La idea de montar este festival, surgió de manera fortuita cuando el copropietario de la edición alemana de Rock Hard y el fundador del Sweden Rock festival, Michael Ivarsson, visitaron Grecia el verano pasado para conocer la rama griega del medio, y ahí, entre cervezas en una terraza, decidieron que no solamente era una buena idea celebrar así el vigésimo aniversario de la creación de esta rama en Grecia, sino que se podría hacer un festival con un cartel diferente a todos los demás con unas condiciones y un trato a los asistentes también diferentes. ¿El resultado? Yorgos Goumas os lo cuenta.
Situado en pleno centro histórico de Atenas (y además una de las zonas de ocio más concurridas de la capital helena y con tres bares metaleros a poca distancia), justo enfrente de la parada del metro, y dentro de un terreno que antes era unas instalaciones de fábricas de gas natural, los asistentes enseguida empezaron a notar las citadas diferencias, tanto en la cola para entrar como en la cola para pillar una birra y en la de ir al baño.
Los mismísimos organizadores ya habían acudido a otros eventos organizados ahí antes, y habían cronometrado el tiempo que se necesitaba para pillar algo de beber o atender a la llamada de la naturaleza en unos baños que, dicho sea de paso, están dentro de uno de los edificios del viejo complejo, y muy limpios. Calcularon entonces que para que la gente no se sintiera tratada como un rebaño de borregos, en lugar de emitir seis mil entradas, que es la máxima capacidad del recinto, emitirían cuatro mil para cada día, y claro, eso se hizo notar en la falta de agobio, la sensación constante de comodidad y de poder disfrutar de la música en condiciones.

El primer día arrancó a eso de las 17:30 de la tarde con el sol aún muy presente, pero como ya estamos en otoño, aunque estemos en Grecia, el Lorenzo no nos molestó especialmente (elegir estas fechas es otra muestra de cómo el festival es congert-goer friendly, como dicen en mi pueblo, y además no coincide con los otros festivales rockeros estivales griegos que ya no son pocos).
Los encargados de dar el pistoletazo de salida fueron los atenienses Ganzi Gun, activos desde 2011 y con dos discos a sus espaldas. Su propuesta oscila entre el hard rock moderno al estilo Nickelback o 3 Doors Down y el heavy rock más tradicional a lo Mötley Crüe o Skid Row. Su tema “Fading Lights” es bastante representativo y con mucho gancho.

La banda hispano-holandesa Cobra Spell tomó el testigo con su mezcla de glam metal y hard rock ochentero, directamente sacado del Sunset Boulevard angelino. Con la fundadora, la guitarrista y compositora Sonia Anubis, como único miembro original, ya no son una all-female band, pero esto poco importa. Lo relevante es que el respetable se lo pasó en grande con temas como “The Devil Inside of Me”, “Satan Is a Woman”, “Poison Bite” o “Addicted to the Night”, y con una vocalista, Kris Vega, que mostró una voz poderosa muy deudora de Rob Halford.
Otra banda ateniense que subió al escenario fue Innerwish, aunque esta vez con una propuesta más cercana al power y al heavy clásico. Con tres décadas de actividad y seis discos publicados, son bastante conocidos en la escena nacional y contaban con un nutrido séquito de fans entre el público. Siguen el sendero musical de bandas como Helloween, Blind Guardian (Hansi Kürsch participó en un tema de su último disco) o Stratovarius, con composiciones muy bien ejecutadas y además coreables, que merecen ser descubiertas por fans del género fuera de Grecia.

El primer plato fuerte de la noche fueron Overkill, quienes volaron desde EE. UU. solamente para esta actuación antes de volver a Nueva Jersey. Otra muestra del deseo de los organizadores de ofrecer algo distinto, ya que llevaban sin tocar en Grecia muchos años y había mucha expectación. Se trata de una banda que no precisa presentación: llevan sirviendo al thrash desde hace más de cuatro décadas y siguen siendo reverenciados por los thrashers de todo el mundo. Da igual la edad: salieron a demostrar por qué les llaman “The Wrecking Crew”, igual que uno de sus temas más aclamados (aunque no sonó aquella noche).
Arrancaron con “Scorched”, de su último disco, mostrando estar en plena forma. Con “Rotten to the Core” comenzaron los primeros circle pits y la locura general. También guardaban alguna que otra sorpresa como “Deny the Cross”, pero también trallas incontestables como “Hello from the Gutter”, “Electric Rattlesnake”, “The Surgeon” o “Ironbound”.

La actitud era claramente take no prisoners, y el mismísimo Bobby “Blitz” Ellsworth en un momento dado nos dijo, de manera desafiante: “¿Queréis más? El abuelito os va a patear vuestros culos”. Cuando el bueno de Bobby, que él mismo ha admitido haber participado en más de una pelea callejera, dice algo así, más vale hacerle caso. Eso sí, el abuelito también hizo uso de una bombona de oxígeno entre bambalinas en alguna ocasión, mientras Dave Linsk nos incendiaba con sus solos guitarreros.
Obviamente, en la traca final no pudieron faltar “Elimination”, “In Union We Stand” ni, por supuesto, “Fuck You”.

A los suecos HammerFall les tocó la difícil labor de subir al escenario después del bulldozer sonoro de Overkill, que arrasó con todo. Llevaban siete años sin pisar estas tierras y, por la reacción de la gente, que no paraba de corear sus temas, se notaba que había muchas ganas de verlos también. Con una puesta en escena muy profesional, en el sentido de que parecía que todos sus movimientos e incluso sus comentarios habían sido ensayados y cronometrados, ofrecieron un set sólido.
Temas como “Heeding the Call”, “Blood Bound”, “Renegade”, “Hammer High”, “Last Man Standing”, “Fury of the Wild” y “Let the Hammer Fall” fueron respondidos con entusiasmo por parte del público, que agradeció la impecable ejecución y, por supuesto, el desfile de himnos, uno tras otro. La primera noche del festival se cerró con “Hearts on Fire”, que para mí es todo un homenaje metalero a sus compatriotas ABBA y que, por supuesto, fue coreado por todos.

En la entradilla mencionaba el empeño de los organizadores en ofrecer algo diferente, y esto también aplicaba a los poseedores de la entrada VIP. Más allá del espacio reservado, elevado y con bar exclusivo, esta vez a los portadores de dicha entrada les esperaba algo único: una bolsa del festival con varios regalitos de merchandising exclusivo de las bandas (por supuesto, también existía un mercadillo en un edificio a la derecha del escenario para el público general) y dos actuaciones acústicas exclusivas que tuvieron lugar en un anfiteatro moderno dentro del recinto, con una capacidad para 300 personas.
La primera actuación, de 45 minutos, estuvo a cargo de Tore Østby y Roy Khan, guitarrista, compositor y vocalista, respectivamente, de los noruegos Conception, una banda muy querida por los metaleros griegos. Acompañados por un violonchelista, nos regalaron temas como “Roll the Fire”, “Gethsemane” (casi irreconocible en su versión acústica), “Fairy’s Dance”, “My Dark Symphony” o “Sundance”. Muy emocionante también la versión de "Hunting High and Low", clásico de sus compatriotas A-ha (Khan, en tono de broma, comentó: “Si no conocéis este tema, lo siento por vosotros”).

Dicho sea de paso, los noruegos acabaron tan contentos con la experiencia que, al día siguiente, repitieron en una enorme calle peatonal debajo de la Acrópolis, en plan músicos callejeros, como actuación secreta y sorpresa para quienes pasaban por ahí. También prometieron cositas nuevas para 2026, así que estaremos atentos.
Después de una pausa de 45 minutos, volvimos a entrar al recinto para la segunda actuación acústica, esta vez de Daniel Gildenlöw y Johan Hallgren de Pain of Salvation. Tengo que decir que me costó reconocer a Daniel con su look, muy alejado de su apariencia bohemia y rockera de antaño, pero se mostró muy hablador, de buen humor, y junto a Johan nos regalaron versiones evocadoras de temas como “Ashes”, “Silent Gold”, “Second Love”, “1979” o “Chain Sling”.

Además, interpretaron versiones de otros artistas como “A Change is Gonna Come” (Sam Cooke), “Make It Rain” (Ed Sheeran) o “A Whiter Shade of Pale” (Procol Harum). Sobre esta última, Daniel nos contó una curiosa historia que incluía haber cantado dicho tema en un funeral. En definitiva, dos actuaciones mágicas que, a su manera, nos prepararon para el resto del día.
Salimos otra vez bajo el sol para ver a la primera banda del segundo día, los atenienses BattleroaR. Tal como indica su nombre, el combo apuesta por un power epic metal influenciado por Helloween, Manila Road (Mark Shelton, su desaparecido fundador, colaboró con la banda), Blind Guardian e incluso Bathory en su época más vikinga, aunque ellos usan la mitología griega como fuente de inspiración. Una característica de la banda es el uso de un violinista, pero de folk metal tienen poco o nada (más bien les da un toque doom).

Allí me enteré de que sus fans se hacen llamar Swordbrothers. Llevan 20 años en la brecha y no habían actuado en directo en seis años. Creo que todos quedaron satisfechos con la nueva formación (solo queda un guitarrista de la alineación original) y con el anuncio de un nuevo disco el próximo año.
Fueron seguidos por The Crypt, un proyecto ideado por Leif Edling (él compone los temas, aunque no toca) y su compañera, la vocalista Pepper. El año pasado editaron su homónimo disco de debut, donde se nota que Leif sigue el sendero sonoro de Ghost, también a nivel visual: los atuendos de Pepper son muy llamativos (creo que además es artista de burlesque) y la presencia del resto de los músicos roza lo gótico. Con el sol aún presente su actuación perdía algo de efecto, pero musicalmente convencieron al respetable con temas como “Into the Crypt”, “Open the Gate”, “Rock Commander”, “I Love the Darkness”, “Cemetery Children” y “Metal Priestess”.

El conocido productor Sascha Paeth (Angra, Kamelot, Epica, Edguy, Avantasia) subió al escenario con su banda Masters of Ceremony, quienes cuentan con un único disco, ‘Signs of Wings’. Se trata de un trabajo de power metal sinfónico a lo Avantasia pero con toques modernos, cuyo punto de referencia es la vocalista Adrienne Cowan (Seven Spires, Avantasia). Su voz potente lleva las composiciones a otro nivel.
Después de unos cinco temas llegó otro gran atractivo para los metaleros más puristas: los organizadores consiguieron reunir a los alemanes Heaven’s Gate por primera vez desde su disolución hace más de veinte años. Bueno, no al cien por cien, ya que el vocalista Thomas Rettke se negó a unirse a la fiesta, así que en su lugar apareció Herbie Langhans, cantante de Firewind, quien tomó las riendas junto a Adrienne Cowan y arrancaron un set que hizo las delicias de los más true metal fans.

Sonaron temas como “In Control”, “We Got the Time”, “Path of Glory”, “Gate of Heaven”, “Livin’ in Hysteria” y “Can’t Stop Rockin’” (estos dos últimos con la participación de Adrienne). Al contrario que la mayoría de los presentes, juzgando por su reacción ante ambos sets, yo prefiero el presente de Sascha, pero bueno, eso ya es cuestión de gustos.
Hablando de Firewind, su fundador, Gus G., también tenía preparada una actuación especial para esa noche, titulada “Gus G. and Friends”. Salió al escenario acompañado por su compañero en Firewind, el batería Johan Nunez, y el bajista italiano Andrea Arcangeli (DGM). Arrancaron con dos temas instrumentales de su carrera en solitario: “Force Majeure” (en la versión de estudio participa Vinnie Moore) y “Fearless”, piezas que hacen las delicias de los amantes del shredder.

Los primeros amigos en subir al escenario a su lado fueron Tore y Roy (Conception), quienes interpretaron de nuevo “Roll the Fire”, esta vez en eléctrico, ya que es uno de los temas favoritos de Gus (según él) y una manera de celebrar más de 20 años de amistad.
Acto seguido vino Ronnie Romero, que nos regaló una versión de “Kill the King” de Rainbow. Ronnie prosiguió con el primer tema fruto de su colaboración con Gus G., “My Premonition”, con un aire a lo Whitesnake, y “I Am the Fire”, de corte más moderno, del disco homónimo de Gus.
Andrea cedió entonces su puesto al último invitado de la noche: nada menos que David Ellefson, con quien tocaron “Vengeance” (tema en cuya versión de estudio también había tocado el bajo). Ronnie Romero volvió al escenario para cantar los tres últimos temas del set: “Mob Rules” (Black Sabbath), “Bark at the Moon” (Ozzy), donde no podía faltar un pequeño pero emocionante discurso de Gus acerca de lo que significó para él haber tocado con el Príncipe de las Tinieblas durante unos años, mientras el respetable gritaba “¡Ozzy, Ozzy!”, y finalmente “War Pigs” (Black Sabbath). Toda una fiesta del heavy.

Además, así nos hicimos una idea de cómo va a sonar la gira europea que están preparando Gus G. y Ronnie Romero juntos este otoño (más información en mi entrevista con Gus G. en el nuevo número de La Heavy). Vale la pena mencionar, para quienes no estaban allí, que al finalizar la actuación se llevó a cabo el sorteo de una guitarra de Gus G., ya que con la entrada también se incluía esta posibilidad.
Como anécdota, todo el mundo cantó “Feliz cumpleaños” en inglés a Gus G., ya que un día antes había sido su cumpleaños, y el guitarrista sopló las velas en una tarta.
Cuando Sakis Fragos (director del Rock Hard griego) y Michael Ivarsson se sentaron en aquella terraza un año antes y empezaron a intercambiar ideas sobre cómo ofrecer algo inesperado y diferente, una de ellas fue precisamente convencer a Messiah Marcolin de reunirse con sus excompañeros, los padrinos del doom, Candlemass, para una única fecha. Por muy descabellada que pareciera, los planetas se alinearon y el milagro ocurrió.

La noticia de esta reunión única corrió como la pólvora en los circuitos metaleros internacionales y la expectación estaba por las nubes. No en vano, creo que la razón principal por la que acudieron la mayoría de los asistentes extranjeros (unos 650, de países tan variados como México, Chile, Brasil, España, EE. UU. e incluso Arabia Saudí) fue precisamente ser testigos de algo que al principio parecía imposible.
Pues ahí estaba Messiah, con su icónica bata de monje, su voz operática en plena forma y esos pasitos tan característicos suyos (los que habéis visto el vídeo de culto de “Bewitched” sabéis a qué me refiero). Parecía que no habían pasado 20 años desde su última actuación con la banda y, por lo que he leído y oído, quienes le habían visto más veces aseguran que nunca estuvo de tan buen humor, tan dicharachero y comunicativo.
Por ejemplo, al presentar “Bewitched” nos dijo que en su momento habían creado un vídeo “muy serio” para ese tema; solo los que lo han visto pillaron el chiste. También, en un momento dado, mientras caminaba hacia atrás perdió el equilibrio y se cayó de espaldas de manera casi cómica. Sin perder la compostura, nos comentó al final del tema que el equilibrio es un asunto delicado conforme uno se hace mayor.

Tengo que admitir que no esperaba que tocaran temas de su histórico debut, ‘Epicus Doomicus Metallicus’ (1986), pero ahí sonaron, uno tras otro, “Crystal Ball” (que, según dijo, nunca habían tocado antes en directo) y “A Sorcerer’s Pledge”. Otras sorpresas fueron “Darkness in Paradise”, que no interpretaban desde 2014, y “Black Dwarf” (de su “White Album”, como lo llamó Messiah, de 2005), que no sonaba en directo desde 2015.
Otros himnos que hicieron retumbar el recinto fueron “The Well of Souls”, “Dark Are the Veils of Death”, “Mirror Mirror” y uno de mis favoritos personales, “At the Gallows End”. La banda sonaba en plena forma, todos lo pasamos fenomenal dejándonos la voz en cada himno, sin poder creer que estábamos siendo testigos de algo único en el mundo metalero. Messiah, por su parte, recibía toda esta energía positiva (hablar de energía positiva en un bolo de doom quizás suene contradictorio) y en un momento dado recordó que el público griego fue de los primeros fuera de Suecia en arroparlos, desde su debut aquí en 1989.
Del set no pudo faltar, por supuesto, el himno doom por excelencia, “Solitude” (“creo que nos hemos olvidado un tema”, bromeó Messiah), con el que cerraron su histórica actuación. Hay que decir que, incluso después del show, Messiah se mostró cercano, de buen humor y dispuesto a sacarse fotos con todos los fans que lo pedían, además de charlar con ellos.
Un cierre perfecto para este festival, que sin duda se ha puesto a sí mismo el listón muy alto a la hora de superar el nivel de ofrecer algo diferente y sorprendente. Como el propio organizador, Sakis Fragos, comentó en tono humorístico, quizás sea el único festival capaz de reunir a bandas desaparecidas y aparentemente imposibles de volver a juntar en un local de ensayo.
Dada la reacción del público y las sensaciones generales expresadas, es muy probable que esta primera edición sea el inicio de algo más grande. Esperemos estar ahí como testigos privilegiados. ¡Hasta la próxima!
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Un comentario
Extenso resumen hacia las cañeras y destacadas actuaciones de las grandes banda aquí reflejadas como los suecos HAMMERFALL junto con la vuelta de Messiah Marcolin con los CANDLEMASS para solo este concierto. Para ser la primera edición del HARD ROCK ateniense fue todo un puto exito del mejor Heavy Metal.