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Crítica de Verbaline: XII

Identificarse con unos parámetros determinados no significa que haya que renunciar a picotear en otros estilos que podrían engrandecer la propuesta. Hace tiempo que la ortodoxia a nivel musical pasó a ser más bien un reflejo de otra época, pues hoy en día, si nos ponemos a pensar, difícil será encontrar una banda o artista que beba solo de una fuente en particular en vez de explorar en varias de ellas. El mestizaje se ha asumido con plena naturalidad y así debería ser siempre.

Los gerundenses Verbaline, con este cuarto álbum llamado ‘XII’, insuflan precisamente mayor versatilidad a su rock alternativo de deje noventero y se contagian de blues, funk o soul, entre otros géneros. En esta ocasión, este trío nos ofrece además un disco conceptual con la historia de un reloj como hilo conductor para un viaje musical que abarca más de un siglo de historia.

De esta forma, “Lumberjack” inicia este interesante trabajo tras una breve introducción y se convierte en uno de los temas bandera del mismo al anticipar en su videoclip las diversas emociones que irán subiendo a la superficie a lo largo del redondo. “Mud”, por el contrario, se torna mucho más rugosa, en plan stoner, con riffs que cortan el aire y unas melodías no muy alejadas de Audioslave, aquel maravilloso proyecto del desaparecido Chris Cornell (Soundgarden) y la sección instrumental de Rage Against the Machine.

“Priorities” se mueve en un sonido más blusero y ese traje en particular les sienta genial, por lo que no renuncian a lucirse tanto en los punteos como en el apartado vocal. “Really” cambia de rollo por completo disminuyendo las revoluciones y acercándose a Pearl Jam, en concreto, a “Black” y sus piezas más reposadas. Sazonan además el producto con arreglos orquestales que le proporcionan un aire todavía más épico.

“Ellis Island” profundiza en la faceta más melosa de la formación, algo que consiguen gracias a las segundas voces de Marta Mañas, que también colabora en “On the Road”, esta última con un mayor brío rockero. “The Scene” posee un comienzo realmente atípico con unas notas de bajo, pero viendo los derroteros funk por los que evoluciona, se entiende claramente el enfoque, sin duda el corte más arriesgado del conjunto.

En “I Don’t Want” se traslucen de nuevo las texturas más sosegadas, aunque el estribillo contiene la fuerza suficiente para que no se despegue de la cabeza en una larga temporada. “Uohh Uohh” podría hacer pensar en un inicio que estamos ante su canción The Cure, por ese rollo similar al himno “Just Like Heaven”, pese a que en el estribillo uno pueda acordarse también de The Psychedelic Furs.

“Awake” recupera los riffs contundentes y nos abre el camino hasta “Way to Any Place”, que reincide en la pura electricidad y de esta forma consigue dejarnos un grato sabor de boca a modo de despedida. Nada como apelar a los instintos más básicos para elevarnos por última vez.

Pues este trío gerundense se ha cascado un álbum muy versátil, que tomando como punto de partida el rock alternativo de los noventa ha expandido su estilo en múltiples ramificaciones, lo cual constituye un claro aliciente de cara al futuro. Quizás podrían haber profundizado más en su exploración de géneros, pero este derroche de talento vale de sobra a modo de primera parada de una travesía que se anticipa apasionante.

Alfredo Villaescusa
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