaciones que es el complemento perfecto a las canciones de Till.

Till Lindemann

El repertorio ha sido el mismo en toda la gira, un setlist cerrado que sirve de hilo conductor al decálogo de perversiones de Till, pero había algo que los fans esperaban especialmente: la versión de “Entre dos tierras"de Héroes del Silencio. Y el público respondió dejándose la garganta, en lo que supuso un colofón de oro a una brillantísima actuación.

Lástima no haber visto el espectáculo completo en un gran recinto como estaba programado, pero qué suerte haberlo disfrutado en una sala, con la cercanía que ello supone. No todos los días se tiene la oportunidad de ver, sentir y disfrutar tan de cerca a un artista de la magnitud de Till Lindemann. Habría que tirar de archivo para ver cuántos años llevaba Till sin tocar en una sala, en solitario o con Rammstein.

El éxtasis generalizado y las sonrisas en las caras de la gente confirmaban el éxito de esta adaptación a un recinto más pequeño.

MariskalRock.com
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