Bajo la lluvia, las luces y el rugido de miles de gargantas, el rock volvió a demostrar que no tiene fronteras ni edad. La llegada de Guns N’ Roses a El Salvador no solo significó un concierto, sino un encuentro histórico que unió a fanáticos de toda Centroamérica en una noche donde la nostalgia, la música y la pasión se fundieron en un mismo latido.
El Estadio Jorge “El Mágico” González se vistió de negro y cuero el pasado 4 de octubre de 2025, cuando toda la comunidad rockera convergió desde varios puntos del país y del resto de la región. Los pasos fronterizos (especialmente el de Honduras) colapsaron por días debido al Feriado Morazánico, lo que resultó el motivo perfecto para que miles de compatriotas, además de hacer turismo, tuvieran la oportunidad de ver a la banda en este país hermano.
La responsabilidad del evento recayó nuevamente en la empresa salvadoreña Star Ticket, que en el pasado ha trabajado con nombres importantes como Iron Maiden, Slayer, Megadeth, Scorpions y recientemente Judas Priest. El anuncio de su presentación en tierra salvadoreña generó una gran expectativa que ya se sentía como un éxito anticipado. Aunque originalmente el encuentro se realizaría en el Estadio Cuscatlán, se decidió cambiar de sede por motivos deportivos, siendo "El Mágico" el punto definitivo donde se llevaría a cabo el concierto.
Desde temprano, las calles aledañas al estadio se transformaron en un corredor de camisetas con el logo de los revólveres y las rosas cruzadas, bandanas rojas y un ambiente que rendía tributo a la escena angelina, especialmente a la del mítico Sunset Strip Boulevard. La magia de los 80 se respiraba en el aire, mientras los vendedores ambulantes ofrecían recuerdos de una noche que se intuía legendaria. Nadie quería perderse un evento de tal magnitud. Algunos llegaban con sus hijos, otros con amigos de juventud, pero todos compartían el mismo propósito: ver en carne y hueso a la banda que definió una era.
La expectativa crecía con el paso de las horas. Desde las graderías hasta el césped, la multitud se mantenía en una euforia contenida, ansiosa por escuchar el primer acorde. Para muchos, la cita con Guns N’ Roses era más que una presentación musical: era una conexión con su pasado, una oportunidad para reconciliarse con su juventud y revivir los días en que la rebeldía sonaba en vinilo.
Horas antes, miles se apostaban en las afueras del estadio. No se trataba solo de estar presentes, sino de ser parte de algo que quizá no se repetiría. Desde la Ciudad de Guatemala llegaron decenas de seguidores que habían esperado este momento por años. Entre ellos, un guitarrista y su antiguo maestro de música compartían la emoción de volver a ver juntos a la banda que marcó su vida. “Mi maestro me enseñó a tocar muchas canciones de los ochenta, y Guns N’ Roses fue una de las más grandes influencias”, contó emocionado. Recordaron que en su país la banda canceló dos veces: primero por un problema técnico con el escenario y luego por la pandemia. “Verlos aquí en El Salvador es cerrar una deuda pendiente”, añadió.
Para ellos, el viaje no fue solo físico, sino emocional. Revivir los acordes de 'Appetite for Destruction' y los himnos de 'Use Your Illusion' fue como abrir un portal a los años en que todo era posible. “Venir aquí es recordar por qué empezamos a tocar, por qué amamos el rock”, comentó su compañero. El grupo viajó en caravana, cruzando fronteras con la ilusión intacta y la certeza de que, a veces, el camino más largo es el que lleva al corazón a través de la música.
Por otro lado, Luis, Adriana y su hijo Matías, originarios de Santa Tecla, fueron una de las tantas familias que asistieron al evento. “Esta es una experiencia que vamos a recordar toda la vida”, aseguró Luis, quien aún conserva sus discos originales de los noventa. Matías, con apenas 13 años, vivía su primer concierto. “Desde pequeño me inculcaron el amor por el rock, y Guns ha sido una de mis bandas favoritas. Poder verlos en vivo es cumplir un sueño".
Mientras se aprestaban a entrar al estadio, Luis miró a su hijo con alegría y orgullo. En ese instante comprendió que el legado del rock no muere: se hereda. Lo que para el padre era nostalgia, para el hijo era descubrimiento; juntos representaban el puente entre generaciones que el rock ha sabido mantener con vida.
En nuestro recorrido conocimos a Osvaldo, quien viajó desde Managua, Nicaragua. Con su sombrero de Slash y una sonrisa, relató su travesía: “Fueron 12 horas por carretera: tres en la frontera de Nicaragua, una en la de Honduras y media hora en la de El Salvador. Pero cada kilómetro valió la pena”. Según contó, más de 200 nicaragüenses viajaron en caravanas de microbuses. “El Salvador nos ha tratado como hermanos, y esta noche venimos a celebrar la vida con rock.” Su deseo era escuchar "You Could Be Mine", la canción que marcó su juventud. “Si suena, me doy por servido”, dijo entre risas. Lo acompañaban amigos de distintos puntos del país, todos unidos por el mismo espíritu. “Venimos de diferentes caminos, pero hoy somos una sola voz". En su historia se resume la devoción de quienes atraviesan fronteras no por moda, sino por fe musical.
Con el paso de las horas y acercándose el momento cero, todo estaba perfectamente coordinado: un fuerte dispositivo de seguridad garantizaba el orden y la tranquilidad. Miembros de la Cruz Verde asistieron a varios fanáticos que, por deshidratación o agotamiento, se desmayaron. Sin embargo, lo evidente era que, en medio del orden, se respiraba paz, un ingrediente que predominó durante toda la jornada.
Ya entrada la tarde, a las 3:00 p. m. se abrieron los portones del estadio, y a partir de ahí la misión era una: ubicarse estratégicamente para presenciar lo que sucedería en unas horas. Poco a poco, el recinto se fue llenando, y a las 6:00 p. m. comenzó la fiesta con los locales RAN42K, una propuesta salvadoreña que demostró que el rock centroamericano vive y evoluciona. Con una mezcla de energía y precisión, el grupo se ganó los aplausos del público y la admiración de los fans extranjeros que veían por primera vez a un exponente local brillar a esa escala.
Carlos Garzona, vocalista del grupo, expresó que haber sido seleccionados como teloneros fue un honor y una responsabilidad. “Es el resultado de años de trabajo, disciplina y amor por la música. Compartir escenario con Guns N’ Roses es una meta cumplida, pero también un impulso para seguir creando". La banda, influenciada por el sonido del stoner rock y el rock alternativo moderno, prepara nuevo material en inglés. “Nos gusta mantenernos activos con EPs que nos permitan explorar sin perder autenticidad”, explicó Garzona. Su actuación, que duró poco más de una hora, fue ampliamente aplaudida. Para muchos asistentes, incluir bandas de este tipo en presentaciones internacionales era una señal clara de que el futuro del rock regional está asegurado.
Tras varios minutos de espera, y cerca de las 8:00 p. m., las luces se apagaron y un rugido estremeció el estadio. El icónico riff de "Welcome to the Jungle" marcó el inicio de un viaje de tres horas por cuatro décadas de historia musical. Axl Rose irrumpió en escena corriendo, demostrando que la pasión no envejece. Slash, con su inseparable Les Paul, electrizó el aire con solos que parecían partir la noche. Duff McKagan sostuvo el bajo con firmeza, mientras Dizzy Reed y Melissa Reese se encargaban de los teclados y coros, complementando la química perfecta junto a Richard Fortus en la guitarra e Isaac Carpenter en la batería, quien reemplaza a Frank Ferrer. Era la nueva encarnación de Guns N’ Roses, y el público lo celebró con una energía desbordante que hizo vibrar todo El Mágico y, posiblemente, San Salvador.
Axl se dirigió a los asistentes para ver, de punta a punta, el estadio completamente lleno. En las pantallas gigantes se captó su sonrisa antes de regresar al centro del escenario y decir: “Gracias a ustedes. Son un jodido y asombroso público que nos ha recibido con los brazos abiertos, y vamos a corresponderles en todo, aquí y ahora.” El estadio estalló en un coro unísono de “Axl” y “Guns”, dejando clara la aprobación del público. Aquello evocó los memorables conciertos del Use Your Illusion World Tour en Japón, pero con una intensidad aumentada. El setlist fue más que un recorrido: una celebración por la vida de la banda y la memoria de sus fans. Guns N' Roses no dieron tregua y ofrecieron temas como "It’s So Easy", "Estranged", "Live and Let Die", "Slither" (de Velvet Revolver), además de los recientes "Hard Skool", "Absurd" y la sorpresa "Dead Horse". Clásicos como "Civil War", "Sweet Child O’ Mine", "Coma" y "Paradise City" cerraron un concierto inolvidable.
La lluvia, cómplice y sutil, se convirtió en parte del espectáculo. Las gotas y las notas del piano de Axl se mezclaron en una sinfonía salvaje durante la icónica "November Rain". El universo pareció alinearse para regalarle a El Salvador un momento mágico. Axl, sentado al piano bajo la llovizna, y Slash, empapado, caminando hacia el borde del escenario para ejecutar su solo, crearon una escena inolvidable. Muchos lloraron; otros simplemente cerraron los ojos y dejaron que la música los llevara de regreso a sus años de gloria.
Para muchos, fue la confirmación de que el rock sigue siendo una religión sin templos fijos, donde la fe se mide en decibelios. Para otros, un reencuentro con la banda sonora de su vida. Pero para todos, una noche en la que las fronteras desaparecieron bajo un mismo cielo, una misma lluvia y una misma pasión. A medianoche, Guns N’ Roses había dejado una huella imborrable en Centroamérica. No solo ofrecieron un concierto: construyeron una hermandad que quedará para la historia.
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Un comentario
Buen resumen hacia el gran concierto que ofrecieron los históricos GUNS AND ROSES a través de este clásicos en la capital salvadoreña.