Monóxido

¡Ay, la Marijose!

Autoeditado (2024)

Por: Borja Díaz

7.5

¿Puede la separación de un grupo sacar lo mejor de ellos mismos? ¿Puede haber alguien que haga un disco póstumo y que este sea uno de los mejores de su carrera? En cualquier otro caso parecerían proclamas de un loco, pero cualquiera que conozca un poco a Monóxido sabe que son capaces de ello y mucho más.

A pesar de que la banda ya no se sube a los escenarios y ha anunciado este como su último álbum, lo cierto es que va a dejar a sus seguidores con ganas de más, porque ha sabido quitarse la presión de encima, si es que alguna vez la ha tenido, para añadir a su habitual irreverencia y humor mordaz un punk más elaborado, con más matices, lo que demuestra que ideas no le faltan.

Aseguran que la Marijose les ha echado una mano con algunos temas, y en ellos vamos a encontrar las señas de identidad de estos vallisoletanos. El humor no falta en “Vamos Marijose”, “Ñaka ñaka” ni en la crítica a la sociedad de la agresiva y rockera “Bota la pelota”.

Pero ya os avanzábamos que no han tenido presión para hacer este disco, han podido jugar, por eso en “Marijose y los okupas” encontramos un riff cortante para darnos la bienvenida, antes que se abran paso las melodías clásicas gracias a los punteos. Es Monóxido, sí, pero con un sonido más elaborado, como es “Soy el que falla el penalti a lo Panenka”.

Han trabajado los temas sobre riffs muy potentes, pero eso no quiere decir que todo vaya a ser igual, ya que a “Quita de aquí” le han metido un toque más heavy, en “Boomer” juegan con el rap, en “Unsubscribe de Yisuscrais” casi parecen querer meter un toque funk y en “Fiesta loca” sueltan riendas en una canción frenética.

Pero que nadie se piense que les ha poseído el espíritu de Mozart o Beethoven, esto no es progresivo, es chándal metal, como demuestran en la machacona “Fritanga”.

Completan este trabajo con nuevas versiones de “Cuñao” y “Soy igual de español que tú”, además de regalarnos el “Schmeken en tu bar”, su particular adaptación del “Sleeping in My Car” de Roxette, con el que es imposible no partirse a la vez que te pones a bailar, aunque sea de forma arrítmica.

El adiós, quién sabe si será la última canción de Monóxido (por distribución en el disco) es “Rosadito de mi vida”, una canción de amor que a algún mal pensado le inducirá a confusión su título, pero que la podríamos haber firmado cualquiera, y que bien podría haber sido el hilo musical de cualquier taberna del oeste.

Rezamos a Ros confiando en que esta no haya sido la despedida definitiva, porque el disco póstumo destila mucha calidad.

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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