Crónica de Costas: Nadie susurra como él

31 mayo, 2016 3:45 pm Publicado por  Deja tus comentarios

Sala Satélite T, Bilbao

El intelectualismo es quizás una de las mayores pestes del presente siglo. Eso que coloquialmente se conoce como “ir de guay”, dárselas de entendido sobre la materia y derramar cultura prepotente sobre la concurrencia igual que si fuera un sonoro bofetón, para que os enteréis, simples mortales.

Es uno de los efectos colaterales del auge del hipsterismo, que lleva a situaciones tan surrealistas como hablar de Camus a las 5 de la mañana o que la vieja ropa de la abuela sea ahora lo más cool del mundo, vintage total. Un cruzado contra esta degeneración plagada de frapuchinos y otras aberraciones podría ser el ex Siniestro Total, Aerolíneas Federales y Los Feliz Miguel Costas, que cerca de las cuatro décadas de carrera sigue fiel a los dos acordes, el sonido de siempre y esas letras divertidas e irónicas que “no buscan romper la cabeza de nadie”, según ha comentado en alguna ocasión. La sencillez en estado puro, el que necesite referencias literarias o cinematográficas para realizarse  que acuda a otros ámbitos más selectos. Y que no se olvide las gafas de pasta.

costas-directo-bilbao

Por más tiempo que pase, la figura de Costas continúa conservando un halo mítico entre los maduritos de treinta o cuarenta y tantos, esos para los que los primeros discos de Siniestro Total eran casi religión. Por eso mismo en sus bolos nunca faltan clásicos de esa época y se transforman en apoteósicas fiestas de confraternización, cachondeo y buen hacer en directo. Así fue la pasada vez en el Cotton Club bilbaíno y así se repitió la hazaña en el Satélite T, el nuevo garito de moda.

Ante un respetable eminentemente masculino y talludito, Costas pisó el acelerador con “Más madera” antes de entregarse a la cultura popular en “Botellón” o glorificar la bendita ignorancia en “Yo qué sé”. Con aspecto de gran humorista a lo Eugenio, de esos de los que apenas cambian su semblante a pesar de estar soltando las más tronchantes paridas, el vigués no anduvo demasiado comunicativo para lo que suele ser él y en su lugar una perpetua sonrisita burlona se instaló en su rostro, quizás un truco de viejo zorro para mantener la expectación.

Lo cierto es que aquello parecía una granja de nabos, por lo que estaba a huevo ironizar por la poca afluencia femenina, aunque alguna para hacerse notar no tardó en gritar “guapo”. A todas esas chicas dedicó el himno “Assumpta”, enfiló con otras piezas históricas tipo “Pueblos del mundo, ¡extinguíos!” y recordó a los legendarios maestros del despiporre Devo con la adaptación al castellano de “Whip It”.

El ritmo era endiablado con “Carne de cañón” y el propio Costas reconoció la gesta de aguantar a esta velocidad, antes de tomar un poco de aire y censurar a los que le quitaban la palabra de la boca por tomarse excesivas confianzas con el “artista”. Pero el toma y daca con el respetable no cesaba y hasta espetó: “Estáis muy parados, parece un concierto de Def Con Dos”. Una de sus habituales provocaciones.

Hizo una pequeña prueba de coros previa en “Hasta los huevos” mandando a la peña cantar el estribillo, primero a los machos y luego a las hembras, para ver “si se quedaban a dormir en Bilbao”. Y en esa estrofa en la que dice “detrás de la barra siempre estarán varias tías buenas, pero buenas de verdad…” todo el mundo miró hacia el fondo del garito para ver si aquello era cierto, aunque esa noche los camareros eran mixtos. La otra vez en el Cotton Club acertó de pleno.

La declaración de intenciones “Diferente” precedió a la denominada “fase 3” del concierto, en la cual “uno no se puede quedar quieto porque desanima a la banda”. Y lo cierto es que se antojó complicado permanecer estático con los clásicos inmortales “Menea el bullarengue” o “Bailaré sobre tu tumba”, con el recinto viniéndose abajo con la espectacular pegada del batería y las gargantas desatadas en pleno esplendor.

La recta final no aminoró en absoluto la marcha trepidante del bolo y enlazó la novedad “Inmunízate” con el imperecedero “¿Qué tal, homosexual”, en la que muchos grupos de colegas se saludaron de esta guisa a voz en grito. Y sucedió algo increíble, la peña aclamó hasta la extenuación al batera durante su breve solo, había que ver la pegada que se gastaba, quizás el máximo responsable de que velada fluyera a una velocidad criminal.

Y con el single “De palisandro” se despidió de los “amigos”, y en especial de las “amigas”, pero no tardó en regresar con “Nocilla, ¡qué merendilla!”, otro corte de esos que levanta pasiones de aquel debut de Siniestro Total de 1982, al igual que la tralla ramoniana de “Más vale ser punkie que maricón de playa”. Y sin respiro continuaron unos bises largos con la autoafirmativa “Yo estoy bien, tú estás gordo” antes de cerrar con el inconfundible sabor sureño-gallego de “Miña Terra Galega”, que volvió a desatar los ánimos y dejar a los fieles con ganas de que el recital se prolongara por tiempo indefinido.

Sonaba por los altavoces “Yo amo a Miguel Costas” de The Gachises y uno llegaba a la conclusión de que “nadie susurra como él”, gente realmente diferente que logra que más de hora y media se conviertan en apenas cinco minutos, pocas veces un bolo se nos ha pasado tan rápido. Y eso es muy buena señal.

Texto y fotos: Alfredo Villaescusa

Etiquetas:

Categorizado en: , ,

Esta entrada fue escrita por Redacción

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *