Crónica de Eddie & The Hot Rods: Un simpático señor punk

25 abril, 2016 9:19 am Publicado por  Deja tus comentarios

Sala Satélite T, Bilbao

La jubilación debería contemplarse como una opción respetable en el mundo del rock. La salida digna antes que arrastrar por el suelo toda la gloria pasada y acabar con cualquier atisbo de leyenda pretérita. Pero eso no es la tónica habitual, parece preferible dar conciertos sentado en un trono o en una hamaca playera antes que reconocer que uno ya no está para esos trotes y que haría mayor favor a la sociedad y la música en general dedicándose a jugar a la petanca, coleccionar sellos u otra actividad edificante.

Y aunque existe un nutrido grupo de desahuciados que siguen empeñados en dar pena sobre los escenarios, ese no es el caso ni por asomo de Eddie & The Hot Rods, pioneros del punk formados en 1975 que han soportado miles de cambios hasta llegar a la actualidad con la única presencia constante de su vocalista Barrie Masters. De hecho, es una ironía del destino que uno de los primeros en sufrir los vaivenes de formación fuera un maniquí llamado Eddie que solía aparecer en los conciertos de la banda allá por los comienzos hasta que un buen día se cansaran de la broma.

Quién iba a decir que disfrutaríamos de semejante figura histórica un domingo de pleno sol a eso de la una del mediodía. Algo únicamente posible en el Satélite T y sus sesiones de Rabba Rabba Hey! que se petan de rockeros madrugadores y consiguen que una propuesta tan innovadora en la villa triunfe cada semana.

En esta ocasión también hubo unos cuantos que se tuvieron que quedar a la intemperie por motivos de aforo, pero es lo que hay, bastante que se siguen celebrando eventos de este tipo.

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Ante un respetable heterogéneo con miembros de bandas punkarras como Radiocrimen o Distorsión y aficionados de infantería donde ya no cabía ni un alfiler, Eddie & The Hot Rods hicieron patente aquella vieja máxima que decía que al rock n’ roll añejo lo único que le faltaba era mayor volumen. Joe Strummer seguro que supo intuir esto cuando relató que fue uno de los primeros grupos para los que escuchó aplicar la palabra “punk”, aunque a Barrie Masters y compañía lo que en realidad les interesaba, más que la anarquía y demás, era tocar música directa y con agallas.

Fue un placer comprobar que cuarenta años después continúan con la misma idea metida en la cabeza. No tardaron en pegar el pistoletazo con la enérgica “Teenage Depression”, uno de sus éxitos que además apareció en la BSO de la ramoniana comedia musical ‘Rock N’ Roll High School’, toda una piedra angular impepinable capaz de reventar cualquier garito.

El voceras Barrie parecía un tipo feliz con pinta de Sánchez-Dragó, sonreía con satisfacción y meneaba levemente la cabeza, como si aquello supusiera una especie de goce supremo. Y los que le rodeaban no eran tampoco unos chavales, unos veteranos a los que se les notaban muchas tablas, en especial a su batería, con un empaque impresionante que proporcionaba contundencia al sonido.

Su repertorio basculó entre los clásicos imprescindibles de sus primeros discos, como “Quit This Town” o “Telephone Girl” y algún que otro tema nuevo con cierto aire a New York Dolls. Vocación cero por tanto de vivir exclusivamente de la nostalgia. Y otro aspecto que merece destacarse es el decente estado vocal de Barrie, pese a que de vez en cuando se retiraba a un rincón para toser un poco. Otros han sufrido en mayor demasía los estragos de la edad, nada preocupante.

La nihilista a lo Iggy Pop “Life On The Line” incrementó la sensación de estar viviendo un suceso irrepetible, una lección de rock n’ roll a pocos palmos de distancia. Y hubo incluso un momento cómico cuando el risueño cantante se calzó en la cabeza una txapela que le habían ofrecido desde las primeras filas. Te lo podrías haber encontrado de esa guisa tomando unos vinitos o jugando al mus en cualquier batzoki cercano.

Pero el clímax se alcanzó con ese himno que incita a hacer lo que venga en gana titulado “Do Anything You Wanna Do”, que elevó las gargantas hasta el infinito. Y para no bajar el subidón acto seguido recurrieron al archiconocido “Gloria” de Van Morrison, aunque estuvo más cercano al ímpetu de Patti Smith que al espíritu original. El estribillo atronó en el recinto mientras los británicos aminoraban o aceleraban el paso a su antojo. Brutal.

Y a pocos meses de que The Who encabecen una de las jornadas del Azkena Rock Festival vitoriano, arrancarse con el “The Kids Are All Right” supone una triunfada fijo, del mismo modo que el motero “Born To Be Wild” de Steppenwolf, otra de esas piezas infalibles para animar cualquier cotarro. Lo raro sería encontrar a alguien al que no le guste.

Se nos hizo cortísima la clase magistral del simpático señor punk. Un aula a tope de quórum en la que no cabían los remolones ni los que no llevaran la materia lo suficiente al día. Los que no acudieron a esta cita con la historia tienen una falta de asistencia bien gorda.

Texto: Alfredo Villaescusa
Fotos: Marina Rouan

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Esta entrada fue escrita por Redacción

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