Los italianos Lacuna Coil protagonizaron otra noche de poderío aplastante y monumental efectividad en Barcelona, dentro de la gira de presentación de su aclamado último álbum, 'Sleepless Empire', publicado este mismo año. Los acompañaban Nonpoint para redondear un show en el que las emociones, la melodía y la brutalidad confluyeron en un equilibrio casi místico.
Nonpoint demostró su veteranía de tres décadas con una actuación de martillo percutor en la Sala Apolo. Liderada por Elías Soriano, la banda descargó una metralla precisa de nu, thrash y rap metal, arrancando con la demolición de "Breaking Skin" y el groove pesado de temas como "Chaos and Earthquake".

El show alcanzó picos épicos con la versión de "In The Air Tonight" y un momento de conexión brutal: la interpretación de "Rabia", cantada en español, que desató el furor. El cierre, con los himnos "Alive and Kicking" y "Bullet", cumplió su misión. Su potente fusión, contraste ideal para lo que venía, fue el fuego que templó el acero de la audiencia, dejando una atmósfera hirviente y la sensación de haber presenciado un espectáculo de energía pura y sin concesiones.
El aire se saturó de una expectativa casi palpable y de un incienso invisible. A los gritos de "¡Lacuna Coil, Lacuna Coil!", los italianos emergieron como figuras extraídas de un lienzo barroco, con la percusión marcial del batería anunciando la llegada. El escenario, elevado por una tarima discreta, se convirtió en el púlpito desde donde Andrea Ferro y Cristina Scabbia oficiaron la misa negra. La escenografía, minimalista, confiaba en la fuerza de la música, en la teatralidad inherente de sus vestimentas y al body paint de los músicos.
La voz se hizo carne y tinieblas con “Layers of Time” y “Reckless”, un dúo inaugural extraído de su noveno álbum ‘Black Anima’, donde cada nota era una capa desprendida de la realidad. El conjuro continuó con “Hosting the Shadow” y “Kill the Light”, temas de su décimo disco ‘Sleepless Empire’, demostrando que, tras más de tres décadas, la fuente de su metal gótico europeo seguía manando con vigor renovado.
El tándem vocal es la metáfora viva de Lacuna Coil: el grito visceral y cavernoso de Andrea, que ancla el sonido a la tierra del metal contundente, se funde y se choca con el canto de sirena, la inconfundible voz de contralto (ahora más cercana a mezzo) de Cristina Scabbia. Ella, enfundada en una capucha, era la sacerdotisa que guiaba las almas a través de la neblina; su presencia, un faro de elegancia tétrica que saludaba a Barcelona.

El setlist, una inmersión en la última década de su producción, se sucedía como un rosario de cuentas oscuras. “Die & Rise” y “Spellbound" eran la demostración de esa alquimia: la melodía que abraza a la aspereza. El intermedio, con “In the Mean Time” e “Intoxicated", funcionó como el nudo de una trama shakesperiana donde las emociones se agolpan.
La caída libre de “Downfall" nos llevó a un momento cumbre y nostálgico: “Heaven's a Lie XX”, la resurrección de un clásico con nuevos ropajes, un puente hacia el pasado que se niega a desaparecer. El ritual se hizo más solemne bajo el manto rojo que cubría el escenario para “In Nomine Patris". Si la música de Lacuna Coil es un leitmotiv tétrico que da paso al metal, esta canción era el corazón de la liturgia y una invocación que resonaba con la fuerza de un credo. La cadencia continuó con la opresiva arquitectura de “The House of Shame" y la furia contenida de “Blood, Tears, Dust".
El tramo final del concierto fue una exhalación de pura energía. “Gravity” y “Oxygen" representaban la dicotomía vital de la banda y el peso de lo terrenal contra la necesidad del aire. La antepenúltima, “Nothing Stands in Our Way”, se alzó como un himno de resistencia, un puño en alto coreado por un público que, en las primeras filas, manifestaba la catarsis con lágrimas y gritos desgañitados. La banda, con la química intacta entre sus fundadores, la solidez del bajista Marco Coti Zelati, el nuevo guitarrista Daniele Salomone y el acrobático batería Richard Meiz, se veía genuinamente encantada por el cálido recibimiento de una Apolo que colgaba un cartel bastante generoso para los parroquianos del metal.

El público, ya en trance, demandó el retorno de la banda. Los bises fueron la bendición final. “The Siege” fue la primera embestida del encore, seguida por el filo cortante de “I Wish You Were Dead”. El otro guiño a su discografía pretérita fue “Swamped XX”, otra pieza antigua que demostraba la capacidad de la agrupación para reinterpretar su legado sin perder la esencia.
El telón cayó definitivamente con “Never Dawn”, una declaración de intenciones que hizo que toda la sala alzara los puños al cielo, sellando el pacto de la noche.
Lacuna Coil demostró en Barcelona que no solo son referentes del metal gótico europeo, sino que son arquitectos de emociones. Su música es la fusión de dos aguas que, lejos de anularse, crean un torrente caudaloso, melódico y contundente. Más de treinta años después, su imperio se sostiene no en cimientos de piedra, sino en las capas de tiempo y la conexión emocional que tejen entre la oscuridad del metal y la luz de la voz de sirena.
Una noche que fue, en esencia, la demostración de que siguen en una forma envidiable y que su décimo álbum, ‘Sleepless Empire’, tiene aún mucho que reinar. El corazón de Milán es de hierro, pero su sangre es cálida.
Un comentario
Cojonudo resumen hacia el gran concierto que ofrecieron los milaneses LACUNA COIL a través de su nuevo álbum en la Sala Apolo.