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Crítica de la película de David Gilmour (Pink Floyd): Live at the Circus Maximus, Rome

El pasado otoño de 2024, David Gilmour anunciaba que volvía a los escenarios y lo hacía además incidiendo en el hecho de que protagonizaría un concierto muy especial en un lugar tan emblemático como el Circo Máximo de Roma.

Si hace justo 50 años que Pink Floyd, dentro de la tendencia que existía en los años 70 de hacer largometrajes documentales sobre grandes conciertos – ‘The Song Remains The Same’ de Led Zeppelin, ‘Yessongs’ de Yes o ‘Ladies And Gentlemen… The Rolling Stones!’ de los Stones- aportaba a ese fenómeno su ‘Pink Floyd en Pompeya’, hoy, en 2025, David Gilmour rememoraba y reactualizaba esa original idea de llevar un concierto de rock a un escenario poco frecuente con la celebración de este concierto y el rodaje y producción de esta película dentro de su gira ‘Luck and Strange’.

Gavin Elder, colaborador habitual de Gilmour en muchos de sus proyectos, ha sido quien se ha puesto al frente de la dirección de esta excelente película -por su concepción, sus encuadres, su iluminación, la considero mucho más una película que un documental o un mero video-concierto- y en este sentido, vista como una película, Elder ha hecho un trabajo sensacional desde cualquier punto de vista.

Este sublime espectáculo, filmado con las antiguas ruinas de Roma como telón de fondo, combina temas solistas del último álbum de David, ‘Luck and Strange’, incluyendo una conmovedora interpretación de “Between Two Points” con su hija Romany Gilmour; junto a clásicos de Pink Floyd como “Breathe”, “Wish You Were Here” o “Comfortably Numb”. Es lo primero que cabe decir en esta crítica: es un regalo para los sentidos, no solamente para cualquier fan de Pink Floyd, sino para cualquier melómano con pinceladas cinéfilas o viceversa.

Después de todos estos años, mientras los miembros restantes de la banda continúan compartiendo su música en la “cuarta era” de sus vidas – merece mucho la pena agradecer al batería Nick Mason su dignísimo trabajo de recuerdo, recuperación y reivindicación de todo el material inicial de Pink Floyd con su banda Saucerful of Secrets- desaparecidos Rick Wright y Syd Barrett, y con Roger Waters en otra atmósfera musical, social y personal totalmente fuera del entorno Floyd, sin duda tenía que ser un reto tan apasionante como arriesgado para David Gilmour lanzarse a una nueva gira en cuyo repertorio tocaría grandes clásicos de su banda madre combinados con temas de su último disco en solitario. Esta película nos muestra cómo ha salido triunfador del envite.

Lo más novedoso y que más me ha llamado la atención de este concierto, al menos tal y como lo podemos percibir en el visionado de la película, es la acústica. Sin duda, se debió en parte a la excelente ingeniería de sonido y, en parte, al ambiente al aire libre, pero también al propio espíritu de Roma, la ciudad eterna, y de este escenario tan singular.

Lo que antaño fuera un enorme estadio donde se reunían multitudes de 150.000 personas para presenciar carreras de cuádrigas al estilo ‘Ben-Hur’, duelos con animales salvajes y ceremonias que celebraban el sol y la luna, esta noche era un evento más ordenado, con asientos para 15.000 personas y un festín de sonido e imágenes impecablemente ensayado.

Comienza la película con un David Gilmour que sube al escenario y calienta el ambiente con un par de temas instrumentales, “5.A.M.” y “Black Cat”, de sus dos álbumes en solitario más recientes, que se combinan para crear una atmósfera refinada, casi clásica, con la guitarra de Gilmour —primero deslizándose, luego marcando notas— muy en primer plano y, en cierto modo, enfatizando su rol musical de liderazgo en Pink Floyd frente a la leyenda de Roger Waters.

Tras un “Luck And Strange” que Gilmour ataca de manera muy contundente, y bien flanqueado por su magnífico segundo guitarrista, Ben Worsley, una teatral humareda que invade el escenario da paso, en medio de un estallido de entusiasmo proveniente del público, a los primeros acordes de guitarra de “Breath”. Le sigue una pieza no siempre habitual, “Fat Old Sun”, su primera canción vocal solista para la banda, en la que echo de menos algunas notas vocales, aunque su guitarra, mordaz y penetrante, lo compensa con creces.

Después de “Marooned” —una de las tres canciones de ‘The Division Bell’ de Pink Floyd— “ Wish You Were Here”, recibida con gran entusiasmo, tanto en la cinta como por quienes estamos en el patio de butacas del antaño cine conocido como el “Palacio del terror”, es el preludio de las presentaciones de la banda para continuar con el resto del primera set, que se completa con “Between Two Points” y “High Hopes”.

El segundo set comienza con una versión de más de diez minutos de “Sorrow” de 1987, una pieza que en su día ya escribí en Popular 1 que podría haber sido grabada perfectamente por Dire Straits. “In Any Tongue” mantiene los estándares altos aunque sombríos, con Romany silbando, Worsley cumpliendo a la perfección su papel, y Gilmour arrancando cada gota de emoción de su guitarra durante un solo exaltado y emocionante. Un éxito inesperado para el público. Tanto como “The Great Gig In The Sky”, aunque mucho menos en una (a mi juicio) deslucida “A Boat Lies Waiting”.

Todo cambia con “Coming Back To Life”, precedido por una dedicatoria a su esposa, "la letrista más brillante de la historia", Polly Samson.

Llegamos a la parte más personal de la noche: tras el punto más bajo de Gilmour en los 80, su renacimiento. En ese momento, tanto el escenario como el estadio se iluminan. Entonces, la parte acuática del teclado inicial de Rick Wright en “Echoes” se repite durante la primera parte de “Scattered”, una larga y melancólica meditación sobre el paso del tiempo, algo de lo que la leyenda, a sus 78 años, es plenamente consciente.

Y para acabar a lo grande, una sensacional “Comfortably Numb” que cierra la película dejando un sabor de boca muy agradable y logrando un sonoro aplauso en la sala.

En una época en la que las películas-concierto han cedido terreno salvo brillantes excepciones -Rolling Stones, Rammstein- en favor del biopic, reconforta que este formato sea reivindicado por alguien como David Gilmour, que nos presenta un trabajo que desde aquí recomiendo y que me parece que vale la pena disfrutar y saborear.

2 respuestas

  1. Pensar que este tipo tiene 79 años y que sigue destrozando la guitarra es espectacular. Algunas lagrimas se me escapaban mientras pasaban las canciones. Lo que mas me sorprendió fue Romany Gilmour y las canciones de sus álbumes solistas, había escuchado algunas pero no las tenía presente. Una película-concierto que ayuda mucho en tiempos donde la música y el rock están un poco a la deriva. Una oda al oído

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