José Vives

Camino al olvido y Alborada

Autoeditado (2024)

Por: Alfredo Villaescusa

8

No resulta nada sencillo apelar a una mayoría. Convertirse en portavoz de historias con la voluntad de trascender y llegar a lo más hondo de cada alma. Parece arte de birlibirloque, pero existen artistas que han demolido de una sentada la dura barrera entre el yo y el nosotros y nos han legado canciones con las que puede identificarse cualquiera con una mínima trayectoria vital.

El mallorquín José Vives nos ofrece bastante de esto último con unas composiciones sinceras, de leve vuelo poético y desmelene moderado. Hay que asomarse a su obra como a la de un cantautor con un inmenso mundo interior, un “tímido refugiado detrás de una guitarra”, como le gusta definirse en su biografía.

De esta forma, “Camino al olvido”, su single más reciente, apuesta por un marcado ritmo guitarrero, pero sin que eso implique sepultar sus características letras de corte emocional. A la hora de señalar influencias, diría que en esta pieza recupera sobre todo el espíritu de El Último de la Fila en su faceta más rockera, y tampoco puedo olvidarme de los bilbaínos Doctor Deseo, más que nada en el aspecto literario.

El debut ‘Alborada’, por su parte, comienza con cierta garra con “Te acuerdas”, aunque es probable que las melodías te vuelvan a recordar a la mítica banda de Manolo García y Quimi Portet. “Mi historia” pone el énfasis en esos momentos vitales de desorientación en los que nada mejor que hacer caso al corazón, pero sin que esto se convierta en un tópico y teniendo en cuenta viejas heridas para no reproducir los mismos esquemas o errores. La historia de cada uno, en definitiva.

“Radiografía” reincide en esa línea de crecimiento interior y en una senda más intimista prosigue “Otra vez te vas”, que posee cierto aire a la vertiente más accesible de La Fuga, Extremoduro y otros combos de rock urbano. Y ese mismo poso callejero también aparece en “Torres de cristal”, poesía de asfalto y garito no muy distante de lo que nos ofrecía Sínkope en ‘Humo de contrabando’.

“A ti mi amiga” afloja el pistón con una canción “que nunca debió haberse escrito”, lo que ya nos prepara para un corte relajado con los sentimientos en el plano principal y la colaboración de una voz femenina que proporciona una réplica con soltura al protagonista de esta historia. “Mi trozo de felicidad” recupera la senda guitarrera con la vista puesta en el rock americano de Tom Petty y a la vez en grupos patrios como los ya mencionados anteriormente. Una genial cuadratura del círculo, de lo mejor del disco.

“Del mar a María” funde recuerdos paisajísticos con otros más físicos en una soberbia amalgama de sensaciones que nos vuelve a legar otro de los instantes más álgidos del redondo. “Para ti, para mí” echa el freno, pero sin caer tampoco en el relajo total. Ya el mismo título nos indica que se trata de una canción dirigida a una persona muy especial.

“Amores prohibidos” evoca del mismo modo encuentros furtivos que no deberían producirse, pero que a la hora de la verdad se tornan más adictivos que cualquier droga. Cierran este interesante trabajo “Soledad”, que aborda dinámicas o rutinas que se adoptan por casualidad, y “La luna sin ti”, una suerte de declaración de amor con deje aflamencado que podrías imaginarte con la voz de Manolo García, pese al notable carácter personal de la letra.

En suma, he aquí un compendio de historias de esas que buscan emocionar sin escatimar medios, lo cual no se antoja complicado dadas las reseñables habilidades tanto instrumentales como literarias de este cantautor en el pleno sentido de la palabra. Rock de autor para espíritus elevados y gente con inquietudes.

Alfredo Villaescusa
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