José Bosch Balaguer

Mejor estaríamos muertos

Autoeditado (2024)

Por: Alfredo Villaescusa

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¿Quién no ha soñado en sus años mozos con montar un grupo de música con su cuadrilla de amigos de toda la vida y acabar vendiendo millones de discos? Esa fantasía de tantos les sucede a los protagonistas de la novela ‘Mejor estaríamos muertos’ de José Bosch Balaguer, dramaturgo y músico que ha colaborado en medios como Popular1 y toca la batería en Killing Bambies. Solo hay un pequeño detalle, a partir de los cuarenta las cosas no son tan sencillas como parecen, las resacas duran varios días y acometer cualquier empresa creativa supone un titánico esfuerzo. Pero cuando se trata de hacer un último favor a un colega, ahí sí que no hay excusas que valgan.

Con un ojo puesto en la pérdida de la inocencia de ‘El guardián entre el centeno’ de J.D. Salinger y otro en el humor sin cortapisas de ‘Lo mejor que le puede pasar a un cruasán’ de Pablo Tusset, esta “biografía oral de un grupo de rock sin pasado” adopta ese popular formato en el que se nos presentan hechos y pensamientos por boca directa de los personajes, sin mediación de narrador. Hay que mencionar que esta manera de escribir te obliga a estar un poco alerta para ir uniendo hilos y no perderse en la trama propuesta.

Pero sería complicado olvidarse de Juan, el vocalista empeñado en conseguir el éxito con el futuro amenazado por una enfermedad venérea; el batería Berna, un apasionado del Tinder y las plataformas de citas al que cuando le surge la oportunidad de pillar cacho le tiemblan las piernas; el guitarra Alberto, que sufre todo un terremoto emocional al abandonar a su familia; o Jesús, que vive apaciblemente fumando marihuana y elucubrando sobre temas más o menos trascendentales.

Esta peña atiende la voluntad de su fallecido amigo Carlos para reunir Dragon Soup, el grupo que tenían de jóvenes y que sin duda estaba destinado a petarlo en sus círculos más cercanos. Pero claro, una cosa era hacerlo sin otras preocupaciones que las propias de la edad y otra dar el callo con obligaciones familiares pendientes en un mundo que se va desmoronando para estos cuatro magníficos.

Si lo que esperas es un tratado sesudo sobre el rock, este no es tu libro, pues las referencias musicales se cuelan casi como imperceptibles insectos, sin reparar demasiado en su presencia, aunque a los fanáticos de Ramones seguramente les tocará la fibra sensible que una de las canciones escogidas para ensayar sea “My Brain Is Hanging Upside Down (Bonzo Goes To Bitburg)” de la eterna banda de Forest Hills. Otro detalle hilarante es aquella comparación que se establece entre el filósofo Nietzsche y los fans de U2 o Bruce Springsteen, vinculando dicha afición más a la moda o al postureo.

El sentido del humor es otro de los grandes activos de este libro, con momentos verdaderamente hilarantes en los que te reirás a carcajada limpia. Hay que advertir en este aspecto que el humor negro y políticamente incorrecto de vez en cuando sale a la superficie, por lo que quizás algún ofendidito contemporáneo deba santiguarse en determinados fragmentos.

No olvidemos que al final lo que aquí se relata es pura ficción, aunque después de leer el libro, uno casi desearía que Dragon Soup fuera una completa realidad y de verdad hicieran esa gira de despedida al estilo de Kiss o Scorpions hasta que no puedan más con sus maltrechos cuerpos. Y que presentaran en directo esos nuevos temas que su público desconocerá tanto como sus clásicos.

En resumen, si te apetece una mirada desenfadada acerca de muchos problemas que puede encontrarse una banda de rock a lo largo de su trayectoria, ya estás tardando en sumergirte en una obra que se lee del tirón entre carcajada y carcajada. Cuidado, que es muy adictiva.

Alfredo Villaescusa
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