En tiempos en que el punk se diluye entre la domesticidad de las compañías y la industria musical, y el hardcore se disuelve entre etiquetas, MalSanto irrumpe con un trabajo que devuelve al género su filo social y su instinto de calle. Este disco (directo, sin concesiones y sin relleno)reivindica el hardcore crossover como herramienta de resistencia, con guitarras crudas y afiladas, ritmos vertiginosos y letras que gritan desde lo cotidiano y lo político hasta la protesta y la crítica social.
El álbum abre con una intro inquietante, casi cinematográfica: una melodía sombría, risas macabras y una sirena que desemboca en una tormenta de distorsión. Es la cuenta atrás hacia el caos, el inicio de “MalSanto”, tema que da nombre al grupo y que enlaza con la rápida “Sal del Surco”, una suerte de manifiesto: “Sal del surco, rompe la norma, pon el mundo del revés…”. Una declaración de guerra contra la pasividad y el conformismo, un llamamiento a la acción individual y colectiva. El sonido recuerda al primer Suicidal Tendencies, con ese ataque crossover que funde metal y punk y que marcará el tono del resto del disco.
“En precario” llega con un riff áspero que sostiene buena parte de la canción. La voz escupe frustración: “¡No, no! ¡No seré un robot!”. Es el grito de cualquier trabajador hastiado de la rutina y la explotación, un tema que refuerza el discurso social y de clase del álbum. Le sigue “Arde el mundo”, una llamada desde el sur, una denuncia que combina rabia y desgarro. Aquí la banda muestra su conciencia global, uniendo el hardcore más agresivo con una mirada política lúcida y valiente.
En el ecuador del disco (cortes 5 y 11), sorprenden con dos (en realidad tres) versiones. “No quiero oírlo” es una adaptación de Minor Threat que MalSanto aborda con respeto y energía, reivindicando las raíces del punk-hardcore más puro: directo, breve y sin adornos. En “Autosuficiencia / Un día en Texas”, el grupo rinde homenaje a Parálisis Permanente, entrelazando su espíritu oscuro con una descarga crossover. Es un gesto de conexión generacional: del post-punk ibérico de los 80 al hardcore actual, con la actitud intacta.
“Detrás de la cruz” mantiene el tempo y la intensidad: “Años ya malviviendo con dolor”. Es un retrato crudo de vidas que se arrastran sin poder vivirse plenamente. Luego llegan “Puta lokura” y “Gente podrida”, dos descargas sin filtro: la primera, un estallido de rabia vital; la segunda, un ataque contra las personas tóxicas que no dudan en exhibir su mediocridad. En la misma línea aparece “Míster Ego”, apuntando contra los ególatras y falsos profetas del postureo. Probablemente uno de los temas más pegadizos del disco, con coros que evocan el hardcore noventero.
En “Malas hierbas”, la banda lanza uno de los mensajes más claros del álbum: “Hay que arrancar el problema de raíz”. Rápida, agresiva y contagiosa, es pura pit energy. A medida que se acerca el final, sorprende “La nostalgia”, un corte que se desmarca del tono general: punk veloz, divertido y algo melódico, que funciona como descompresión tras tanta intensidad. Cierra el disco “Cierra el puño”, un auténtico puñetazo contra el sistema capitalista que recurre al fascismo cuando los resultados no se ajustan a sus intereses: “Cierra el puño y rompe el cristal, del sistema y del encierro mental”.
'El mal santo' es un golpe directo, sin adornos, que recupera la esencia del hardcore como vehículo de protesta, identidad y catarsis. No busca reinventar el género, sino recordarnos por qué nació: para gritar lo que otros callan. En definitiva, un gran disco de quince temas de hardcore (donde encontramos además thrash, HC melódico, old school y punk), compacto y visceral, que confirma a MalSanto como una de las bandas llamadas a dar guerra en la escena estatal.
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