Hay grupos a los que la gente les pone en su sitio, literalmente. Hablamos de esas bandas que surgen de manera casual como pasatiempo y al final acaban convirtiéndose en algo lo suficiente gordo como para ser tomado en serio. Y un buen día se levantan con un puñado de seguidores, comparten cartel con Carolina Durante y hasta se marcan una gira de festivales como si su trayectoria fuera ya de varias décadas.
Elsa, Natalia y Cecilia proceden del norte de Madrid y están decididas a dejar en el panorama musical “una huella tan delicada como feroz”, según explican en su web. Ya en su debut ‘Creo que soy de porcelana’ desplegaron todo lo que podría dar de sí la insolencia de unas veinteañeras y en este EP ‘Ahí te pudras, maldita’ lo convierten en un asunto de honor y lo elevan a la categoría de novela de caballería a la vieja usanza.
De esta forma, a través de cuatro cortes, nos cuentan cómo se sobrevive al amor, ese despiadado campo de batalla del que uno nunca sale jamás igual que entró. Se ponen la armadura y enarbolan la música a modo de estandarte como manera de supervivencia, un grito de rebeldía de carácter autosuficiente que se basta por sí solo y no necesita que ningún príncipe se baje del caballo a rescatar unas tristes damiselas. Siga circulando, por favor.
Y por si a alguien le quedaba duda de esto último, “No necesito estar sola (ya lo he estado toda mi vida)” se torna toda una declaración de independencia, a la velocidad que imprimirían Aiko el grupo o Los Punsetes. No en vano comparten algunos rasgos comunes con ambos combos, con los primeros su desparpajo y urgencia punk, mientras que de los segundos pillan esa ironía y mala leche que destilan en sus letras, aunque en esta ocasión también hay espacio para la dulzura, ya lo hemos dicho.
“Historias de mi madre” adopta un punto de vista más generacional, con atmósfera shoegaze de fondo y cierto halo a Los Planetas, con ese momento cúspide que nos legan cuando dicen: “Sé que te has drogado en carnaval…”. Toda una constatación de que también saben transmitir cosas cuando sueltan el pie del acelerador.
“Tirant lo Blanc” sigue esta senda ambiciosa entre rechinar de caballos mientras se inspiran en el clásico de Joanot Martorell, pero contado a su manera, por supuesto. Sin damas desvalidas, sino con bufones que no se dan aires de grandeza ni tampoco ofrecen la oportunidad de desplegar dotes poéticas, lo avisamos. El noise rock de The Jesus and Mary Chain aparece en lontananza en este ambicioso paseo medieval en el que algún maldito se queda pudriéndose en su castillo.
Cierran el EP con el corte más guitarrero del conjunto, “Agota la suerte”, donde se acercan al rock alternativo noventero y ese traje les sienta tan divinamente que hasta da pena que se trate del último corte, por lo que no sería descartable que entrasen ganas de revivir de nuevo este periplo de caballería emocional. En un concierto se convertiría en la oportunidad final de echarse unos bailes. Para darlo todo, en definitiva.
Parece muy prometedor ese espejo en el que nos muestran un reino particular en el que la vulnerabilidad es una forma de coraje y el humor y la mala leche se convierten en armas de doble filo capaces de seccionar lo que pillen por delante. He aquí la crónica de un épico lance en el que la armadura y el escudo se mantuvieron en su sitio, sin perder la dignidad. Y sin cortarse el flequillo.
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