Crónica de Kreator + Sepultura + Soilwork + Aborted: Dioses de la violencia sonora

27 febrero, 2017 2:29 pm Publicado por  Deja tus comentarios

Sala La Riviera, Madrid

Ni dos meses ha habido que esperar para que una de las citas del año indiscutiblemente tuviese lugar en la ciudad de Madrid. Con cuatro bandas de tamaña envergadura en el cartel, era de esperar que el evento arrancase temprano, teniendo en cuenta el horario habitual de las salas de la ciudad y que los protagonistas de la noche, Kreator, tenían previsto ofrecer el repertorio completo que han preparado para la gira de presentación de su apabullante nuevo álbum, un ‘Gods of Violence’ que no ha necesitado mucho tiempo para posicionarse como uno de los trabajos más deseados por los acérrimos de la banda, especialmente los de nueva generación. Y es que si hay un grupo veterano que ha sabido reinventarse y unir a su causa a nuevas hordas de público al mismo ritmo que lo haría una banda joven que estuviera pegando el pelotazo, ese es Kreator.

Aborted

Aborted

Pasados diez minutos de las seis de la tarde, empezaban a temblar los cimientos de La Riviera al atronar el brutal death metal de Aborted.  Los belgas no acostumbran a visitar nuestras latitudes en giras como la que nos ocupa, sino que tienden a formar parte de compendios, en general, más extremos. Por eso, era una incógnita cómo iba a funcionar su propuesta, curtida durante más de dos décadas de intensidad desmedida que bien les han valido para adquirir una categoría técnica a la altura de quienes, además de quemar todas las naves en cada show, trabajan muy duro cuando bajan de los escenarios. Su desbordada calidad, arraigada en una base rítmica abrumadora en la que la batería ejercía como arma de destrucción masiva, obtuvo su recompensa en forma de elogios unánimes por parte de un público que apenas pudo disfrutar media hora larga de concierto. No había, por tanto, tiempo que perder, y la encarnizada maquinaria liderada por Sven de Caluwe, quien agradeció con énfasis la presencia de quienes habían llegado pronto a la sala y cuya grave voz retumbaba por las paredes del infierno, se despachó a gusto con temas como “Divine Impediment”, “Termination Redux” o “Bit by Bit”. Gozaron, además, de uno de los mejores sonidos de la noche, aunque la penumbra ocupase buena parte del concierto en una escena en la que llamaban la atención los dos esqueletos situados a sendos extremos e introducidos en sendas cámaras iluminadas de un tétrico color verdoso.

Soilwork

Soilwork

Tuvimos unos minutos para tratar de bajar las pulsaciones antes de que Soilwork las volviese a acelerar, eso sí, con un sonido notablemente menos nítido y más diluido en el que el teclado directamente ni se escuchaba. Los suecos siguen defendiendo a capa y espada su death metal melódico y groove metal de corte moderno que parece haber alcanzado su cota máxima de popularidad y no termina de trascender la barrera hacia un estatus de reconocimiento que les permitiese encabezar giras al nivel de una banda puntera. Esa fue la impresión durante los primeros compases del show, que resultaron más anodinos a pesar del alto voltaje que desprendían los altavoces.

Conforme su gala, para la que tenían 45 minutos, fue avanzando, la experiencia fue marcando la diferencia y el oficio con el que el entregado vocalista y carismático frontman Björn “Speed” Strid afrontó el show dio sus frutos merecidamente. Así, el ambiente fue caldeándose y el público terminó celebrando temas como  “Nerve” o “Two Lives Worth of Reckoning”. Quizá por el contexto del show, temas más agresivos y cercanos a la vieja escuela como “The Chainheart Machine” o “Late for the Kill, Early for the Slaughter”, de salvajes blast-beats, se llevaron particularmente el favor de un público que, no obstante, tuvo en la concluyente “Stabbing the Drama”, de dejes más modernos y con un mayor hincapié en las líneas vocales melódicas, como tema más aclamado.

Sepultura

Andreas Kisser (Sepultura)

Tiempo para repostar ante los platos fuertes de la velada, que nos harían quemar combustible de lo lindo hasta hacer de la sala un lugar incandescente. Sepultura estaban en la línea de salida y esprintaron con exacerbada energía en su estreno con “I Am the Enemy” frente a un recinto que si no llegó al sold-out, poco le faltó.   No se les puede reprochar ni un ápice de falta de intensidad ni de ganas de volar la sesera de los presentes a base de verdaderas tempestades de metal extremo, pero como decía aquel anuncio, “la potencia sin control no sirve de nada”.

Por eso, el efecto que entre los más apegados a la etapa clásica de la banda hicieron temas como “Phantom Self”, “Choke” o “Alethea” fue limitado, dado que la indudable calidad interpretativa de Andreas Kisser y los suyos – tienen la maquinaria del directo perfectamente engrasada – se conjugaba extrañamente con una dinámica de directo ciertamente plana que no acababa de hechizar. Y eso que el decidido Derrick Green, que de vez en cuando empuñaba las baquetas para percutir sobre un gran tambor aledaño a la batería, tenía constantes gestos de complicidad con la audiencia, a la que tardó, eso sí, unos cuantos temas en dirigir la palabra. Solo “Desperate Cry” consiguió sonsacar un mayor entusiasmo en los primeros compases de un show que cambió de dirección cuando así lo hizo el repertorio.

“Sworn Oath”, el mejor tema de ‘Machine Messiah’, último trabajo de los brasileños, fue el punto de inflexión, a pesar de que el teclado disparado apenas se distinguía ocluyéndose de ese modo su melodía. Justo después caería “Inner Self”, vetusto paso previo junto a la más moderna “Resistant Parasites” hacia una auténtica orgía de clásicos del thrash metal por parte de una banda que, entonces sí, recibió el respaldo del público que se corresponde con su nombre, aquel que puso a Brasil y a Sudamérica en general en el mapa mundial de los imprescindibles del estilo.

La recta final del concierto fue casi un concierto diferente, pues se desató la locura incontenida al son de “Refuse/Resist”, “Arise”, “Ratamahatta”  y “Roots Bloody Roots”. La firmeza en la ejecución unida a composiciones con mucho más que decir desembocaron en una de las cotas álgidas de la noche, con una banda muy bien plantada que hizo a más de uno cuestionarse si son estas las mejores interpretaciones en vivo que se pueden disfrutar hoy día de aquellos clásicos, en comparación con las que están desempeñando los hermanos Cavalera, enfrascados en gira especial bajo el reclamo de ‘Return to Roots’ (regreso a las raíces). Algunos, muchos quizá, dirán que sí.

Kreator

Mille Petrozza (Kreator) y su camiseta vegana

Por fin llegó el momento más esperado por el grueso de la audiencia, la inauguración del show de la infalible máquina germana de fabricar himnos de thrash metal preservando intacta su vertiente violenta y enriqueciéndolos hasta la saciedad de lucidez melódica. Kreator lleva muchos años rindiendo a un nivel inalcanzable tanto en estudio como en directo, y eso es apreciado hasta el punto de resultar, indiscutiblemente, uno de los grandes titanes del metal mundial. Si no llenan los pabellones de otros de sus coetáneos es, simplemente, porque su propuesta, aunque más brillante y diversificada que en otras épocas, sigue siendo, pese a quien pese, inequívocamente extrema.

Por si la influencia del heavy metal en sus composiciones actuales no estaba lo suficientemente alardeada,  el “Run to the Hills” de Iron Maiden sonó a todo volumen con los focos iluminando toda la sala antes de que, ya en penumbra, la intro “Choir of the Damned”, extraída del legendario y antiguo álbum ‘Pleasure to Kill’ y durante la que aparecieron dos enmascarados frente a sendos fuegos, allanase el terreno para el delirante arranque con uno de los temas más imponentes de la discografía de los alemanes, “Hordes of Chaos”, un monumento al salvajismo sonoro combinado con reluciente melodía que puso todo al rojo vivo. ¡Qué manera de empezar, con confeti y todo! Fue eso sí, el único tema de un disco homónimo que merece, con todas las de la ley, más representantes en el repertorio.

Como si de una recta final en lugar de un comienzo se tratase, prosiguieron, ni cortos ni perezosos, con otro clásico de su bitácora sonora como es “Phobia”, en la que emergieron cuatro densas columnas de humo tras las que Mille Petrozza y los suyos se dejaban la piel. Como siempre. La gente respondía coreando con entusiasmo el nombre de la banda y unas campanas doblaban para dar paso a “Satan is Real”, con ritmo más comedido pero igualmente portentosa. Quién diría que es una canción que apenas lleva unos meses publicada, habida cuenta de la reacción desbordada de un público que en aquel momento ya sabía que se iba a marchar de la sala satisfecho tras otro concierto de diez por parte de Kreator.

Sobre un colchón disparado  de guitarras acústicas soleaba el guitarrista finlandés Sami Yli-Sirniö, quien lo revolucionó todo tras incorporarse en la banda en 2001, antes de que el huracán de electricidad volviese precipitarse sin piedad sobre nuestros tímpanos de la mano de “Gods of Violence”, en la que Petrozza nos disparó con una pistola de humo. El curtido vocalista y guitarrista continúa rozando la perfección con su agreste chorro de voz y su precisión a las seis cuerdas, y de él llamó la atención su indumentaria: una camiseta en la que se leía la palabra “Vegan” (vegano”) con una tipografía propia del thrash metal. Curioso cuando menos.

Aunque el sonido no estaba siendo para nada el idóneo – depende del lugar de la sala en que te encontrases, escuchabas más la guitarra de Mille o la de Sami, en una banda en el que se reparten al cincuenta por ciento el protagonismo –, nada minaba la emoción del público, que estalló en un pogo devastador al son “Total Death”, precedida de “People of the Lie”. En efecto, los discos pretéritos tuvieron una interesante cuota de representación.

Volviendo al presente milenio, la intro “Mars Mantra” dio paso a “Phantom Antichrist”, uno de esos temas que agradecen el punch de agresividad del que le dota el directo. Le sucedió, de regreso al último álbum, “Fallen Brother”, dedicada a los músicos de rock y metal caídos, y en la que las cuatro pantallas verticales de leds, dos a cada lado, proyectaban imágenes de artistas como Lemmy Kismister, Jeff Hanneman, Francis Rossi o Jimi Hendrix, entre otros muchos artistas desaparecidos y añorados.

Está siendo una noche casi perfecta” – comentaba Mille Petrozza a la audiencia – “pero falta algo: el mayor mosh pit, desde atrás del todo hasta adelante del todo”. Sus deseos fueron órdenes para la concurrencia y se hizo un hueco enorme para que después chocasen los unos con los otros en caótico pogo al ritmo de una suerte de pasaje instrumental que se antojó demasiado lento para la ocasión. Este dio lugar a una de las imprescindibles, “Enemy of God”, garantía de que aquello continuaría siendo un hervidero. La ejecución, como siempre, perfecta.

La vertiente más heavy de la banda la volvió a irradiar “From Flood into Fire”, tras la que unos tamborileros enmascarados se hicieron dueños y señores de la escena mientras sonaba una intro que dio paso a la abrumadora “World War Now”, coronada ya como una de las más brutales e ineludibles de ‘Gods of Violence’. Su efectividad, a la altura de cualquier clásico del grupo, fue colosal.  También lo fue la de “Hail to the Hordes”, otra más de la nueva placa.

Mille Petrozza estaba empeñado en que los decibelios del público ascendiesen más y más, y tras agitar a las masas logró un bullicio colectivo que casi nos deja sordos. Aquello era una agresión sonora extrema en toda regla, coyuntura perfecta para que descargaran “Extreme Agression” mientras las pantallas proyectaban imágenes de disturbios callejeros. En la expeditiva “Civilization Collapse” el propio frotman organizó un nuevo moshpit del tamaño de Wisconsin que estalló al grito, en castellano, del cantante: “¡Vamos!”.

Si hay un tema que ha sonado y resonado con creces en los locales de metal de este país, o al menos de esta ciudad, ese es el “Violent Revolution”, y por eso fue también una de las canciones más celebradas a medida que nos acercábamos a un final no llegaría hasta quemar aún algunos de los cartuchos más explosivos de la discografía de Kreator. Así, detonaron sin compasión “Flag of Hate”, en la que Petrozza enarboló la bandera como es habitual; la rescatada “Under the Guillotine”, a la que el directo le sienta fenomenal; y “Pleasure to Kill”. Cuando parecía que esta última iba a terminar, la retomaron de nuevo para que el último wall of death probase definitivamente la resistencia ósea de sus participantes. “The Kreator will return”, exclamó Petrozza a su conclusión para dejarnos claro, una vez más, que a esta banda le queda cuerda para rato y que volverán por nuestras latitudes para hacernos felices a base de ferocidad sonora.  ¿Acaso alguien la encauza mejor en la actualidad?

Texto: Jason Cenador
Fotos: F. R. García

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