Crónicas

Before my Time + Onyria en Madrid: Expresividad sin prejuicios ni corsés

«En la música no hay barreras entre estilos siempre y cuando se entrelacen con criterio y pulidez. ¿Quién dijo que el grunge y el prog eran incompatibles?»

5 julio 2025

Sala El Perro de la Parte de Atrás del Coche, Madrid

Texto y fotos: Jason Cenador

Fueron varios los grifos de talento a borbotones que se abrieron en la ciudad de Madrid el pasado sábado 5 de julio, y el buen metal no solo retumbó en el Estadio Metropolitano, donde Iron Maiden ofreció un concierto histórico ante más de 55.000 entusiastas de una de las bandas más importantes e influyentes de todos los tiempos.

Before my Time

La rueda de la música que nos apasiona gira y gira sin parar, y el relevo generacional es un hecho que, sin ser abrupto, para regocijo de los que tenemos la fortuna de ser la última generación en vivir en primera persona shows de los grandes clásicos, trasciende y encandila, confrontando a los agoreros y desinformados que piensan que el metal es coto exclusivo de las glorias pretéritas. En efecto, esa noche manó también muchísimo talento en uno de los locales con más solera del corazón de la capital gracias al buen hacer de Before my Time.

Ni siquiera tienen todavía en circulación su primer disco, esperado para el próximo mes de octubre, pero este power trio afincado en Madrid y liderado por un venezolano y un alemán ya ha dado buena cuenta de su creatividad y profundidad perfectamente engarzadas entre sí en el puñado de singles distribuidos en las plataformas digitales a modo de suculentos adelantos. Son argumentos sonoros más que de sobra para no dudar ni un instante en acercarnos a la Sala El Perro de la Parte de Atrás del Coche – qué gran nombre, lo diré siempre – y entregarnos a una propuesta rompedora, absorbente y muy entretenida. Sin anhelos ni envidias, pues hace poquitas semanas, un servidor ya había podido disfrutar de Iron Maiden en el Graspop Metal Meeting de Bélgica, concierto del que encontrarás la crónica más detallada en La Heavy 473, especial de verano ya a la venta.

Onyria

Rompió el hielo ante una asistencia nada desdeñable habida cuenta de la coincidencia con la venida de La Doncella de Hierro, las fiestas del Orgullo y la asfixiante canícula madrileña, Onyria, cuya apuesta por la profundidad, la introspección y la sensibilidad musicalizada hace colindar un rock alternativo emocional que casi nos recuerda a combos como Band of Horses con una caudalosa cascada de progresivo, desafiando esquemas preconcebidos y aprovechando la habilidad técnica de sus integrantes.

Canciones como las que integran su reciente y homónimo primer EP discurrieron entre un acompasamiento de vocación atmosférica y ramalazos guitarreros, si bien hay margen para dotarle a su sonoridad de mayor dinamismo, variedad y magnetismo melódico, amén de mayor empaste entre la voz y los instrumentistas. Convencido estoy de que irán haciendo progresos en esa dirección en futuros esfuerzos, pues los cimientos técnicos y la actitud están ahí. No en vano, hubo más que necesaria reivindicación por una Palestina libre tras “Equidistancia” y se atrevieron con una enérgica versión de “Toxicity” de System of a Down, en la que su vocalista acabó uniéndose – o más bien auspiciando – un moshpit en las primeras filas.

Before my Time

Con una breve introducción instrumental, Before my Time nos metió en contexto y nos succionó con su metal progresivo repleto de destellos alternativos y que araña con frecuencia el desgarro del grunge de la mano de “Hirokan”, uno de esos temas para contemplar sin desviar un ápice la atención, empapándose uno de su esencia y de su vocación en envolver y adentrarse en los recovecos más recónditos de la emocionalidad del oyente, con esas subidas y bajadas en perpetua persecución de la hondura.

Tras el saludo de su versátil vocalista y bajista, Abel Acevedo, que portaba un imponente bajo de seis cuerdas, el sonido de un electrocardiograma nos adentró a “Glass”, temazo largo, inundado de expresividad canalizada entre melodías penetrantes y guitarras afiladas, cuyo estribillo destiló garra e intensidad. El propio Acevedo agradeció la venida de los presentes sin eludir la coincidencia con el concierto de Iron Maiden, y bendijo nuestro apoyo al talento en vivo antes de presentar una versión de los norteamericanos Semisonic, que se lanzaron a la arena del post-grunge en Minnesota allá por 1995. Se trataba de “Secret Smile”, y Before my Time la amoldaron a su sonoridad sin transgredir la onda estilística que tanta mella ha hecho en su concepción musical, dotando a su esqueleto progresivo de un carácter cuando menos distinguible. Y es que en la música no hay barreras entre estilos siempre y cuando se entrelacen con criterio y pulidez. ¿Quién dijo que el grunge y el prog eran incompatibles?

Su último single, “Not What I Wanted”, fue, acto seguido, uno de los puntos álgidos de la velada, aunque después incurrieron en un largo parón para afinar que el guitarrista Roland Somerfeld aprovechó para bromear con el respetable. “C.A.F.”, oscilante, compacta y muy contundente, fue ideal para devolvernos enseguida al clima del show, y en ella hicieron aparición, al final, las sulfúricas y abrasivas voces guturales de Abel, en un arrebato más extremo que nos dejó patidifusos y en el que el certero batería Alberto Ruiz detonó en unos segundos de blast-beats la dinamita de sus baquetas.

Before my Time

“Showdown” y la formidable “A. Kaidanova”, con mucho significado y repleta de contrastes y contrapuntos que no hacen sino ensalzar su vigor emocional, jugando perfectamente con la inclusión de voces guturales para llevar al apogeo la tensión, el quebranto y la laceración del alma, nos acercaron a final, que parecía llegar a través de “Shiver”, un fantástico corte todavía no editado y cuya temática quiso compartir el frontman con los concurrentes. Con cercanía y sensibilidad, nos explicó que la había inspirado una persona cercana que había contemplado la idea de suicidarse, después de conminarnos a cantar con ellos la elocuente frase de su final, “eyes on the ground”, petición que fue ampliamente atendida. La música como eterna terapia, como válvula de escape y, en última instancia, como tabla de salvación.

Se animaron a una pieza más que no solo no estaba contemplada, sino que ni siquiera tiene título decidido por parte de sus artífices, pero que le puso a la actuación un lazo de oro anudado sobre una composición que estamos ya deseando catar de nuevo, dado que se proclamó la vencedora absoluta de la noche. Fue una forma más que acertada de dar carpetazo a una actuación que corroboró que en Before my Time hay un diamante en bruto que la más que merecida atención hacia su atrevida y sentida propuesta puede pulir hasta hacer que deslumbre en un panorama estatal ávido de metal sin prejuicios ni corsés.

Jason Cenador
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