Si nos pusiéramos a pensar en algún rasgo del comportamiento humano capaz de generar el mayor número de problemas o malentendidos, sin duda el orgullo o ego ocuparía de las primeras posiciones. No hay más que mirar conflictos internacionales en curso para concluir que la soberbia o la mera demostración de fuerza estarían detrás de una carnicería prolongada durante demasiado tiempo.
Precisamente, los oriundos de Huesca El Verbo Odiado han optado por retratar la peor cara de este fenómeno en su cuarto trabajo de estudio que lleva por título ‘E.G.O.’, como no podría ser de otra manera. Diez canciones intensas con guitarras punzantes, distorsión contenida y unas letras con el suficiente vuelo poético para elevarse por encima de la tormenta emocional que nos presentan. Y todo ello además aderezado por la producción de Santi García, que cuenta en su haber proyectos para Standstill, Viva Belgrado o La Habitación Roja, entre otros.
Pero no vamos a engañar a nadie, no se trata de la típica música de fiestón para venirse arriba, sino de una experiencia mucho más íntima, sensorial, similar a la que provoca la escucha de Joy Division, Editors o nuestros Viva Suecia, con los que comparten cierta similitud de tono y épica en ciertos momentos. La inicial “Canción rota” es un claro ejemplo de esto último, pese a que las atmósferas tal vez estén más emparentadas con Slowdive o el post rock de Mogwai.
“El Gran Odio”, cuyo acrónimo forma el título del disco, constituye uno de los puntos álgidos del redondo, con un auténtico himno para corear a pulmón en cualquier festival o recinto multitudinario. Frente a artistas vacíos que no se entiende lo que cantan, he aquí un texto de impecable factura con un amplio abanico emocional para apelar a un público diverso.
En “Centro de gravedad” se hace más patente ese halo a los Viva Suecia de “Bien por ti” que sobrevuela en este trabajo y que en este corte luce como nunca, sin olvidar esa identidad que indefectiblemente han logrado en obras anteriores. “Laberinto” aminora un tanto la velocidad, pero no la intensidad, con estrofas que caen como losas y guitarras enérgicas que ejercen de perfecto contrapunto a los dramas cotidianos que nos relatan.
“El canto del cisne” sigue la travesía emocional con un arranque sosegado, pese a que la pieza se transforma posteriormente en un espectacular in crescendo. Y “La metamorfosis” retrata las dudas acerca de la propia identidad que muchos habrán experimentado en algún momento de su vida, con indisimuladas referencias a la inmortal obra de Kafka del mismo título.
“K2” propone una escalada sin protección hacia los sentimientos más elevados que se pueden experimentar, un desafío a temperaturas bajo cero en el que inevitablemente habrá que asumir riesgos, como volver muy distinto tras el periplo. “El texto” se acerca más al rock alternativo, con deje noventero, pero sin desprenderse de la característica melancolía que trasluce en otras composiciones.
La homónima “El verbo odiado” contiene “los veinte segundos más intensos” de su discografía, según sus propios autores, por lo que era inevitable adoptar el nombre de la banda para un corte que alcanzará su significado pleno en las distancias cortas. “Un río nuevo” cierra esta ambiciosa obra con marcado tono folk y aire de despedida que realzan con la presencia de cuerdas y unos silbidos finales que evocan “Suspicious Minds” de Elvis.
Los que se acuerdan de lo mucho que molaban tanto Viva Suecia como Los Planetas en sus inicios y que se quedaron huérfanos a lo largo de los años y sucesivos lanzamientos, deberían pegar una escucha a este grupo con el espíritu de ambas bandas, pero también con su propia impronta personal, cargada de emociones a ras de piel. Toda una disección en primera persona.
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