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Crítica de Sin Control: Cambiemos la canción

Desde Zamora llega Sin Control para hacernos perder los papeles a base de contundencia con su cuarto EP, ‘Cambiemos la canción’. Con componentes curtidos en diferentes bandas, como los guitarristas Manuel Pérez (Riders on the Doors, Atomic Megalodon o Kirson) y Manu Aciulo (Nurcy o Death & Legacy), y una potente base rítmica compuesta por el bajista Javier Pino y el batería Frae Díez, siguen evolucionando su sonido, cada vez más complejo y oscuro.

No han cambiado radicalmente la fórmula con respecto a anteriores trabajos, pero sí que le dan una vuelta de tuerca. El thrash y el groove metal van de la mano como si hubieran acudido a la misma fuente de la que bebió Pantera, pero con ritmos más pesados y densos que en sus anteriores esfuerzos. No obstante, también se pueden apreciar pinceladas de grunge, death metal o rock alternativo.

Todo esto se empieza a comprobar desde la homónima “Cambiemos la canción”, que sirve para arrancar con un ritmo muy marcado y con algo que predomina en todo el EP: sonidos metálicos de batería y bajo que hacen que los temas sean más corrosivos. No necesitan forzar los guturales, que solo aparecen en las últimas estrofas de la canción, para tener la fuerza necesaria para derribar cualquier muro.

Más agresivos suenan en “Tirando”, esta vez sí con más presencia de las voces gritadas y con un bajo muy presente que les puede acerca al thrash mientras ponen a prueba nuestras cervicales. La combinación de voces en “Insomnio” ayudan a introducirnos en la ansiedad y angustia que se viven en esas noches de no poder dormir. No es aconsejable su escucha durante esos momentos, dado que transmite a la perfección lo que se siente.

Traspasado el ecuador aparece “Las flores del mal”, versión de la canción de Barón Rojo lanzada en los ochenta y que sigue teniendo vigencia más 40 años después. Han sabido captar el sentido de la letra para aportarle más agresividad, algo que funciona a la perfección. Sin duda, el mejor ejemplo de cómo alejarse de la original sin perder la esencia.

“Drácula” nos introduce en los personajes de vampiros y monstruos de la literatura gótica del siglo XIX, con una intro que, a un servidor, le recuerda al “Crazy Train” de Ozzy Osbourne. Es en la única que se han alejado, y no del todo, de un mensaje más personal, algo que recuperan en “Ladrón”, donde la denuncia social queda revestida por la brutalidad de su sonido.

Borja Díaz
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