Crónica del concierto final de Black Sabbath: The End?

6 febrero, 2017 7:23 pm Publicado por  5 Comentarios

Genting Arena, Birmingham, Reino Unido.

Los padres del heavy metal cerraban el círculo y ponían punto final a su trayectoria regresando a la ciudad en la que dieron vida al sacro género hace cerca de 50 años. Seguidores de todo el mundo acudieron a este réquiem en dos actos, de los cuales, es evidente que el del sábado 4 de febrero, por ser verdaderamente la última liturgia, se tornaba doblemente especial. La Heavy y esta web tenían que estar allí, hacia donde también partieron Nano Ruiz, del programa Waslala en MariskalRock Radio, o nuestro colaborador Juan Luis Herranz. Tampoco faltó el promotor Marcos Rubio, que peregrinó junto a parte del equipo de su festival Leyendas del Rock. Bilbao, Murcia, Alicante, Madrid y Barna son solo algunas de las ciudades desde las que sé a ciencia cierta que viajaron fans para darle el último adiós a Black Sabbath.


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Juan Destroyer, emocionado antes de que cayera el telón

Sito junto al aeropuerto y a una estación de tren, el NEC –escenario también de su directo de 1997 ‘Reunion’- es un complejo espectacular cuya joya de la corona es este Genting Arena, de acústica extraordinaria, en el que caben 16.000 almas. Muchos de los que viajaron desde el extranjero optaron por hospedarse en el hotel del propio centro de exposiciones, desde luego la opción más cómoda si no tenías ganas de conocer esa ciudad industrial y gris que sentó las bases inspiratorias para la creación de un sonido pesado como el acero y tenebroso como la niebla de las West Midlands. El clima no hizo honor al tópico y nos recibió un sol muy bienvenido, sobre todo habiendo viajado desde una pluviosa España; hacía frío, pero estamos en invierno, ¿qué esperabas? Además eso propició, para alegría de Rival Sons, que la mayoría accediéramos al recinto según llegábamos. Cuando sonó la composición principal de “El bueno, el feo y el malo”, su intro, aquello ya tenía un colorido estupendo.

El público inglés no es especialmente caluroso salvo cuando rebasa cierto número de pintas, lo cual no es fácil en el Genting debido a que tanto las barras –que además no contaban con el apoyo de los mochilamen de los grandes eventos en España- como los aseos se congestionan con facilidad. Súmesele el que el rango de edad de muchos de los asistentes oscilaba entre los 50 años y la edad de los protagonistas de la velada, presumiéndoseles un consumo de alcohol más moderado que el de unos jóvenes en minoría.

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Rival Sons

Todo esto venía a cuenta del concierto de los californianos, cuya propuesta mama de muchos clásicos del rock inglés pero al mismo tiempo se enfrentaban a un público que está de vuelta de todo y tiende a reservar las energías para su grupo. Quizás si el cantante Jay Buchanan hubiese sido un poco más echado para adelante a la hora de conectar con el público, su banda habría conseguido mejores reacciones desde el comienzo. Decidió centrarse en su ejecución vocal, y no le culpo, sobre todo después de escuchar cómo canta este pavo en directo, ¡qué aullidos y que modulación desde el comienzo con “Electric Man”! Por su parte, el guitarrista Scott Holiday lo llena todo con su particular sonido de guitarra, plagado de fuzz y octavador y reforzado por las teclas de Todd Ögren-Brooks, músico no oficial que les acompaña en gira.

La acústica del Genting también es benevolente con ellos, haciendo brillar un prolongado “Secret” seguido del eminentemente zeppeliano “Pressure and Time”. En “Tied Up” Buchanan canta con la elegancia soul de Paul Rodgers, pero instrumentalmente la canción recuerda más a The Black Keys (salvo por su alargado final con Hammond a lo Black Crowes), y es que en la música de Rival Sons conviven el rock de toda la vida y el retro-moderneo.

Bonitas las incursiones de slide de Holiday en “Fade Out”, dedicada a un amigo que les dejó prematuramente y rubricada por una reiterativa y estruendosa estructura final. También estrepitosa la guitarra de Holiday introduciendo “Open My Eyes”, con la que por fin sacaron al público de su letargo. Unas estrofas blues guitarra-voz de Jay y Scott derivarían en “Torture”, donde el groove de la base rítmica conformada por el batería Mike Miley y el bajista Dave Beste incita a bailar. Antes de terminar con “Keep on Swinging”, el cantante le agradece a Sabbath que se los llevara de gira durante cerca de un año, sin duda una gran oportunidad para seguir ganando adeptos. En disco me gustaban sin matarme, pero tras verles en concierto, ahora sé del porqué de su creciente fama.

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Black Sabbath

Al poco de terminar Rival Sons, un vídeo anuncia que, como en toda la gira, Black Sabbath tiene a la venta en el merchandising el EP ‘The End’, compuesto por cuatro descartes de ‘13’ y cuatro temas en directo. Una cosa es que se retiren y no les haga falta más dinero, y otra bien distinta es que no aprovechen las posibilidades de la maquinaria capitalista (al menos viene firmado por los músicos, lo cual sin duda es un aliciente, pues creo que no ha sido así en otros conciertos). Por lo mismo, y para nuestro alborozo, no han perdido la oportunidad de filmar los conciertos de cara a un futuro DVD.

El cambio entre grupo y grupo ha sido muy rápido, y a algunos el vídeo del atemorizante diablo alado les pilla en la cola de la barra o en el tigre a mitad de meada. Un inquietante sonido de campanas anuncia “Black Sabbath”, la homónima canción de fúnebre ritmo con la que acongojaron al mundo hace ahora 47 años. Cae el telón y ahí están los señores oscuros, con el fuego a sus espaldas, preparados para la última ceremonia.

A Ozzy la chaqueta no le dura ni un tema, tiene prisa por enseñarnos que sigue adelgazando, lo cual obra en positivo tanto en su interpretación vocal como en lo que se refiere a la interacción con el público, predicando vitalistamente con el ejemplo cada vez que le pidió palmas al público. “¡Dios os bendiga a todos!”, exclama antes de recordarnos que este es el último concierto, pero ni mucho menos su final. El repertorio no ha variado en esta gira europea, factor sorpresa cero, sabíamos lo que íbamos a escuchar. Aun así, nos quedaba conocer la puesta en escena, como las imágenes psicodélicas de los músicos tocando durante “Fairies Wear Boots”.

Durante “Under The Sun/Everyday Comes and Goes” una de las cámaras enfoca profusamente a Tommy Clufetos, que se ha puesto una cinta en el pelo como el Bill Ward de juventud. Las palabras de añoranza de Iommi unos días antes de este concierto habían hecho albergar la esperanza de que el batería original del grupo compareciera, pero no fue así para desilusión de muchos, más allá de que el norteamericano cumpla a la perfección con su papel y, de hecho, supere las habilidades de Ward. La consistencia del setlist es, a mi juicio, discutible, y mismamente en este tema Ozzy ha de buscarnos un entretenimiento extra, haciéndonos ondear los brazos de un lado a otro. Al acabarlo el Madman se dirige a nosotros provocando que el público coree “Sabbath, Sabbath…”.

Black Sabbath dio su último concierto en Birmingham, la ciudad en la que ellos mismos engendraron al heavy metal. MariskalRock y La Heavy estuvimos allí. Pronto crónica. Por ahora, sirva como aperitivo este Children of the Grave con sus llamaradas y la lluvia de globos.

Publicada por MariskalRock.com en Domingo, 5 de febrero de 2017

El teclado de Adam Wakeman (hijo de Rick) brota desde las entrañas del escenario como preludio de un “After Forever” que tampoco provoca la euforia colectiva; y hablando de entrañas, las imágenes que lo acompañan bien podrían ser la flora intestinal de un animal, larvas acelerando el proceso de descomposición del mismo o sus papilas gustativas, ¡qué sé yo! El caso es que, estéticamente hablando, no desentona. A la de una, dos y tres el cantante nos hace gritar “Yeah!” el mismo número de veces. Llega uno de los grandes momentos del concierto, con Iommi reventando los altavoces riff a riff de “Into the Void”, aún más poderosa que en la versión de estudio por mor de una afinación especialmente grave. En la parte rápida, el pogo entre los no pudientes de la platea –más allá del black circle, vaya- daba miedo visto desde arriba.

Nuestra entrega ha ido en aumento y tras terminar “Snowblind”, Ozzy se nos arrodilla haciendo reverencias en señal de agradecimiento. Es justo a continuación cuando presenta a la banda, Wakeman incluido. “¡No sigo si no oigo a todo el mundo!”, grita para jalearnos cuando llega el turno de Geezer, a quien mostramos nuestros sonoros respetos; aunque con the one, the only Tony Iommi la cosa va un paso más allá, pateando el público estruendosamente el suelo.

Llega el sonido de las sirenas antiaéreas y el escenario se inunda de rojo sangre. Ozzy nos sugiere cantar con él “War Pigs”. Dicho y hecho, y la verdad es que emociona escuchar a miles de personas entonar esas estrofas desnudas en única compañía del charles de Clufetos. Por cantarse, se cantó hasta el solo de guitarra. Si en los “Cerdos de guerra” las pantallas mostraron imágenes de explosiones nucleares, en “Behind the Wall of Sleep” fueron racimos de ojos mirando en distintas direcciones. Geezer y su wah wah -o lo que es lo mismo, “Bassically”- preceden “N.I.B” y sus reconocibles “Oh yeah!”. Tony se sale con cada uno de los solos, mientras que en la turbadora “Hand of Doom” retoma el protagonismo el Príncipe de la Oscuridad, pues una cámara se detiene con detalle en su excéntrica mirada.

Más aún que la ausencia de “Symptom of the Universe” o “Sweet Leaf” (entre muchas otras), me dolió que condenaran a “Supernaut” y a “Sabbath Bloody Sabbath” (ésta última probablemente por las limitaciones de Ozzy) a aparecer fugazmente en ese medley con “Megalomania”; todo ello, aderezos para “Rat Salad” y el consiguiente solo de batería de Clufetos. El de Detroit demostró ser un monstruo de su instrumento, de velocidad endiablada, aunque se hizo demasiado largo, ¡es que los papis del metal tenían que tomarse un respiro!

A su regreso Ozzy nos hace espolearles a base de heys, pidiéndonos que gritemos más alto, y aprovechando esa misma cadencia entra “Iron Man”, donde hasta el gong de Clufetos, meramente decorativo, acaba en llamas. La gente canta jolgoriosa el riff de guitarra.  No sonó nada de ‘13’ (“Zeitgeist” como outro pregrabada del concierto no cuenta), pero sí “Dirty Women” de un disco menor como ‘Technical Ecstasy’; Ozzy desafinó un poco, quitándome el sinsabor Tony con su exuberante solo de guitarra. No obstante su fuerte son las rítmicas, es un lord riff que tiene en “Children of the Grave” uno de sus hitos. Cómo saltaba la gente en pista y qué momento la lluvia de globos morados, violetas y negros, los colores eternamente asociados a estos maestros de la realidad. Las llamaradas en el escenario y las calaveras en la pantalla completan la fiesta.

Sabemos que queda una más, pero no vuelven a salir hasta que el staff del grupo ha pinchado la mayor parte de los globos. Esa one more song para la que Ozzy pide que nos volvamos locos no podía ser otra que “Paranoid”, con extensiones del riff para jugar con nosotros, lluvia de confeti y pirotecnia poniéndole el broche de oro a un concierto histórico. Al terminar, las palabras “The End” surgen en la pantalla mientras el grupo saluda lanzando púas y baquetas. La imagen permanecerá en nuestras retinas, seguro.

Con la emoción se me olvidó mirar el reloj al terminar, pero no debieron superar en mucho la hora y media, justo al límite del mínimo de tiempo que ha de tocar un grupo para no defraudar. No se les puede pedir más, Ozzy pudo morir en el camino, el cáncer casi se lleva a Tony… el simple hecho de que hayan llegado hasta aquí es toda una proeza. ¿Estarán mintiendo o esta ha sido la última de verdad? El tiempo dirá, pero de cualquier forma no me arrepentiré ni del madrugón, ni del largo e intrincado viaje para abaratar costes, ni del colapso en la estación de tren tras el concierto. Black Sabbath es historia viva del heavy metal, cada oportunidad de verles es un privilegio.

Texto y fotos: Juan Destroyer

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@JuanDestroyerMR

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