Crónicas
Metallica + Five Finger Death Punch + Ice Nine Kills (domingo): Campeones del metal
«En la noche en la que la Selección Española se proclamaba campeona de la Eurocopa por cuarta vez, Metallica ratificaba su trono del metal internacional por vez enésima»
14 julio 2024
Estadio Metropolitano, Madrid
Texto: Jason Cenador. Fotos: Alfonso Dávila
Cuando un equipo es campeón de algo, rara vez es fruto de la casualidad. Los triunfos emanados de la suerte o de puntuales momentos de lucidez son raros y, con frecuencia, efímeros. Sobran ejemplos de one hit wonders, de figuras que subieron tan rápido como se sumieron en el declive. Pueden vivir de las rentas si el hito es lo suficientemente memorable, pero jamás alcanzar el estatus de los auténticos campeones, los que lo son por décadas, los que no abandonan la cúspide. En la noche en la que la Selección Española se proclamaba campeona de la Eurocopa por cuarta vez, Metallica ratificaba su trono del metal internacional por vez enésima, y lo hacía en un show tan histórico como otros tantos en el Estadio Metropolitano de Madrid. (Lee aquí la crónica del viernes)
El colosal recinto lucía más bien semivacío cuando, procedentes de Boston, Ice Nine Kills presentaban ante nosotros sus credenciales para campeonar a futuro en la escena del metal internacional. Lo hacían sobre el escenario circular de Metallica, en el que no es difícil verse obligado a hacer un barrido visual exhaustivo para localizar la ubicación de cada músico. Creo que ganarían sobre un tablado más compacto, pero, no obstante, lograron sacar partido a la enorme superficie diáfana exprimiéndola para las diferentes performances basadas en películas de terror que aliñaban cada una de sus canciones en vivo.
La archiconocida sintonía de ‘Peaky Blinders’, ese temazo de Nick Cave & The Bad Seeds titulado “Red Right Hand”, resonó en el estadio mientras subían a escena para acometer una rotunda y eficaz “Savages” con la que pusieron sin dilaciones los puntos sobre las íes, dejando bien claro que no estaban ahí por casualidad. Ya entonces, unos tipos con pintas no muy amigables portando motosierras completaban un espectáculo que, en lo estrictamente musical y pese a un sonido embarullado y con más eco de la cuenta, fue inapelable. En “Hip to Be Scared”, temazo inspirado en American Psycho y con cambios de ritmo que hacen de ella una auténtica montaña rusa de subidas agresivas y bajadas melódicas y candentes, el sólido vocalista Spencer Charnas la emprendió a hachazos con un pobre hombre cuya cabeza después expuso de trofeo y jugó al fútbol con ella. Aún quedaba para el partido, pero había que ir calentando.
Un pasaje circense dio paso a la muy coreable “Ex-Mortis”, basada en Posesión Infernal, en la que una habilidosa bailarina aparentemente poseída o con pintas de haber ingerido gambas en mal estado esquivaba con pericia los hachazos del cantante. Más extrema y groove resultó “Wurst Vacation”, en la que demostraron lo bien que se desenvuelven en terrenos de brutalidad desaforada, con especial hincapié en la eficacia con que Charnas alterna guturales y voces melódicas. Basada en Hostel, todo tipo de acontecimientos grotescos y sanguinarios fueron representados en escena. No era tiempo de cantar a los pajaritos.
Si en registros abrasivos desempeñan un papel indiscutible, no es menos cuanto toca levantar el pie del acelerador, y “A Grave Mistake” sonó impecable, emocionante y profunda, en contraste con la poderosa “Rainy Day”, en una onda de groove metal melódico contemporáneo americano perfectamente ejecutado. Sustentada en Resident Evil, en ella merece mención especial el tipo que corrió con velocidad por todo el escenario escapando de unos zombis con malas intenciones.
Tremendamente empastados siguieron sonando en “The Shower Scene” (creo que no hace falta señalar a qué célebre escena de la ducha se refiere) y “The American Nightmare”, en la que el cantante portaba una mano con cuchillas al más puro estilo Freddy Krueger. Con ella culminaron un concierto excelente de una banda a la que, sin duda, merece mucho la pena ver. Yo estoy deseando pillarlos en sala, donde, estoy convencido, se lucirá todavía más.
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El intermedio entre Ice Nine Kills y Five Finger Death Punch sirvió para refrigerarse mientras las pantallas proyectaban el divertidísimo y muy gore anuncio de animación de Liquid Death (sí, la bebida que Ozzy Osbourne recomendó no esnifar), un loable vídeo protagonizado por James Hetfield y Robert Trujillo en pos de la prevención del suicidio o un reportaje sobre los hitos de All Within My Hands, la fundación benéfica de Metallica. Sí, son campeones, pero con valores e implicación por los desfavorecidos a lo largo y ancho del mundo. Y eso les hace más grandes.
La afluencia seguía creciendo cada vez a mayor ritmo cuando Five Finger Death Punch, banda sobradamente conocida y celebrada por una porción nada desdeñable de los asistentes, emergió en escena como un auténtico huracán al son de la avasalladora “Lift Me Up”, demostrando por qué es uno de los nombres más aplaudidos del groove metal del siglo XXI, cada vez más cerca de conquistar la vitola de clásicos del género. “Trouble” tomó el testigo con firmeza, rocosidad y un Ivan Moody imbuido en su habitual atuendo rojo en inmejorables condiciones. También se luce y de qué manera en directo el guitarrista y fundador de la banda Zoltan Bathory que, en perfecta comunión con el más recientemente incorporado Andy James, exprime con garra y maña a partes iguales las posibilidades de sus seis cuerdas.
El desahogo a la americana de “Wash It Away” dio paso al himno que es “Jekyll and Hyde”, con un estribillo muy acompañado por los presentes. No se sustrajo Moody de hacer alusión a la final de la Eurocopa, preguntando al público qué pensaba de Inglaterra y recibiendo unos abucheos que él extrapoló a terrenos ajenos a lo deportivo con un controvertido “¡exacto, que os jodan!” en alusión al país. Después hizo la misma pregunta con España, recibiendo la reacción opuesta de los presentes y coronándolo con un “olé, olé”. Alguien tiene que explicar alguna vez a los músicos de fuera que el cántico que todos hacemos es “oé, oé”, no “olé, olé”. Y que no desayunamos sangría.
En un perfecto equilibrio entre abrumadora densidad groovemetalera y melodía digerible y envolvente desplegaron su propia versión de “The House of the Rising Sun”, a la que, a decir verdad, le sacan un excelente partido y que fue inaugurada por Ivan Moody cantando a capela, e “IOU”, antes de que Moody confesase con cierta congoja que a veces se sentía atrapado en el lado equivocado del cielo para dar paso a la homónima “Wrong Side of Heaven”. Otrora fiero y más polémico, y actualmente limpio de sus adicciones, el cantante ahora se muestra tremendamente cercano y afable con el público, hasta el punto de que recorrió todo el foso compartiendo afectuosamente la canción con las primeras filas.
La química entre banda y audiencia siguió en cotas álgidas mientras atronaban las corrosivas y al mismo tiempo contagiosas “Never Enough” y “Welcome to the Circus”, en la que fue el pintoresco bajista Chris Kael quien bajó del escenario para acercarse al respetable. Con uno de los asistentes del Snake Pit (la zona interior del escenario a la que tantos querrían poder acceder) tuvo un bonito gesto Moody en “Under and Over It”, al coger su teléfono móvil y filmarse unos instantes en escena, todo antes de que “The Bleeding” pusiera la guinda a un show difícil de discutir que fue, tal y como Ivan Moody aseveró, el último del año en Europa. Un buen rato después de su conclusión, los músicos seguían saludando a la gente frente a las vallas demostrando una encomiable cercanía y terrenalidad. Eso sí, todavía estoy esperando el concierto en el que toquen entera “Far From Home”. ¿Alguien puede recoger firmas?
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Mientras millones de personas contaban los minutos para que el árbitro pitase el inicio del partido en la final de la Eurocopa contra Inglaterra, varias decenas de miles hacíamos lo propio para que “The Ecstasy of Gold” del siempre recordado Ennio Morricone sonase en el Metropolitano mientras se proyectaban imágenes de Silent Hill en las múltiples pantallas que coronaban las torretas de sonido. Fue, tras “It’s a Long Way to the Top (If You Wanna Rock and Roll)” de AC/DC, la llama que prendió la mecha de una gala de Metallica que fue apoteósica de principio a fin y que arrancó como un auténtico vendaval y de manera casi insuperable gracias al salvaje torrente de alto voltaje que es “Whiplash”. Ahí estaban los cuatro jinetes de San Francisco, los cuatro animales que siguen en un estado físico y musical tan pletórico que solo los inevitables cambios de aspecto nos indican que los años han pasado por ellos. De verdad, conozco a mucha gente de veinticinco años menos que no tienen ni la mitad de la cuarta parte de energía. ¿Qué clase de Colacao desayunarán?
El concierto de Metallica no iba a ser de modo alguno un in crescendo hasta el éxtasis, sino que se asemejó más bien a la aceleración de un Fórmula 1. De cero a cien en segundos y a velocidad de crucero. Así pues, “For Whom the Bell Tolls” perpetuó una catarsis colectiva de buenas a primeras instaurada, con una pegada inmensa y un Kirk Hammett excelso en la guitarra, cuyo solo construyó un indestructible puente hacia “Ride the Lightning”, otro trallazo histórico en el que los rayos azules de las pantallas nos traían a colación la portada de aquel disco inolvidable.
Metallica parece jugar en casa en cada concierto independientemente de sus coordenadas, y en Madrid no fue menos. Tienen como factor campo ese escenario al que ellos sacan un partido absoluto, con la batería de Lars Ulrich emergiendo a lo largo del concierto en cuatro puntos diferentes y el resto de los integrantes recorriéndolo con ecuanimidad, sin por ello dejar de juntarse entre ellos exhibiendo, de paso, la perfecta sintonía que reina en la formación.
James Hetfield sigue preservando su arrolladora personalidad vocal y su garganta parece no haberse erosionado con los años. Su forma de rasgar, su visceralidad cuando toca, su estupenda afinación y, sobre todo, la energía y convicción con la que se enfrenta al micrófono le dotan de una fiabilidad absoluta, como absoluta también es la de su labor a la guitarra y la pericia con la que un Kirk Hammett pletórico durante todo el show encara sus afilados hachazos eléctricos y sus trepidantes solos impecablemente ejecutados. Nada que objetar tampoco a la robustez de Robert Trujillo al bajo y a la pegada de Lars Ulrich a la batería. Sonaron excelentemente empastados y convincentemente orgánicos. Son una máquina perfectamente engrasada sin necesidad de artificio alguno. Una máquina muy, muy ruidosa. Benditos decibelios.
Comentó el frontman que habían pasado un tiempo excelente en Madrid y que echarían de menos la ciudad antes de echarle más y más leña al fuego con una “The Memory Remains” que funcionó sorprendentemente bien en directo, con un público entregadísimo que coreó masivamente a viva voz hasta el final su melodía hasta que solo el charles de Lars fuera su único acompañamiento bajo los focos.
El amarillo característico de su último disco, ’72 Seasons’, lo inundó todo para que “Lux Æterna” resplandeciese con inusitada energía, poniendo de relieve que también himnos de nuevo cuño los mantienen vivos y en la picota. Siguieron reivindicando su más reciente material acto seguido con “Too Far Gone?”, antes de uno de los momentos más especiales e inesperados de la velada, en el que James Hetfield presentó a sus “dos amigos” Kirk Hammett y Robert Trujillo anticipándonos una sorpresa en clave local. Tomó entonces la palabra el bajista explicando que les encanta conocer artistas y bandas locales de los lugares en los que tocan y reivindicando la figura de Miguel Ríos antes de lanzarse ambos a tocar el mítico “Bienvenidos” del veterano rockero granadino, con Trujillo cantándola en un esforzado y meritorio castellano. Los ojos de los presentes, como platos ante lo que acontecía. ¡Qué bueno!
Si aquello era un auténtico hervidero, el ambiente alcanzó las cualidades físicas del plasma al calentarse todavía más al son de “Welcome Home (Sanitarium)” y “Wherever I May Roam”, dos cañonazos absolutos defendidos con matrícula de honor. En la segunda, además, Robert Trujillo tocó sobre una plataforma que se desplazó sobre el público de lado a lado del círculo interior del escenario.
Con menos efusividad fue recibida “The Call of Ktulu”, aunque su efervescencia instrumental fue de fábula, configurando el pretexto perfecto para que Hamett y Hetfield, que tocaba una llamativa guitarra con una figura del propio Cthulhu dibujada, se luciesen de lo lindo. “The Unforgiven” nos transportó luego a la vertiente más penetrante y expresiva de unos Metallica que seguían sonando exquisitos en la ejecución.
James Hetfield presentó como una canción que han tocado pocas veces y que es más bien larga, “pero a quién le importa”, el tema que cierra ’72 Seasons’, “Inamorata”. Pocas demostraciones más de seguridad en su momento actual que tocar el último corte del último disco, con más de once minutos de duración. Tal vez no fue el más aclamado, pero esto también es Metallica, una banda de presente y, todavía, de futuro. El pasado es glorioso, pero para que el mañana también lo sea hay que seguir trabajándolo día a día, y ellos llevan esa máxima hasta las últimas consecuencias. Bravo.
En un throw back repentino y más que bienvenido, nos plantamos nuevamente en 1984 para que, tempestuosa y afilada, la cuarta canción de la noche extraída de ‘Ride the Lightning’, en este caso “Fight Fire With Fire”, nos trajese a colación la faceta más thrasher y destructiva de los californianos, que sirvió además de desahogo para quienes se enteraban en ese momento de que Inglaterra había empatado el gol inicial de Nico Williams en la Eurocopa. Había partido y también quedaba concierto. Y nosotros, a lo que estábamos.
No habíamos visto pirotecnia en todo el concierto hasta que hicieron sonar con una eficacia a prueba de bombas “Moth into Flame”, convertida ya casi en un clásico de la banda y gloriosa en directo. Durante ella, parte de los presentes cantaron el gol definitivo de Oyarzabal que daría el título continental a la Selección Española, aunque a un servidor le emocionó sustancialmente más el arranque, con más pirotecnia en escena, de “One”, una delicia absoluta en la que nuestras cervicales pasaron la prueba de fuego. Qué himno, y qué bien siguen funcionando sus dinámicas y sus cambios de intensidad en directo. Obra maestra.
El júbilo era generalizado al pitar el árbitro el final del partido (fue difícil no enterarse con la celebración de parte de la grada), pero la conclusión de la apoteosis que estaban propiciando los campeones del metal todavía estaba a una canción de distancia, y no era una canción cualquiera. “Enter Sandman” fue la banda sonora para uno de esos momentos por los que merece la pena estar vivos, para un éxtasis colectivo que resonó grueso y elocuente mientras multitud de balones hinchables enormes recorrían el público. De portero, un miembro del staff de la banda que, dadas las particularidades del escenario, estaba parando las pelotas que se dirigían a la batería de Hetfield, no se fuera a liar.
Cuando la fiesta culminó por todo lo alto, Robert Trujillo felicitó a los presentes por la victoria en la Eurocopa y por el triunfo de Carlos Alcaraz en Wimbeldon, y cantó aquello de "yo soy español, español, español". El estadio coreaba “¡campeones, campeones!” con entusiasmo. Sí, es verdad: acabamos de vivir otra noche de gloria absoluta a cargo de los auténticos campeones del metal internacional. Y ahora, a celebrar lo vivido.
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3 comentarios
Pedazo de resumen hacia el gran concierto que se marcaron los históricos METALLICA en su segundo concierto en Madrid presentando su última placa de estudio junto a sus temas más conocidos. También estuvieron cañeros y a la altura los FIVE FINGER DEATH PUNCH junto a ICE NINE KILLS.
Me llega muy adentro que hayas mencionado Far from home de Five Finger Death Punch.Es la canción que le cante cada día que estuve en neonatos con mi hijo, que nació con 1kg de peso en la semana 31. Hoy en día, con algo más de 2 años y medio está bien, por lo tanto como no le voy a tener un especial cariño esa canción que me acompaño tanto tiempo en tiempos tan difíciles.... No la he podido escuchar en directo, me encantaría pero me conformo con haber podido ver al grupo, aunque sea de teloneros.
Conciertazo