Crónicas
Crónica de Hellfest 2018 (sábado 23 de junio)
«Si bien el viernes estaba más consagrado a sonidos tradicionales con ráfagas de hardcore y punk añejo, el sábado se haría notar por su mezcla de estilos»
23 junio 2018
Clisson, Francia.
Texto: Irene Díaz. Fotos: Íñigo Malvido
Llegamos a la pista de salida de este sábado. Tras un amanecer un tanto lento, ya se deja notar el clima de letargo y cansancio del día anterior. Anticipando esta jornada llena de fusión y eclecticismo, recordamos que desde hace ya unas cuantas ediciones cada jornada del Hellfest tiene un estilo característico. Si bien el viernes estaba más consagrado a sonidos tradicionales con ráfagas de hardcore y punk añejo, el sábado se haría notar por sonidos más alternativos y mezclas de estilos no aptas para todos los oídos: partimos desde el jazz, punk y hip hop para llegar a las notas paganas del folklore nórdico.
Destacó de la mañana de este segundo día Tremonti, quien con su inconfundible tema “Dust” calentaría motores para el resto de la jornada. También fue apabullante la energía de los insolentes y reivindicativos Ho9909. La banda de Los Ángeles fue uno de los descubrimientos de la mañana, combinando hardcore y punk vertiginoso con toques de hip hop híbrido y electrónica. Y es verdad que en este sábado veríamos más de una banda dedicada a la fusión del hip hop, como Body Count, con su ya tradicional himno “Body Count’s in the house”, ya asiduos al Hellfest. En esta edición no derrocharon la energía de otros años.
Parada rápida para ver a los originales Heilug: los daneses dieron, sin duda, la nota folclórica y pagana de la tarde, con sus vestiduras tradicionales invitando a la batalla y sus cantos precristianos; de hecho, abarrotaron el Temple. Los franceses Pleymo dejaron bien claro que jugaban en casa. Los de Fontenebleau fueron testigos de una marea de aficionados en esta segunda jornada en el Main Stage. ¡Impresionantes! Provocaron un apoteósico wall of death que pudimos disfrutar desde las pantallas. La etiqueta de ser los Korn franceses no se les queda grande. Destacaron “Ce Soir C'est Grand Soir“, “Tout Le Monde Se Lève“, “Le nouveau monde“ y “Zephyr“.
El punto álgido de la jornada comenzaría a entradas horas de la tarde en el Main Stage a manos de la banda del frontman Matthew Tuck, Bullet for my Valentine. Han pasado nada menos que 12 años desde que su debut, ‘The Poison’, les catapultara como una de las bandas trend en la escena británica. Para esta edición del Hellfest, el cuarteto galés se arrancó entre el vocerío con un “Don’t Need You” de su quinto álbum y “Over It”, con un sonido más refinado en comparación con sus álbumes mas veteranos. Tuck parecía, en un principio, estar un poco dormido, pero tras dos riffs rápidos llegarían “Your Betrayal” y “4 Words”, coreadas al unísono, provocando la escenificación más energizante del frontman inglés. La electrificante "The Last Fight" seria testigo de una marea de crowdsurfing. El líder Matt Tuck ni siquiera necesitó cantar durante canciones pesadas notables como "Worthless", "Scream Aim Fire" y "The Poison". El miembro más reciente, el baterista Jason Bowld, mostró sus habilidades detrás del kit mientras desataba un solo de batería como preludio al “Scream Aim Fire” y “Piece of me”. Como broche de oro, uno de sus temas más famosos: "Tears Don’t Fall”. Bullet For My Valentine terminó su set con su thrasher "Waking the Demon", catapultando cientos de fans a las primeras filas.
Dejando el Main Stage a nuestras espaldas, nos dirigimos hacia dos de las citas esperadas de de la tarde en los escenarios secundarios: Enslaved y Madball. Madball, conjunto neoyorquino, lleva más de 30 años derrochando energía y buen rollo en sus directos. La actuación en el Warzone estaría liderada por su último álbum ‘For the Cause’, aunque pronto se vio acompañado de temas inconfundibles, invitándonos a saltar y participar en varios moshpits. Desde el opening con un “…you’re already dead, you just don’t know it yet” nos dejamos llevar con temas como “Set It Off”, “The Fog”, “Across Your Face” y “Pride” como cierre. Al mismo tiempo, al otro lado del ring de batalla, Enslaved se daba cita en el Temple. La banda noruega ha sufrido considerables cambios en sus 27 años de vida, pero los miembros fundadores Ivar Bjørnson y Grutle Kjellson permanecen al frente liderando una de las bandas claves de la legendaria escena noruega del black metal. A pesar de que comenzaron como una banda tradicional de esta escuela, su sonido ha sufrido cambios significativos a lo largo del tiempo, hoy en día más progresivo. Su último álbum, ‘E’ (2017), fue, de hecho, reconocido como uno de sus mejores lanzamientos hasta el momento. Con himnos como “Storm Son” o “Ruun”, que da nombre a su reconocido y epitimo álbum del 2006, Ivar conecta con el público por primera vez para introducir “One Thousand Years of Rain”, recordando que siempre llueve en su país de origen. La banda noruega cerraría con “Convoys to Nothingness” y A”llfǫðr Oðinn” de su demo de los 90.
La noche caía y, con ella, mareas de aficionados se contagiaban a última hora de la fiebre del sábado noche. Una de las gratas sorpresas de la velada fue la calidad de sonido de Deftones: la banda de Chino Moreno dio rienda suelta a una lección de elegancia y agudeza técnica a lo largo de su hora y media de gloria en el escenario principal. Con lengüetazos de energía, la banda californiana sigue, sin duda alguna, en forma. Con temas como “Around the Fur”, “Swerve City” y “Elite”, Chino enciende el escenario energético deslizándose de un lado a otro, mientras Stephen Carpenter a la guitarra principal, inmóvil pero seguro, dilapida lentos y solidos riffs. Abe Cunningham mantuvo el ritmo en la batería liderando el escenario con temas como “Digital Bath” y “Knife Prty”. Frank Delgado llenó los espacios de sonido con sus teclados y Sergio Vega en el bajo fue una bujía de chispa para mantener a la multitud enganchada a lo largo de toda la actuación. Desde que se lanzara su último álbum ‘Gore’, en 2016, los de Chino no han sacado nada nuevo. Oportunidad de lujo para poder disfrutar con temas tradicionales y diversos de todos sus álbumes de más renombre, como ‘White Pony’. Con “Diamond Eyes” y “Rocket Skates” llegaría el encore con la escalofriante “Engine #9”, “Nosebleed” y “7 Words” de su LP ‘Adrenaline’ del 95.
La nota insolente y cachonda de la noche llegaba a manos de Fred Durst, el frontman de Limb Bizkit, quien no ha estado nunca exento de polémica en la escena musical gracias a su rivalidad con otras bandas. Un ejemplo de esto es su “enfrentamiento” con Rage Against The Machine, una relación de amor-odio que parte desde cuando les arrebataron a RATM uno de los premios MTV allá por el 2000. Aun con todo eso, hay que decir que la banda de Florida amenizó a la energizante e impulsiva turba con karaoke, incluyendo temas de nombres legendarios de la escena rap, como Snoop Dog o Dr. Dre; y versionando cortes como “Killling in the Name” de RATM: una declaración de insolencia con la que el frontman dejaba claro que no dejaría de tocar canciones de la banda californiana. Y es que Limb Bizkit no ha lanzado nada interesante desde sus orígenes, por eso sus conciertos son siempre una mezcla de temas flashbacks del MTV noventero y karaoke escenificado. Con un atuendo un tanto peculiar, con pantalones floreados y guantes rojos, Fred Dust lideró algunas muy tipificadas y un tanto estridentes versiones como el “Purple Rain” (Prince), “Cowboys From Hell” (Pantera) en memoria al recientemente fallecido Vinnie Paul y pistas originales como “My Generation”. Cerró con versiones más extravagantes aún: “Thieves” (Ministry) y “Faith” (George Michael). Por cierto, su actuación protagonizó el momento más patriótico del festival, ya que Durst se arrancó a cantar “La Marseillaise”; después, preguntó al público dónde quedaba su patriotismo. En definitiva, todo un show, para bien y para mal.
Con tanta fusión, adaptación y guiños a estilos foráneos, echábamos de menos algo más cotidiano, limpio y diáfano… y qué mejor que de manos de Children of Bodom. Su show fue una teletransportación al pasado gracias la magnitud de su sonido, que perdura hoy en día. Como viene siendo habitual, los fineses, seguros y sobrios, nunca defraudan; además, incluyen material antiguo para deleite de sus fans más asiduos. Después de todos estos años, su rendimiento sigue siendo constante y siempre agradable de ver. Junto al teclado de Janne y los solos de guitarra de Alexi, su actuación fue uno de los soplos de aire fresco más importantes antes de llegar a los cabezas de cartel. Con temas como “I Worship Chaos”, “Living Dead Beat” y “Angels Don't Kill” convencieron al respetable. La melodía del teclado de Janne servía de preludio para uno de los iconos de la discografía del grupo, “Hate Crew Deathroll”, con su violento y pegadizo estribillo. Con puño en alto y animando a las primeras filas, Alexi se une a Janne para regalarnos un brillante “Downfall” que hizo temblar la carpa del Temple. ¡Todo un recital de metal! “Towards Dead End” fue un broche de lujo para los fineses. Pocas veces defraudan en directo.
La nota nostálgica y sentimental de la noche llegaría como preludio a Avenged Sevenfold, con un tributo al inconfundible Vinnie Paul de Pantera y Hellyeah. Desgraciadamente, seguimos perdiendo grandes figuras a pasos agigantados. Como viene siendo habitual en Hellfest y como ya viéramos en ediciones pasadas con el tributo a Lemmy y a Chris Cornell, un pantallazo solemne de salida nos pide guardar un minuto de silencio y así lo hicieron los miles de asistentes. La organización dispuso varias fotografías de Vinnie mientras sonaba solemne el majestuoso “Walk” de Pantera.
Un preludio un tanto amargo pero necesario que daba bienvenida a Avenged Sevenfold. Hemos de recordar que no es la primera vez que la banda hace tributo a algunos de los grandes, como harían con Bowie cuando falleció. Las pantallas de video que atraían las miradas de los fanáticos se extendían a lo largo de la parte trasera del escenario, con una extensión que daría cercanía al público. Tras “The Stage”, las luces electrificantes del escenario, con imágenes conceptuales, daban paso a “Hail to the King”. De principio a fin, el cantante M. Shadows mostró lo versátil que puede ser su voz: desde gruñidos duros de estilo metalcore hasta líneas vocales melódicas y limpias, aun con el hándicap de no poder cantar un par de canciones, dando paso a sus fans para hacer los coros. El show fue un paseo por toda su trayectoria musical a través de diferentes álbumes, para así atraer a todos los fanáticos de A7X de toda su trayectoria: desde “Welcome to the Family” hasta “God Damn”.
Himnos como "Nightmare" invitaban a levantar puños al aire a todos los fans, coreando al son debido a los problemas de Matt para continuar cantando. El guitarrista Synyster Gates corrió de la parte delantera a la parte posterior del escenario, dejando una declaración de elegancia con el solo preludio a “Buried Alived”. Hay que reconocer que la banda tiene dominada la interacción con el público. Cerraron como cabezas de cartel con “Bat Country”, “Shepherd of Fire” y “Unholy Confessiosn”.
Setlist: The Stage / Afterlife / Hail to the King / Welcome to the Family / God Damn / Buried / Alive / So Far Away / Nightmare / Eternal Rest / M.I.A. / Bat Country / Shepherd of Fire / Unholy Confessions
Sin casi quererlo nos daban la una de la madrugada. Tras la actuación del cabeza de cartel, se puede ver cómo muchos de los asistentes deciden abandonar el recinto. Aun así, todavía quedaría el broche de oro de esta segunda jornada con bandas como Dimmu Borgir. Solemnes como siempre, dejaron todo una lección de derroche de metal pesado, una de las particularidades de su estilo que más críticas ha generado. Aun con ello, el líder noruego, abarroto el tardío escenario con temas como “Gateways”, “Puritania” o “Council of Wolves and Snakes”. Cerraron a las dos de la mañana con “Progenies of the Great Apocalypse” y “Mourning Palace”. Así llegaba nuestro toque de queda, culminado por una ráfaga de fuegos artificiales de salida del recinto. Nos quedamos con ganas de repetir el domingo, tercer y último día de festival.
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