LO ÚLTIMO

Crónica de Leprous + Gåte en Barcelona: Atmósfera irrepetible

La noche respira como un cuerpo antiguo que despierta entre acordes. La sala Apolo se abre como una garganta roja y azul donde el sonido se hace carne. Markus Hentunen, arquitecto del vértigo, guía la corriente eléctrica de una emoción contenida, y cada riff de Juha Rapanen es una hebra más en el tejido de una ceremonia que apenas empieza. El bajo de Maijala y la batería de Mieskonen laten con la regularidad de un corazón metálico; su ritmo abre la grieta por la que entran la sombra y el resplandor.

(Por motivos laborales, no pude asistir al concierto de Royal Sorrow)

Desde un umbral emerge Gåte: el metal se ablanda, se vuelve madera y raíz. Gunnhild Sundli canta y su voz parece arrastrar siglos; suena a niebla, a roca y a agua que recuerda. El folclore noruego se mezcla con el temblor eléctrico del presente, y cada tema abre un portal donde lo ancestral se funde con lo sagrado. La banda ofrece una mezcla de himnos conocidos, como “Skarvane” y “Svarteboka”, con nuevo material (“Oskorsreia”, “Sannsiger”), donde la fuerza del rock se une a la melancolía del folclore escandinavo gracias a la instrumentación. El clímax con “Ulveham” y el cierre con “Bannlyst” dejan a todos en un estado de silencio expectante, cargado de solemnidad, marcando el inicio de la inmersión.

Gåte

Cuando las luces finalmente se apagan, aparece Leprous y la sala se convierte en una caja negra. El tenue resplandor de los focos azules y rojos apenas delinea las siluetas de los músicos, con la imponente portada de 'Melodies of Atonement' como telón de fondo. La entrada con “Silently Walking Alone” es un susurro que crece hasta ser un rugido controlado, esa progresión marca de la casa que te agarra suavemente para luego zarandearte. El público, lejos de la incesante grabación con móviles de otros espectáculos, se mantiene hipnotizado, casi inmóvil. Se respira una necesidad palpable de sentir la música, no solo de verla.

Leprous

La primera mitad del set navega por la intensidad emocional de su repertorio reciente. En “Illuminate” y “Bonneville”, la voz de Einar Solberg (voz y teclados) es el hilo conductor: una herramienta de precisión que se eleva a lo inalcanzable para luego desplomarse en la vulnerabilidad. Verlo contorsionarse, casi retorcerse con la emoción, es ser testigo de un exorcismo personal. El guitarrista Tor Oddmund Suhrke se mantiene sobrio en su expresión, pero su trabajo con las texturas y los riffs sutiles en “I Hear the Sirens” resulta fundamental para conservar esa tensión constante.

Leprous

El momento de la improvisación llega con la versión de “Take On Me” de A-ha. Lejos de ser un chiste fácil, la interpretación de Leprous es un ejercicio de deconstrucción que transforma el ícono pop en una pieza dramática, épica, que provoca una liberación de energía en la sala. Es la única pausa luminosa antes de volver a sumergirnos en “Alleviate” y “Below”.

A mitad del concierto, Einar Solberg toma el micrófono para dirigirse al público, siendo el principal interlocutor entre la banda y la audiencia. En un momento de conexión nostálgica, pregunta con su característica intensidad: "¿Recordáis aquella actuación en 2010 como teloneros de Therion en Razzmatazz?". La mención enciende un grito de reconocimiento entre los fans más veteranos, estableciendo un puente entre el pasado y el presente de la banda en Barcelona.

El setlist se mantiene tenso, con picos de intensidad en “Passing” y “The Price”. El trabajo de Baard Kolstad (batería) es un metrónomo orgánico; su destreza en la percusión, precisa y dinámica, obliga a mover el cuerpo al ritmo de los beats más intrincados. En “Like a Sunken Ship”, junto a Robin Ognedal (guitarra y coros), demuestran la cohesión instrumental del quinteto. Ognedal y Suhrke tejen capas complejas de guitarras que conforman el esqueleto armónico perfecto para los quiebres vocales de Einar.

Un contratiempo realza la naturaleza viva del espectáculo. Justo antes del potente “From the Flame”, Simen Børven (bajo y coros) sufre un problema técnico: su bajo no deja de emitir un fuerte crujido que obliga a detenerse. La banda se toma un momento para “recargar” el instrumento y, en ese breve impasse, la profesionalidad y el buen humor del grupo evitan que la tensión decaiga.

Tras “Rewind” y “Castaway Angels”, el bloque final lleva la emoción a su punto máximo. El clímax llega con el bis: “Atonement” actúa como una especie de absolución, un tema que encapsula la belleza melancólica de su nuevo trabajo. Finalmente, el verdadero final, el que te deja sin aire, es el épico cierre de “The Sky Is Red”. El setlist lo marca como encore final, y no hay palabras, solo música. Una ola de sonido apocalíptico que crece y crece, una exhibición catártica donde cada músico parece poseído por el pulso de la canción.

Leprous

La despedida se sella con un frenético duelo de percusión y teclados entre Baard Kolstad y Einar Solberg, un último alarde de virtuosismo y teatralidad antes de que la banda se retire en medio de una ovación reverente.

Cuando el eco se disuelve y la sala vuelve a ser silencio, queda suspendido un resplandor invisible: la vibración de algo que ya no pertenece al mundo cotidiano. La noche, exhausta y plena, guarda en sus paredes el rastro de una comunión efímera, un temblor que no cesa. Leprous abandona el escenario, pero su sonido permanece, flotando como una llama que no necesita cuerpo. La Apolo respira de nuevo, pero lo hace más despacio, como si la realidad doliera un poco después del éxtasis. Afuera, la ciudad continúa su ruido habitual, ignorante del ritual que acaba de celebrarse. Dentro, quienes lo vivieron saben que algo ha cambiado: la música los ha atravesado, ha abierto una grieta luminosa donde la melancolía y la belleza se tocan. Y en esa herida —fría, pura, necesaria— todavía resuena el último acorde, como un corazón que se niega a apagarse.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

MariskalRock.com
Resumen de privacidad

Desde este panel podrá configurar las cookies que el sitio web puede instalar en su navegador, excepto las cookies técnicas o funcionales que son necesarias para la navegación y la utilización de las diferentes opciones o servicios que se ofrecen.

Las cookies seleccionadas indican que el usuario autoriza la instalación en su navegador y el tratamiento de datos bajo las condiciones reflejadas en la Política de cookies.

El usuario puede marcar o desmarcar el selector según se desee aceptar o rechazar la instalación de cookies.