La noche en la Sala B del CAEM, en Salamanca, prometía metal, y vaya si lo cumplió. La sala estaba expectante cuando Induction saltó al escenario, sustituyendo a Grailknights, la banda que originalmente iba a abrir la velada y que, debido a una lesión, tuvo que retirarse del cartel. El clímax final llegó con All for Metal, que no dejó indiferente a sus fans con un espectáculo que arrasó a su paso.
Induction no fue un plan B; abrió la noche de manera inmejorable. La banda de power metal, liderada por Tim Hansen, hijo del legendario Kai Hansen (Helloween), ofreció una actuación precisa y poderosa. Con una estética que no deja indiferente, cada tema fue una pequeña tormenta orquestada por la voz de Gabriele Gozzi, sostenida por el implacable bajo de Dominik Gusch y la batería de Markus “Maks” Felber, quien marcó el pulso de una formación perfectamente ensamblada.

En el escenario, los guitarristas y bajista se movían al unísono, en un ritual que encendía al público. No faltaron los temazos que hicieron vibrar la sala, entre ellos "Born from Fire", con la que abrieron el espectáculo, y una emotiva "Love Kills!", presentada con un mensaje acerca de lo peligroso que puede ser el amor: “Love kills, but it’s never gonna die”. Este tema es, además, un adelanto del próximo álbum de la banda, que verá la luz en febrero de 2026.
Si Induction encendió la llama, All for Metal la convirtió en una hoguera vikinga. Lo suyo no se limita a la música: es espectáculo, fuerza y hermandad. La agrupación, formada por músicos de Alemania e Italia, llegó a España con el objetivo de arrasar.
Es imposible no destacar lo bien que se compenetran las dos voces: Tetzel, con un registro grave como el trueno, y Antonio Calanna, capaz de alcanzar agudos que perfectamente podrían partir el acero, turnándose para brillar de manera impresionante. El grupo desató una sucesión de himnos que hicieron temblar el suelo de Salamanca, con canciones marcadas por coros épicos y estribillos diseñados para mantener el puño en alto.
Entre espadas, martillos dignos del hijo de Odín, cuero y actitud, los miembros de la banda parecían auténticos guerreros del Valhalla. Durante el clímax del concierto, Tetzel recogió a un niño que había sido alzado hacia el escenario, demostrando que la pasión por el metal no tiene edad.

Cuando parecía que no podían sorprender más, nos regalaron una insólita clase exprés de fitness, liderada por Antonio Calanna, quien, en pleno pit junto al público, realizó los estiramientos pertinentes para, más tarde, iniciar junto al público un circle pit, convirtiendo la sala en un auténtico torbellino de energía.

Entre las canciones destacaron "Fury of the Gods", "Raise Your Hammer" y la ineludible "All For Metal", coreada por toda la sala.
Cuando las luces se apagaron, el eco de los gritos aún resonaba. Salamanca fue testigo de una noche en la que todos pudimos comprobar que el metal no solo sigue vivo… sino que está más fuerte que nunca.
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