Crónicas
Pirata Madrid Festival con El Drogas, Koma o Lendakaris Muertos: Generaciones unidas
«Pirata Madrid trajo en su segunda jornada de la edición de 2024 en la capital una avalancha de rock en su más amplio espectro, uniendo a generaciones de amantes de todos los géneros»
5 octubre 2024
Auditorio Miguel Ríos, Rivas-Vaciamadrid (Madrid)
Texto: Javier Pérez. Fotos: Sandro Santos
Con un cartel ecléctico, pero (al menos en Madrid) bastante diferenciado entre los grupos de viernes y sábado, el Pirata Festival llegaba a Rivas para acoger a un número importante de espectadores. Nuestra cometida se centraba en el segundo día, el netamente rockero. Llegados allí, sinceramente, me sorprendió la multitud que ya estaba dispuesta a entrar y vivirlo todo desde el minuto uno.
Tiempo ha, fue costumbre cruzarme en directo con Porretas entre una y dos veces al año; sin embargo, en esta ocasión había pasado demasiado desde la última, por lo que entre que era la primera banda del asunto, que son predilección de quien suscribe y que era un reencuentro anhelado, disfruté con los madrileños; mucho. Como siempre.
“Si lo sé me meo” ocupa el honor de ir en cabeza, en detrimento de una “Hortaleza” que a la postre me chafó por quedar fuera del set. A pesar del sol que caía a las 15:30, gozaron de un muy buen ambiente. Supongo que viendo que todo iba en fervoroso aumento, “Joder qué cruz”, “Última generación” o “Tripis” llevaron interpretaciones notables.
Entre las nuevas canciones que han ido gestando, eligieron “La cuadrilla” para descargar en Rivas. Yo habría optado por “Jake mate!”, al igual que recuperaría “Antimilitar – Antisocial”, al menos, en detrimento de “Resistiré”. “La del furbol”, “Marihuana”, “… Y aún arde Madrid” y “Porretas” no faltaron, claro. Siempre en su sitio, siempre ganando. Lo hacen vayan donde vayan, pero en Madrid ni te cuento.
Koma plantaron un imponente kit de batería con doble bombo que, reinando bajo el pantallón de fondo que reflejaba la portada de ‘Una ligera mejoría antes de la muerte’, le daba a la escena un ambiente metalero muy complaciente.
La intro de ‘Barrio Sésamo’, cuyo icono más legendario llevaba en imagen el viejo tren del Parque de Atracciones de la Casa de Campo, alertaba que se nos venía encima la vorágine. “La máquina del tiempo”, “El viaje” y “Tío Sam” caen como puñaladas.
Anduve yo moviéndome por el recinto para comprobar visión y potencia sonora, encontrando en el graderío pérdidas cuando las ráfagas de viento hacían acto de presencia.
No sé hasta dónde va a llegar esta reencarnación, pero mi sensación es que se lo pasan bien; y se transmite, nos llega. Nos descabezaron en el arrase final “El marqués de Txorrapelada” mezclada con “El sonajero”, “Sakeo”, “Aquí huele como que han fumao” y “Bienvenidos a Degüelto”. Aunque tienen un rollo muy acorde con el cartel, siempre damos gracias cuando el metal nos atropella.
Mediaba la tarde cuando el pecado de la Envidia Kotxina se llevó por delante el descanso postmetal. Acaecían con tiempo por delante, pero tonterías las justas: rápidos, ruidosos y urgentes. “Con y contra quién”, “Malos pensamientos”, “Un madero mil lapiceros”, “Fantasmas del pasado”… El respiro no cabía en el calendario, el público enajenaba y el sol se ocultaba entre nubes como si quisiera echarse a un lado.
Saben a lo que vienen, sus seguidores buscan lo que buscan; la comunión es mística, todo va encajando. El núcleo de los aledaños, gigante, bien por ellos. Y por otras, obvio; lo que pasa que se ve venir donde andamos cada uno. “Deskiziao”, “El país de Alicia”, “Día tras día” y “Daños colaterales” reventaron el suelo y las gargantas. Apoteosis que tendremos que repetir.
Por cantidad de tiempo y horario adjudicado, El Drogas se presentaba como cabeza de cartel. Las 20:10, con el sol ya languidecido, se antojaba idílico. La banda que le acompaña, absolutamente brutal aun con Brigi ahora en otras tareas, un setlist infalible para cualquiera que sepa de qué hablamos y un señor Villarreal que maneja la escena como Dios, no dan más opciones que la victoria suprema.
¿O acaso imaginas pasando desapercibidas “En la silla eléctrica”, “Esperando en un billar” o “Barrio conflictivo”? Empiezas así y enganchas al que ande intentando recargar la pulsera para comprar minis, arrastrándolo a los pogos o a cantar a grito pelado. Si alguna vez te has cruzado con él, sabrás que está “a gusto” siempre que la ocasión lo requiere; y el Pirata Madrid lo requería.
Rondaría la hora y media la puesta en escena, tiempo de sobra para que Koma se subieran a hacer compañía, para traficar con sueños entre los que acudieron a la cita a su llamada, explicar a los más jóvenes de dónde viene todo y regalar historia a ritmo machacón. “Sean bienvenidos”, “Víctima”, “Okupación”, “Todos mirando”. Sí, “En blanco y negro” también. Cuando acabe este colosal regreso al pasado, miraremos hacia donde apunta su futuro. Pero por esto debemos darle las gracias.
En este punto de la noche, nos aguardaban casi 45 minutos hasta la siguiente actuación; sin embargo, se adelantó cerca de media hora, con lo que Non Servium nos pilló a contrapié. El Oi! punkarra de los madrileños se lo llevó de calle. A nivel personal, he coincidido con ellos en varios festis y siempre revientan.
No soy conocedor de su obra en profundidad, cierto es. Lo que pasa que según te rocían con su barbarie, yo, amante de la tralla bruta, me dejo sepultar. A tenor del número de camisetas vistas por el recinto, eran de los esperados, así que imaginaos la revuelta que se preparó con cada latigazo que soltaron. Triunfo sin paliativos.
Para enganchar rápido con el campo de batalla y engranar un último baile bravío, Lendakaris Muertos no permitieron que el propósito se desvaneciera. Otros favoritos de la audiencia, aceleraron al máximo en una locura de corte tras corte, saltos, punk rock, carreras y caja-bombo-plato en vena.
Eran esperados, muy esperados. Satisficieron y derrotaron al cansancio, si es que alguien lo sufría; pusieron del revés una noche no tan fría como podríamos imaginar, evocaron al divertimento, al desenfreno y se ayudaron de “Estamos en esto por las drogas”, “El último txakurra”, “Fuimos ikastoleros”, “Tormenta de mierda”, “Cómeme la franja de Gaza”, “Nunca más volverás a aplaudir en un avión”, “Centro comercial”, “Gora España”, “El 4K se llevó a mi chica”, “ETA, deja alguna discoteca” u “Oso panda”.
A todo trapo llegaron, a todo trapo se fueron. Fiesta, desenfreno y un ambiente enloquecido, que templó cuando cerró el telón.
Def Con Dos tenían la encomienda de poner la guinda, pero tras ya cerca de diez horas de ajetreo, el público, en amplio número influenciado por el lado más punk del cartel, se fue desvaneciendo. No nos quedamos cuatro gatos allí, no; aguantaban estoicos un montón de seguidores, de gente sin ganas de irse a la cama, de otros que, total, ya les daba igual casi todo… Pero amigo, esta gente sabe de qué va esto.
Llevan 30 años dando guerra, guardan temazos bajo la almohada, su concepto sigue vigente y son un vendaval en las tablas. Además, siempre diré que Alberto Marín es heavy metal.
Si El Drogas habíamos visto antes que sigue revisitando historia, los Def también anduvieron echando atrás, hasta el ‘Armas pal pueblo’, con lo que “Condición de defensa”, “Acción mutante” y “Juguemos con objetos punzantes” van en línea de ataque.
Lo que nos llegaba al oído tenía irregularidades y eso que nos bajamos a primera fila, aunque la ecualización se fue acomodando. Cayó la breve “NPC” que usaron para esclarecer que se viene nuevo disco, saltamos al ritmo de “El coche no” y “De cacería”, aunque cantar eso de “tres mortales contra el diablo” en “El día de la bestia” sigue siendo legendario.
Y se acabó. Con margen de mejora, el Pirata seguro que sigue creciendo, porque la iniciativa lo vale.
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