Crónicas
El Drogas + The Lizards: Un acto de memoria
«Acudir a un concierto de El Drogas en la actualidad supone una especie de acto de memoria, la histórica y la suya propia, con una trayectoria que abarca ya varias décadas y que propicia una variedad tremenda en el repertorio. Muy cerril hay que ser para no salir con los ánimos por las nubes después de un recital así»
24 septiembre 2021
Iradier Arena, Vitoria (Álava)
Texto y fotos: Alfredo Villaescusa
Que en las actuales circunstancias restrictivas se sigan programando eventos debería merecer un aplauso monumental. Y más cuando seguramente somos el único país de Europa en el que los conciertos todavía se hacen sentados. Nos llegan imágenes de bolos abarrotados de peña en Reino Unido o al otro lado del Atlántico y muchos nos preguntamos qué es lo que hemos hecho mal para que nos castiguen de esta manera. La única respuesta posible es que quizás todavía exista en este país bastante nostalgia de aquellos tiempos en los que se prohibían concentraciones por temor a que alguien se desmadrara. Todos firmes y que nadie se mueva. Como si fuera un cuartel.
Estaba claro que la edición de este año del Azkena no sería ni de lejos parecida a las míticas citas en Mendizabala, pero por lo menos se había logrado configurar un gran cartel en las dos semanas que duraría el evento en el Iradier Arena vitoriano. Una antigua plaza de toros en la que todavía se pueden ver los burladeros y que no goza precisamente de una acústica privilegiada, por lo que pudimos comprobar.
Por motivos laborales sentimos realmente en el alma perdernos a los barceloneses The Lizards, pero estamos convencidos de que el trío punkarra capitaneado por Carla Santacreu daría un bolo apabullante en el que sonarían temazos de levantarse del sitio como “Everybody Sucks”. Esto de que se programen conciertos a la hora de la merienda sí que da por saco. Que vuelva la noche, por favor.
Para cuando llegamos a la capital alavesa nos sorprendió encontrarnos un recinto abarrotado en el que no había demasiados huecos libres, no en vano El Drogas es un tipo que siempre cuenta con una reseñable porción de fieles. ¿A quién no le gusta escuchar esos himnos imperecederos de Barricada que en las distancias cortas se transforman en auténticas bombas? Que no cese nunca la deflagración.
Por desgracia, el sonido del que gozaron en un inicio no puede decirse que fuera el mejor desde las gradas, en la zona de las mesas se oía algo mejor, o eso intuimos mientras tirábamos fotos. Enrique Villarreal y su sólida banda se marcaron un repertorio muy variado en el que hubo casi de todo, por lo que lo de aburrirse se convertiría en misión imposible.
Desde el poso relajado de “Sin lámpara” al carácter reivindicativo de “Pétalos” de ‘La tierra está sorda’, sin olvidarse del somero repaso a repugnantes personajes de los últimos tiempos en “Están para violarlas” o “Peineta y mantilla”. Y que todavía sigamos teniendo instituciones a las que no se puede criticar demuestra que piezas del estilo de “Come elefantes” continúan siendo más necesarias que nunca.
Muy potente les quedó “Aquí no tienen nombre”, pero era evidente que lo que movía a las masas eran los temas pretéritos de Barricada, caso de “Oveja negra”, eterno himno contra la tortura que provocó que el entusiasmo subiera de golpe hasta la estratosfera. Una inconfundible risotada de El Drogas solo podría preludiar “En la silla eléctrica”, que a pesar de los años mantiene por completo su fuerza devastadora. Para volar hasta lo alto de un tejado.
Lo bueno que tiene ir a un bolo del exvocalista de Barricada es que lo mismo puedes estar cantando a pleno pulmón alguna pieza histórica que pasar de un plumazo a un corte influenciado por Tom Waits como “La mala suerte”. Los amantes de la variedad gozarán sí o sí.
Y si Enrique saca maracas no es para arrancarse con una samba, sino para la macarra y deudora de Burning “No sé qué hacer contigo”, otra canción que no envejecerá nunca. Esto de estar obligado a contener la emoción por decreto es muy duro, no solo para el respetable, sino para los propios músicos. Aquí entraría también esa horrible costumbre de empezar tan pronto que nos hace polvo a los que curramos de tarde. “No se me vaya a pasar la hora de la cena”, ironizó El Drogas.
Agradecimos del mismo modo “Salvaje mirar” de Txarrena, de los cortes más macarras de la discografía del inquieto cantante. Y aparte de sus característicos “¡A gusto!”, casi parece un inevitable santo y seña cuando se arranca con aquello de “El sol no calienta igual en todas las cabezas…” antes de “Víctima”. Los fans poseen un código especial para reconocer este tipo de detalles, no cabe duda.
Bastaron unos pocos segundos de “Todos mirando” para que la multitud entonara a pulmón la primera estrofa hasta el estribillo, hay cosas que nunca cambian. Y no desentonan tampoco “Todos los gatos” o “Empujo Pa’Ki”, ni una mácula en la ristra con la que nos obsequiaron aquella noche. La peña se levantó y gritó con “No hay tregua”, con clamorosos cánticos a capela por parte de la concurrencia y con El Drogas dedicándola al final “a la voz que siempre la ha cantado”. Grande Boni.
Se pidieron bises y por supuesto se concedieron. Enrique en este aspecto suele ser bastante generoso, por lo que atronó “Barrio conflictivo” con más significado que nunca debido al maldito Estado policial en el que todavía vivimos. “Azulejo frío” era otra de las impepinables que debía de caer, al igual que “En blanco y negro”, que provocó hasta saltos generalizados en la zona de las mesas. La emoción no se puede reprimir.
Acudir a un concierto de El Drogas en la actualidad supone una especie de acto de memoria, la histórica y la suya propia, con una trayectoria que abarca ya varias décadas y que propicia una variedad tremenda en el repertorio. Muy cerril hay que ser para no salir con los ánimos por las nubes después de un recital así. Empadronados a perpetuidad en zona conflictiva.
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1 comentario
Pedazo de resumen hacia el concierto de EL DROGAS y su buena banda en la capital vasca que tanto con temas propios como con algunos de los históricos BARRICADA lo volvio a bordar.