Crónica de Death In June + Spiritual Front: La conexión nihilista

10 octubre, 2016 11:16 am Publicado por  Deja tus comentarios

Sala Changó, Madrid

Dicen que es complicado encontrar a alguien con un nivel de perturbación similar. Alejarse de la tiranía de lo políticamente correcto y abrazar sin fisuras lo raro, lo extraño, lo que se aparta de la norma. Un placer de sibaritas que no podrá entender jamás cualquier mente cerrada que no abarca más de los tres o cuatro grupos de siempre y no saldría de su zona de confort ni por todo el oro del mundo. Alabemos entonces a los parias, los marginados o los hombres rotos que con tanta precisión retrataba como nadie el gurú Charles Bukowski.

Porque hay cosas que al margen de un género determinado siempre serán de culto, pertenecerán a las selectas minorías por los siglos de los siglos, por mucho que advenedizos modernos traten de reivindicarlos con cierto postureo. Es lo que sucede con Death In June, pioneros de la escena neofolk que pivota alrededor de la figura de su líder Douglas Pearce, un auténtico profeta envuelto en la polémica casi desde los inicios de su trayectoria al confundirse su atracción por el fenómeno de la guerra con la simpatía hacia el nazismo. No ayudaba obviamente que el logo del grupo fuera la “Totenkopf”, la calavera utilizada por las SS, o que el disco ‘Rose Clouds of Holocaust’ fuera prohibido en Alemania.

Pero lo cierto es que en sus conciertos no se suelen ver nostálgicos del Tercer Reich, sino que sus seguidores pertenecen más bien a la escena gótica, aunque no todos son capaces de aguantar su afán experimentador o directamente sus ganas de quedarse con el personal. En esta tercera visita a la capital en lo que llevan de carrera congregaron a un respetable muy variopinto, desde los siniestros procedentes del post punk que idolatran sus dos primeros álbumes hasta personal de infantería sin ninguna etiqueta concreta e incluso alguna chica con pulsera rosa de corazón. Madre mía, que viva el buen rollo.

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Con idéntica adscripción nihilista que los cabezas de cartel, los italianos Spiritual Front en directo son de lo más grande del neofolk contemporáneo y sus recitales se transforman en un verdadero fiestón, quién lo iba a decir en un palo tan sosegado. En su peculiar batidora cabe desde el tango al swing, el cabaret fantasmagórico o ese inefable aire fronterizo deudor de Morricone o de las BSO de Tarantino. Su predilección por el Séptimo Arte quedó bien patente al proyectar de fondo ‘Toro Salvaje’ de Martin Scorsese.

Al margen de lo visual, lo que hay que reconocer sin ambages es el extraordinario talento de su vocalista Simone Salvatori en escena, tipo cultivado y elegante como pocos que en sus redes sociales lo mismo comparte vídeos de Kreator o Celtic Frost que de The Smiths o Talking Heads. Con las féminas casi al punto del desmayo y constantes gritos de “¡Guapo!”, facturaron una actuación muy emotiva con un repertorio impepinable en el que no sobró nada, desde las pasionales hasta el extremo “Cold Love In A Cold Coffin” o “I Walked The (Dead) Line” hasta su himno “Jesus Died In Las Vegas” o el canto a la libertad sexual “Darkroom Friendship”. Un intenso éxtasis que finiquitaron con el tono arrabalero desgarrador de “Bastard Angel”. Soberbios.

Después de tan tremendo subidón, que te casquen un interludio de piano de unos treinta minutos de esos de sacar la mantita suena poco menos que a broma pesada. Pues eso es lo que sucedió en el inicio de Death In June cuando el subalterno de Douglas Miro Snejdr, ataviado con antifaz y traje de faena militar, nos deleitó con piezas instrumentales de su proyecto Herr Lounge Corps, aparte de alguna revisión del catálogo de los Death In June más intimistas, ya junto a Pearce, caso de “Peaceful Snow” o “Life Under Siege”. Por lo menos hubo momentos cómicos cuando los aullidos del enmascarado pianista eran respondidos con maullidos desde el respetable o ese final abrupto interrumpido por una especie de disco samba que sonaba por los altavoces y descolocaba por completo.

death-in-june-directo-madrid-216El propio Douglas Pearce por fin irrumpió con su característica máscara blanca de espectro levantando los brazos como si oficiara una eucaristía y aullando de nuevo a una entregada concurrencia que ya tenía ganada de antemano. La cita tuvo mucho de ritual, en especial, cuando en “Till The Living Flesh Is Burned” Douglas y su subalterno aporrearon tambores con disciplina marcial cada vez más deprisa, casi hasta provocar la hipnosis colectiva.

La vertiente más puramente neofolk llegó cuando el eslovaco Miro se retiró y Douglas con gorra militar y gafitas de intelectual se entregó a un repertorio acústico que inició con “My Last Europa Kiss”, muy apropiada ante la inminente descomposición del sueño europeo. De hecho, la característica “Totenkopf” utilizada como símbolo del grupo apareció decorada con la bandera europea de fondo, unos labios carmesí así como de lugar de alterne y la enseña británica en cada uno de los ojos.

Desde luego había que pillar con ganas un recital tan recogido como anárquico en el que el comandante Douglas preguntaba al público a ver qué querían escuchar, pero luego tocaba lo que le apetecía, a pesar de sus apuntes en el suelo. Muy pastoral le quedó por ejemplo “The Accidental Protégé” antes de invocar al nihilismo desaforado en “All Pigs Must Die”, auténtico antídoto contra subespecies molestas. Y recordó a su colaborador fallecido John Murphy en “He’s Disabled”, que según relató era una de sus piezas preferidas de Death In June.

Uno de los momentos cumbre fue “Behind The Rose (Fields of Rape)”, con ese épico aire de spaghetti-western que llevó a muchos a silbar las trompetas inexistentes en directo, o una emocionante “Luther’s Army”, con la voz de Douglas en perfecto estado de conservación, todo un mérito. Pero el genio admitió que no le apetecía hablar porque estaba “deprimido y cansado”, así que volvió a exhortar a la muchedumbre acerca de sus apetencias.

La delicada “Fall Apart” sirvió para que Douglas pusiera pies en polvorosa antes de que retornara para quejarse del calor y desear volver al invierno. La recta final terminaría por convencer a cualquier reticente o temeroso con piezas inapelables del calibre de “Rose Clouds of Holocaust”, “But, What Ends When Symbols Shatter?” o ese enorme “Little Black Angel” en el que se volvieron a silbar y corear las trompetas de la versión en estudio. Quién lo iba a decir en un grupo de culto.

No podían obviar tampoco su piedra angular “She Said Destroy”, que también contó con la adhesión del respetable, y se retiró por segunda vez alegando que “ya era demasiado para un señor mayor”. Douglas y su subalterno volvieron ante la insistencia de los fieles para la apocalíptica “C’est Un Réve” en la que los tambores retumbaron de nuevo con disciplina marcial en un movimiento que marcaba el fin de esta suerte de imaginaria.

Comentaban que tal vez se trate de su última gira, aunque con tantos ejemplos hoy en día de grupos que llevan décadas despidiéndose tampoco debería tomarse tal afirmación al pie de la letra. Mejor quedarse con esa conexión nihilista que establecieron por una noche con sus correligionarios Spiritual Front y con unas huestes entregadas por completo a sus designios, cualesquiera que sean. Hasta podrían haber invadido Polonia.

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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