Martin Templum Domini

The Dark Matter

Autoeditado (2024)

Por: Alfredo Villaescusa

9

El metal instrumental nunca fue un género fácil de abordar. Rodeado de un aura elitista que parece reservar el campo de acción a músicos y virtuosos de las seis cuerdas, ya ha habido a lo largo de la historia diversos intentos de democratizar dicho estilo, mismamente Joe Satriani con el álbum ‘Surfing With The Alien’, ‘Passion and Warfare’ de Steve Vai o el laureado ‘Rising Force’ de Yngwie Malmsteen, entre otros trabajos del hacha sueco con ego tan grande como su indiscutible talento.

Es complicado guardar un equilibrio entre el esperable desarrollo de piezas complejas y la mera brasa onanista sin ton ni son, pero esta banda barcelonesa ya demostró suficiente amplitud de miras al apostar por este género y encima inspirarse en ‘La divina comedia’ de Dante en su primer disco. Ahora en esta reválida ponen la vista en las inmortales obras de Edgar Allan Poe y H.G. Wells, aparte de refinar la propuesta con una producción espectacular y canciones no exentas de varios pasajes melódicos que hacen entretenida la escucha.

De esta forma, ‘The Dark Matter’ se abre con una fantasmagórica introducción que cristaliza en “What Lies Beneath”, con batería a todo trapo, ritmos similares a los de los Symphony X más tralleros y un protagonismo estelar de las guitarras, que nos llevan por vertiginosos vericuetos sin que desfallezca la sensación de dinamismo en ningún momento. La homónima “The Dark Matter” adopta también una base contundente como punto de partida para desarrollar nuevos viajes por el mástil con fragmentos en los que probablemente te acordarás del power metal de los noventa, de grupos como Gamma Ray, Blind Guardian o los que sentaron los cimientos de todo aquello, Helloween.

El comienzo de “Dystopia” vuelve a despeinarnos por su potencia, nadie podría decir que su propuesta no suena contemporánea, como debería sonar un disco de metal de 2024, por lo que en este aspecto añadamos un acierto más en su manera de entender las cosas. “Inner Circle” afloja un poco el pistón en un inicio, pese a que luego se acerque al ámbito progresivo con leves pinceladas neoclásicas. ¡Atentos al soberbio colofón que alcanzan hacia los dos minutos del tema!

“Solitude” rompe de nuevo la baraja con una especie de balada grandilocuente, donde probablemente pensarás una vez más en Yngwie Malmsteen, antes de que recuperen empaque en la apabullante “Edge of Darkness”. Ya lo he mencionado anteriormente, pero es que resulta inevitable no valorar esos demoledores inicios que provocan que prestes atención de inmediato, algo a lo que recurren del mismo modo en “Into Insanity”, otra pasada a nivel instrumental en la que podrías quedarte sin cuello si te da por agitar la cabellera.

“Dominion” quizás se acerque ligeramente al heavy convencional de Judas Priest o Iron Maiden, mientras que “A New Dawn”, una suerte de interludio con ínfulas post rock, nos conduce hacia el inevitable final con “Redemption”, donde tampoco sueltan zapatilla con una composición rotunda con algunas líneas melódicas que quizá hasta te hagan tararear.

En suma, si te cambió la vida un álbum como ‘The Divine Wings of Tragedy’ de Symphony X, pero también ‘Land of the Free’ de Gamma Ray o las dos entregas de los fundamentales ‘Keeper of the Seven Keys’ de Helloween, ya estás tardando en pegar una escucha a semejante despliegue de talento en bruto. Y si eres de los que los discos instrumentales te provocan un poco repelús, tampoco tengas miedo, pues el aspecto técnico se encuentra realmente contenido. Aquí hay canciones con mayúsculas.

Alfredo Villaescusa
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