El retorno de Azrael es toda una noticia, y no solo porque con la edición de este nuevo álbum van a poder celebrar de forma brillante sus treinta y cinco años de historia, sino porque este trabajo es, sin duda, un disco que sacia las ganas de seguir disfrutando de esos himnos punzantes y medidos virtuosismos que los granadinos siempre han sabido blandir.
El disco que, a pesar de su título y excelente portada, no contiene partes oscuras ni inocuas, sino que propone una fiesta en la que la ortodoxia de las melodías se hermana con la paganía del metal bien fraguado, ese que en su escucha es capaz de imprimir inercia y pasión, el mismo que convierte a una canción en himno de batalla, pero que a la vez sabe equilibrarse en fuerza y destreza. En definitiva, este es un álbum repleto de lo que Azrael ha ido distribuyendo durante estas tres décadas y media de una historia que con este ‘Aquelarre’ sigue escribiéndose con letras doradas.
Inicia con “Mientras mi cuerpo aguante”, un tema festivo con alma folk metal y cuerpo de himno de directo, en el que la alegría de la música se vierte en jarras de emociones y letras tan personales que podrían ser firmadas por cada uno de nosotros. En “Humanidad”, Enrique Rosales y Oscar Espín se emplean a fondo con esas guitarras afiladas repletas de melodías pegadizas y eficaces, mientras la voz de Marc Riera se recrea de una forma especial, pasando de los matices harmónicos a los poderosos agudos en un tema que ahoga críticas.
El trabajo continúa con “Pobre diablo”, donde el power metal de escuela Helloween saca su mejor expresión. Hímnico, pegadizo, diverso y eficiente. Calzado apropiado para el retorno puntual de Mario Gutiérrez, quien se luce de forma excelsa en un solo de guitarra, rememorando su pasado en la banda y acuñando himnos con el alma de su instrumento, sustituida esta por sus artes en la producción y masterización del álbum.
La confluencia entre el título del álbum y el álbum encaja a la perfección con “Noche de Brujas”, que nos ofrece una dosis de power metal clásico, con un intermedio en el que las guitarras saben pintar montañas de inercia y pasión, mientras Tico Torres y J.M. Salas asientan estas en unas bases duras, pero no rígidas. Buenos coros y unos teclados en los que la ya habitual colaboradora de la banda, Zoraida Vidal (Saedín), sabe arropar el conjunto.
En “Tierra prisionera” nos adentramos en un bosque de melodías y épica pasional, repleto de dobletes de guitarras que encajan de forma tan natural como sólida, un bosque metálico en el que da gusto perderse. Durante “Dolor y agonía”, el poder vocal que Marc ostenta demuestra toda la calidad y técnica que su garganta atesora. Buenos coros y esas guitarras que en todo el álbum han sido meticulosamente trabajadas consiguen que el metal tenga un reflejo especialmente brillante.
Seguimos con “Duele”: en él, los arpegios de piano cercenan las heridas halladas en las letras de una balada con carácter y sentimiento, un tema en el que nuevamente Marc saca sus mejores galas, sabiendo arañar y hacer sentir frente a una letra directa e hiriente. Tras la emoción y la melancolía llega “Un paso más”, desparramando rapidez y furia en el tema más poderoso e intenso del álbum, otro himno que en las batallas de los directos seguro se codeará con lo más jugoso de sus éxitos más celebrados, un torrente de pasión que hará elevar los decibelios tanto como nuestros puños.
El álbum se cierra con “Ángel desterrado”, un medio tiempo de cuerpo pesado y oscuro, recreado gracias a unos teclados que saben amplificar el relato de un tema que deja la puerta abierta a la evolución de una banda que ofrece lo que sus cada vez más numerosos fans buscan: pasión, nervio, virtuosismo, energía y himnos con los que cantar y pasar muy buenos ratos. No defrauda.
“Atrapado” es un tema recuperado de ‘Mafia’, ese álbum que les dio el empujón definitivo hacia su imparable ascensión. Una reconformación que solo puede encontrarse como bonus en las versiones físicas del álbum (CD, vinilo y K7).
Con ‘Aquelarre’ estamos frente a un álbum que contiene lo que Azrael siempre ha sabido ofrecer: ese metal que, bien en forma de power hímnico o heavy clásico, en sus manos sabe obtener un carácter limpio y propio. Un álbum que sigue abriendo puertas a una evolución que, con pasos medidos, sigue siendo una punta de lanza tan aguda y afilada como siempre lo son sus motivadoras expresiones musicales, un aquelarre de buen gusto y un torrente de sensaciones motivadoras.
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