Crónicas

Bunbury: Héroe y leyenda

«Es un grande, lo sabe y lo controla sin falsa modestia ni pretensión. Estamos viendo un icono y, como tal, lo representa»

26 julio 2018

Parque Hermanos Castro (Gijón)

Texto: Luis de la Encina. Fotos: Mariana Rodríguez

No todos los días se tiene la ocasión de disfrutar de uno de esos artistas que, más allá de tener una indudable calidad, ha conseguido hacer lo que ha querido, huyendo de lo comercial y amasando una amalgama de estilos y variedad musical que difícilmente otro artista podría conseguir. Englobado en el programa del nuevo Gijón Life, el entorno no puede ser más propicio: el escenario del parque Hermanos Castro, dedicado a dos exfutbolistas del Sporting como son Jesús Castro (fallecido tras ahogarse después de rescatar a un niño en la playa) y el reciente y tristemente fallecido Enrique (tocayo de quien nos ocupa), más conocido como “Quini”, un auténtico profeta y queridísimo no sólo en la ciudad, sino a nivel mundial.

Viene Don Enrique (si se me permite dirigirme así) con la gira de presentación de su último trabajo ‘Expectativas’, otra vuelta de tuerca en su carrera, dando giros hacia música más “de autor” con letras críticas, ácidas e irónicas, muy centrado en la sociedad civil actual. Se me va a permitir ahondar en lo que es el cantante. El divo  se nos presenta en traje de chaqueta rojo completo con una gran X a la espalda de la misma. Bunbury controla, fluye, gesticula, dirige, mide, valora, canta y cientos de calificativos más. Su presencia absorbe un escenario repleto de luminosidad esférica y colorida. Sus movimientos, actitud y aptitud le asemejan a Morrison, Bowie, Jackson, Jagger y alguno más que me dejo; esa amalgama de inspiraciones ha conseguido que su estilo ya sea propio por puro derecho. Gobierna el escenario, posa con gafas solares para fotógrafos sin salirse del sentido del recital. Apunta al cielo, al horizonte, configura cientos de “estatuas vivientes” y mide completamente sus pocas palabras al público, mayoritariamente para agradecer o pedir “ayuda” en algún tema. Es un grande, lo sabe y lo controla sin falsa modestia ni pretensión. Estamos viendo un icono y, como tal, lo representa.

En lo que respecta al concierto (sólo ensombrecido por un sonido que tuvo algún que otro altibajo), nos promete un viaje a lo largo de toda su trayectoria y, a tenor de lo visto, el resultado es más que satisfactorio. Tras la intro grabada de la parte instrumental de “Supongo”, los primeros cinco temas se centran en desgranar parte de ese ‘Expectativas’. El saxo gobierna junto con la batería “La ceremonia de la confusión”. Saludo, agradecimiento y ataca “La actitud correcta” con ese ritmo inicial que podrían envidiar los Muse actuales y en el que frases como “tienes la actitud correcta pero te falta ese no sé qué y es lo único que importa” reflejan esa crítica a la sociedad actual. Y si nos detenemos en el tema meramente lírico, tras servirnos la crítica política “En bandeja de plata”, es turno de “Parecemos tontos”, en la que el clima se relaja con una de las frases más sobrecogedoras y espectaculares que he escuchado en mucho tiempo: “Qué ruido hace un hombre que se quiebra en soledad”. Es tan real y sobrecogedora que abruma.

Y pasamos a la parte central, donde el repaso a su carrera en solitario lo inicia con “El rescate”, de aquel genial ‘El viaje a ninguna parte’. Muchos aspavientos al inicio de la misma para al final cantarla cual gentleman en el centro del escenario. La alegría se contagia con “El hombre delgado que no flaqueará jamás”, en la que Bunbury, guitarra en mano, nos hace partícipes de la fiesta dejándonos corear ese pegadizo estribillo, y enlaza con la optimista “Hay muy poca gente”, con la que reivindica el estar orgulloso de ser como es e incluso de ir un poco a contracorriente.

Por supuesto, tiene tiempo de recordar al grupo que en su día le hizo famoso con cuatro temas que son parte de la historia reciente de la música española. Llama un poco la atención que excepto “Tesoro” de ‘El espíritu del vino’ (en una versión muy setentera), las otras tres se centren en los dos primeros álbumes de Héroes; posiblemente, un homenaje a canciones que consiguieron que hoy día sea quién es. Es inevitable estremecerse tras oír la primera estrofa de aquel tan lejano “Héroe de leyenda”(no en vano la presenta diciendo que nos remontamos a tiempos prehistóricos), e inmediatamente invade esa sensación de “aquí comenzó todo”, que tiene justa continuidad con “Mar adentro” (genial ese momento en que irónicamente saluda a los del bar diciendo que se puede beber y disfrutar del concierto a la vez), para acabar ese repaso cerrando el concierto pre-bises con la mítica “Maldito duende”, en la que entristece comprobar como hordas de personas elevan sus móviles para grabar el tema en lugar de escucharlo, paladearlo y disfrutarlo. Cada uno con sus cosas, pero si por un momento se pusieran a pensar en lo absurdo de la situación al grabar algo que se verá y escuchará fatal mientras lo tienen delante… Como cierre a este repaso, comentaré que es de agradecer que den ciertos toques personales a los temas, variándolos lo suficiente sin que pierdan su esencia.

Para los bises, la gran fiesta iniciada por el frontman al grito de “vamos a abrir el Cabaret” es una acertada presentación para acometer “De mayor”. A continuación, sonó ese alegato antinacionalista que es “El extranjero”, que hacemos propio todos mientras parece que estemos viendo una banda de feriantes de aquellos que pululaban por los pueblos. Se cierra el cabaret, que no el concierto, con “Infinito” y la extraordinaria “Si”, con la que aún le quedan fuerzas para recorrer de lado a lado el escenario e incluso para bajar al foso y codearse con el resto de los mortales. El final es relajado, como queriendo que nos posemos suavemente en la tierra tras dos horas de lujo y variedad. Suena “Lady Blue”, tras la que saludan al público a modo de despedida. Después del aviso de “una más y ya no jodemos más”, nos pide complicidad de luces (incluso las del móvil) para “La constante”. El hecho de que abandone el escenario para dejar que sea el resto de la banda quienes finalicen el concierto le engrandece más si cabe. Y es que mención aparte merecen “Los Santos Inocentes”, sensacional banda que acompaña al cantante y compositor, formada por Álvaro Suite (guitarra), Jordi Mena (guitarra), Jorge “Reverendo” (teclados), Quino “El Marqués de Béjar” (percusión), Ramón Gacías (batería), Santi del Campo (saxofón) y Robert Castellanos (bajo).

Hemos visto una leyenda, le pese a quien le pese. Por desgracia, cuando abandonas el recinto, compruebas que hay bastantes tiendas de campaña haciendo cola para los ¿bolos? de Pablo Alborán y OT. Cuesta reprimir las ganas de decirles a esos jóvenes púberes que han perdido una ocasión única de ver un concierto de verdad. Pero así es este país y su cultura, en lo que respecta a lo musical cuanto menos. Pocos visos de cambio se vislumbran, así que disfrutemos estos momentos como si fueran los últimos.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

1 comentario

  • Daniel SA dice:

    Olé! Tal cual. Una de las cosas que le engrandece es firmar la despedida con temas como, en esta ocasión, "la constante", u otras como "y al final" o "el jinete".. qué acierto, elevar las emociones al límite y la intensidad musical en decrescendo, para desaparecer, y con un latigazo rítmico, dejar toda la atención a la banda. BUNBURY se escribe con letras mayúsculas, es un hito en el panorama musical, podía haber seguido el camino fácil y continuista de héroes del silencio, y optó por el camino más arriesgado, que a la larga, le da la garantía de autor. Muy acertada la crítica del concierto, tal cual... Un saludo!

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