Eveth

Sellando el destino

Maldito Records (2024)

Por: Alfredo Villaescusa

9

Tan contundente como un buen aporte de legumbres se antoja ‘Sellando el destino’, quinto álbum de los mallorquines Eveth que con toda probabilidad te volará la cabeza si lo que te gusta es el heavy metal a secas. Y lo mejor de todo es que sus coordenadas no se encuentran enclaustradas en la década de los ochenta, sino que gracias a una producción insuperable se tornan contemporáneos, con un sonido potente, con músculo y que además no te lleva a la noche de los tiempos ni a épocas pasadas, por muy gloriosas que sean.

“Un nuevo mundo” marca de un plumazo las directrices que nos vamos a topar en este redondo, esto es, heavy metal a la vieja usanza que se escora en alguna ocasión hacia al power metal, especialmente en el aire épico de ciertas composiciones, como esta que nos ocupa, por ejemplo. Escucha los desarrollos que se marcan con las guitarras y alucina.

“Despiértame” recibe con riffs secos y cortantes de la escuela Judas Priest, pero luego su rollo se acerca más hacia el hard rock de los Sangre Azul más contundentes, con un estribillo que no abandonará la cabeza en días venideros. “Aunque me cueste la piel” sigue un poco también la senda del hard rock, pero aumentando la apuesta en un temón soberbio perfecto para que retumben las gargantas en directo.

En “Hijos de las estrellas” recurren en un inicio a todo un clásico del género, las cabalgadas a lo Iron Maiden, aunque luego nos vuelven a conquistar melodías que no pierden ni un ápice de tralla tanto a las guitarras como a la batería. “Mi verdad” baja ligeramente las revoluciones en un ambicioso corte que pone de relieve la desconexión social que sufren las personas que padecen una enfermedad mental. Atentos a ese inmenso solo de guitarra para pillar escoba o cualquier objeto alargado.

“Dueña del amanecer”, por el contrario, pisa el acelerador a fondo sin que se resienta su profunda ambición compositiva. Esta sería otra pieza que deberían incluir en sus conciertos sí o sí. Enorme de principio a fin, con mención obligada a otro de esos estribillos que se queda grabado a fuego. Y en “Aprendiendo a partir” cuentan con la colaboración de Marc Riera, vocalista de los granadinos Azrael, que borda un corte de querencia épica y sin discusión de los momentos más celebrados de este redondo.

“Lazos rotos” afloja el pistón con la inevitable balada, pero ni siquiera pierden fuerza en una tesitura más reposada, con las guitarras levantando de nuevo la tónica general hasta la estratosfera. “Espejo de luna” podría parecer algo menor de primeras, pero a medida que avanza la canción esa idea es refutada, con notables desarrollos instrumentales y la voz de David Dalmau brillando una vez más hasta la extenuación. Su interpretación a lo largo del disco es de cátedra, por cierto.

“El mandato” no afloja un ápice en cuanto a caña heavy, bordeando el power metal, mientras que el comienzo de “Versos al diablo” podría recordar de nuevo a la Doncella, al igual que esos punteos que luego se marcan. Y “Viento y fuego” pone la guinda a un trabajo sin desperdicio con encomiables melodías vocales y una letra grandilocuente para proclamarse caballero por lo menos.

Ya nos lo avisó el compi Jason Cenador cuando nos dijo que era de los mejores discos de heavy patrio que había escuchado últimamente. Pese a que sus gustos y los de un servidor en la mayoría de las ocasiones sean como el agua y el aceite, en este caso coincidimos por completo. Obra maestra sin paliativos.

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Alfredo Villaescusa

Eclecticismo en vena. No hay nadie que no dispare el viernes por la noche, ni hay quien esquive los disparos.

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