Crónicas

Barón Rojo: Un vuelo sin turbulencias

«Esta es la foto de una actuación en la que eché en falta a la chavalería»

Vila-seca (Tarragona)

Texto y foto: Javier Díaz Plaza

Ir a un concierto de Barón Rojo en una fiesta mayor tiene un punto de postureo. Corres el riesgo de rodearte de semejantes que se quedaron en aspirantes a rockeros en los ochenta. De los que ya que es gratis, voy y me hago una foto con el escenario de fondo para mandársela a mis amigos del grupo de WhatsApp. En el festival Vila-seca a Tope, dentro de las fiestas de verano de esta localidad costera de Tarragona, había unos cuantos de esos; también, los más, fans entregados que cantaban todos los temas, incluidos los de la etapa más reciente de la banda. Los del postureo con suerte tarareaban ‘Los rockeros van al infierno’. Esta es la foto de una actuación en la que eché en falta a la chavalería. Quizá a los jóvenes les cueste conectar con Barón Rojo, sepa usted por qué. Solo es mi opinión, pero me parece una incongruencia autodenominarse heavy en este país si no se respeta a los hermanos De Castro y todo su legado. Sin olvidarnos, por supuesto de Sherpa y Hermes Calabria, las otras dos añoradas patas de la formación original.

Puede que cualquier tiempo pasado fuera mejor. Es muy difícil igualar discos como ‘Larga vida al rock and roll’, ‘Volumen brutal’ o ‘En un lugar de la marcha’. Los años tampoco pasan en balde, de acuerdo, pero sigue siendo un gustazo escucharlos en directo. Los he visto multitud de veces en las últimas dos décadas y, vale, han tenido altibajos… y más bajistas que conquistas amorosas Julio Iglesias. El último es José Luis Morán (ex Esfinge), que me parece un acierto por talento y por presencia sobre el escenario. Dicho esto, en Vila-seca se marcaron un conciertazo. Asumo que yo no soy del todo objetivo dada mi admiración desde niño por Barón Rojo. Pero creedme, estuvo muy bien. Sonaron como una banda grande, con todas las salvedades que tiene estar liderada por unos tipos que superan los sesenta años. Que nadie se espera ver lo mismo que hace 35 años, pero de arrastrarse sobre el escenario, nada de nada.

Tampoco hubo estridencias en el repertorio escogido para la ocasión. “Cueste lo que cueste”, “Incomunicación” y “Las flores del mal”, para empezar por todo lo alto. La actuación fue en un parque público flanqueado por bloques de pisos en el centro del pueblo. El sonido falló en algún momento, pero nada serio. Carlos de Castro puso voz a la mayoría de temas, aunque nuevamente fue su hermano Armando el que llevó la batuta. El rock también es actitud y show. “Cuerdas de acero”, “Breakthoven” o “Hijos de Caín” se sucedieron en un repertorio que incluyó un medley de clásicos: “Desertores del rock”, “Casi me mato” o “El presidente”. Y de regalo, ya en los bises, “Satánico plan”, “Barón Rojo” y “Resistiré” para irnos a casa con un subidón del copón.

Destacar también a los dos grupos que compartieron cartel con Barón Rojo en esta novena edición del festival Vila-seca a Tope: los tarraconenses El Malo del Cuento, un soberbio grupo de rock urbano que está asomando la cabeza con su primer álbum ‘Conexión al mundo’, y La Regadera, más en la onda del mestizaje festivo.

Jason Cenador
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