Crónicas
Almuñécar Blues Fest 2025 con Glenn Hughes al frente: Inolvidable ritual
«El Almuñécar Blues Festival 2025 no fue solo un festival: fue un ritual, un reencuentro con las raíces, con la emoción cruda, y con una forma de entender la música que no pasa por TikTok ni algoritmos»
10 y 11 de julio
Parque El Majuelo, Almuñécar (Granada)
Texto: Cristina Bailón y Nacho Cara. Fotos: Cristina Bailón
Con la brisa marina acariciando la noche y el aroma del salitre fundido con cerveza fría y bocadillos muy andaluces, esta primera edición del Almuñécar Blues Festival 2025 tiñó de magia el Parque El Majuelo durante dos jornadas consecutivas, el pasado jueves y viernes 10 y 11 de julio.
Bajo las palmeras y frente a un público fiel, tanto locales como peregrinos de media Europa se conjuraron en dos veladas de auténtico embrujo sonoro, con actuaciones que dejaron sin aliento a los amantes de la música.
Primera Jornada: La elegancia y el desparpajo abren la veda
En esta primera jornada de conciertos, las puertas se abrieron con una gran puntualidad. A las 20:30 todos los que esperaban en los alrededores del Parque El Majuelo pudieron comenzar a entrar al interior del mismo para poder hacerse con un lugar delante del escenario o comer algo mientras que la velada daba comienzo. La organización se lo montó muy bien, zona para beber, zona para comer, y zona para disfrutar de la música en directo, había de todo.
Puntuales como un tren suizo, Rick Estrin & The Nightcats salieron a escena a las 21:52, sorprendiendo a más de uno que aún buscaba su sitio con una cerveza en la mano. Lo suyo fue una lección maestra de showman y compenetración: Rick, con su armónica en llamas, hipnotizaba; mientras tanto, su batería hacía historia en Almuñécar. Más que tocar, vivía cada golpe con una teatralidad que arrancó carcajadas y vítores. Sus caras, sus gritos, sus diálogos visuales con la banda… puro teatro blues.
Y cuando al borde del clímax saltó literalmente del escenario para golpear con las baquetas a todo lo que encontraba a su paso, desde las vallas a las mesas del público, el recinto estalló en una ovación que se oyó más allá del castillo.
Estrin, con sus trajes de gánster sacados de un club de Chicago y su sonrisa traviesa, nos atrapó desde el primer acorde. La banda derrochó carisma, humor y técnica. Desde los solos apoteósicos del guitarrista, hasta las miradas cómplices del bajista, todo fue una clase magistral de blues eléctrico y actitud.
Temas como “Dump That Chump”, “I’m Doubtful” o la pegadiza “My Next Ex-Wife” arrancaron aplausos y carcajadas por igual, mientras los asistentes, copita en mano, bailaban al son de la música. La complicidad entre músicos y público fue total. Un arranque de festival sencillamente redondo.
D.K. Harrell, llegado directamente desde Luisiana, tomó el relevo pasadas las 23:30 de la noche. Este joven talento no solo suena como una reencarnación de B.B. King, sino que desliza cada nota con el mimo de quien ha vivido cien vidas.
Tras un pequeño problema técnico con el piano, resuelto con naturalidad y sin mayores inconvenientes, pudo desarrollarse la noche como el joven tenía en mente.
Hizo vibrar todo el parque con su música alegre y desenfadada. En todo momento estuvo dando muestras de que estaba haciendo lo que le gusta y quería que la gente disfrutara con él. Con temas como “You’re a Queen”, “Get These Blues Out of Me” o su ya coreada “The Right Man”, hizo que el público que allí seguía, entregado a él disfrutara como nunca. Harrell no solo vino a Almuñécar a dar espectáculo, vino a hacer de la noche del sábado una noche inolvidable.
Segunda Jornada: El rugido del rock y el baile del soul
La noche del viernes prometía emociones fuertes, y no defraudó. Si el jueves fue la ceremonia del groove elegante, el viernes fue la explosión sónica del rock más visceral. Y el culpable tenía nombre propio: Glenn Hughes, esa leyenda viviente que aún hoy, con 73 años y un aura imponente, canta como si el tiempo jamás hubiera tocado su garganta. Almuñécar iba a ser testigo del único concierto que va a dar este verano por nuestro país una voz tan reconocible dentro del rock internacional.
Con un Parque El Majuelo abarrotado y el ambiente cargado de expectativa, había colas desde mucho antes de que las puertas del recinto se abrieran. Hughes salió al escenario entre vítores y móviles alzados. Luciendo su ya icónica melena canosa, gafas tintadas de rojo y una camisa entre abierta, demostró que no ha perdido ni un ápice de presencia. Desde el primer segundo conectó con el público, que sabía que estaba a punto de presenciar algo especial.
Abrió con la contundente “Stormbringer”, y el efecto fue inmediato: la guitarra rugía, el bajo tronaba y su voz cruzaba el parque como un látigo. La banda sonaba compacta, con un sonido potente pero limpio, perfecto para rendir tributo a su dorado legado en Deep Purple.
Le siguió “Might Just Take Your Life”, donde el órgano envolvía la noche en esa atmósfera setentera tan adictiva. Hughes se movía con soltura, hablando al público entre canciones, atreviéndose con el español y agradeciendo la energía que venía de todo ese público que se había dado cita en la noche del viernes solo por verlo.
Pero fue con “Mistreated” cuando se detuvo el tiempo. La interpretación fue sencillamente colosal. Después llegarían otras gemas como “Sail Away” o “You Keep on Moving”, ambas defendidas con una intensidad pasmosa. El bajo de Hughes rugía, pero siempre dejaba espacio a los demás músicos para brillar. Es de esos frontmen generosos, que no necesitan eclipsar a su banda para brillar.
Y, por supuesto, también hubo tiempo para que nos deleitara con “Burn”. La gente coreaba, saltaba, aplaudía. La banda, completamente engrasada, atacó el tema con furia y precisión. Fue el clímax perfecto, un cierre de concierto que dejó a todos con la adrenalina por las nubes.
Al acabar, Glenn Hughes se despidió visiblemente emocionado por la entrega del público. Esa noche, en Almuñécar, no solo tocó Glenn Hughes, se manifestó el espíritu del rock eterno.
Y cuando parecía que no se podía más, llegó el broche perfecto: Kitty, Daisy & Lewis, la familia más retro del Reino Unido. Los hermanos Durham volvieron a demostrar por qué son una de las bandas más festivas del panorama europeo. Cambiando instrumentos, alternando voces y sonriendo sin parar, fueron el chute de energía ideal para una noche larga.
Con temas como “Going Up the Country”, “Baby Bye Bye” o la irresistible “Mean Son of a Gun”, transformaron El Majuelo en una pista de baile swing. El contrabajo marcando el pulso, los vientos enloquecidos y una audiencia entregada que no quería irse a casa. Su mezcla de rockabilly, soul, country y blues es tan auténtica como contagiosa. Y vaya si contagiaron.
El Almuñécar Blues Festival 2025 no fue solo un festival: fue un ritual, un reencuentro con las raíces, con la emoción cruda, y con una forma de entender la música que no pasa por TikTok ni algoritmos.
Cuatro bandas, cuatro estilos, cuatro maneras de entender el blues… y una sola sensación: haber estado en el sitio exacto, en el momento justo.
Ya esperamos con ansias la próxima edición. Porque noches como estas no se olvidan fácilmente.
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