Entrevista a Burning: “Necesito dos o tres vidas para enterarme cómo va todo esto”

Johnny Cifuentes | Foto: Alfredo Villaescusa

 ¿Por qué ahora un directo? ¿Era una necesidad de vindicaros?

“No estaba previsto, es algo que ha ido surgiendo a partir de enero. No sé si sabrás, pero estamos también rodando un documental con Fernando Colomo que trata un poco  de la vida del grupo. Se están haciendo rodajes de todo tipo, en camerinos, locales de ensayo, qué música escuchamos en los viajes, los postconciertos; todo ese tipo de rollo. También se han rescatado muchas imágenes de la época de los setenta. Y como colofón, en enero los productores empezaron a hablar de acabar la peli con un concierto en Madrid en el antiguo Palacio de los Deportes, a lo grande, con metales, chicas que canten bien, percusión… hacer una macrobanda con 12 músicos arriba. Después de ensayar durante un mes y pico, descubrimos que suena fantástico y surgió la idea de grabarlo bien y ofrecérselo a una compañía. Y así salió. ¿Y sabes una cosa, tío? Cuando no preparas las historias, te salen mejor, creo que es de lo mejor que hemos hecho en directo en muchos años”.

¿Lo consideras una continuación natural de aquel disco en vivo de 1991 que también tenía colaboradores?

“No, no tiene nada que ver. Lógicamente, lo único que se parece es que los dos son directos y que están grabados en Madrid, uno en el sur, en Leganés, más barrio, y otro en el centro, que ha sido un poco la evolución, de pasar de tocar en los barrios a tocar en sitios más importantes. Aquel disco también lo recuerdo con mucho buen rollo, había prácticamente un invitado por canción: Rosendo, Loquillo, Miguel Ríos, SabinA, gente que ya no está como Antonio Vega… En este vienen amigos, pero hemos querido que fueran solo seis o siete, para que no fuera como un álbum de duetos y no perdiera la esencia de Burning”.

¿Y en qué os basasteis para hacer la selección? ¿Colegueo?

“Pues tú lo has dicho, más bien colegueo, tío. No queríamos repetir invitados, pese a que muchos de ellos podrían haberlo hecho perfectamente, pero me apetecía cantar con otros. Un caso extraño que todo el mundo me pregunta es el de Bunbury, que cuando sacamos ‘Pura Sangre’ hace año y pico, él lo apuntó en las redes sociales como un favorito suyo. A mí me moló eso, fui un día a verle actuar y ahí empezó a gestarse. Vive en Los Ángeles y estoy muy agradecido de que haya venido a vernos. En cuanto a Luz Casal, nunca habíamos hecho nada con ella, me parece una dama superelegante del rock, coetánea nuestra, nos conocemos de carretera, de tocar en muchos sitios y solo nos faltaba hacer algo juntos. Y luego hay gente como Star Mafia Boy, que me recuerda mucho a los Burning del principio, un tipo que toca en locales de ensayo de barrio, intentando abrirse camino con los codos y sacar la cabeza. Para mí este chaval es tan importante como otras estrellas consagradas como Bunbury o Luz Casal”.

Pereza siempre consideraron a Burning una influencia importante, ¿te acordaste por eso de Rubén Pozo?

“No, lo que pasa es que cañeamos juntos por Madrid, nos vemos muy a menudo, él viene a vernos a algún concierto o quedamos en mi bar el Cocodrilo. Tenemos además gustos afines, no es el primer grupo que ha empezado a tocar con alguna de nuestras canciones”.

Sorprende asimismo la presencia de Alberto Marín, porque no te veo escuchando Hamlet, Skunk D.F., Kaothic o cualquier otro grupo vinculado a su trayectoria…

“Sí, tiene un pelo así tan largo como tú… Pero es verdad, no es mi onda, yo soy más del filo de la navaja, ni demasiado rudo ni demasiado blando, ¿no?, aunque últimamente escucho bastante rock americano, muy rollo sureño como Drive-By Truckers o North Mississippi Allstars, soy más de ese palo. Pues Alberto es un colega, nos conocimos hace cinco o seis años en un Derrame Rock, ya sabes que allí se juntan muchos estilos… El caso es que nosotros terminábamos de salir y a ellos les faltaba un poco, coincidimos en una barra de bar con un banco, empezamos a charlar y fue una noche estupenda. Luego nos hemos vuelto a ver y juramos que alguna vez debíamos tocar juntos. El estilo no te creas que tiene que ser tan importante comparado con lo personal, sobre todo si es rock n’ roll”.

Burning, en vivo en el Barclaycard Center de Madrid

¿Y cómo te sienta cumplir 40 años en la brecha?

“Pues tío, que se me ha pasado superdeprisa, creo que necesito dos o tres vidas para enterarme cómo va todo esto. Son unos 17 LPs, ciento y pico de canciones grabadas, más de 3.000 conciertos… Es una sensación como de que he hecho lo que me ha dado la gana durante cuarenta años y creo que es lo mejor que me ha pasado en la vida. Hay que dejarse llevar e intentar seguir disfrutando de este momento, de esta tarta de cumpleaños que hemos abierto”.

¿Vislumbras alguna fecha de caducidad a semejante pastel?

“No miro nada de nada al futuro y el pasado es inamovible, ya está ahí y no muevo ni una coma. Todo el mundo conoce la historia de Burning, lo que ha sucedido, a veces mucho cielo y a veces mucho infierno, y nunca pienso lo que voy a hacer más allá de la próxima semana o quince días, es absurdo después de llevar tantos años en la carretera. Vivo el presente y voy a sacar a pasear esta gira para que lo disfrute mucha gente que no pudo asistir al concierto del Palacio de los Deportes”.

¿Te consideras una leyenda?

“Para nada, yo soy hijo de un taxista de un barrio de Madrid, que tuve la suerte de que llamaron a mi puerta y me dijeron: “Oye, ¿te vienes a tocar con nosotros?”. Yo tenía 16 o 17 años, y así hasta ahora, chicos. No soy ni leyenda ni mito ni nada, solo soy un tipo más que igual está tocado por una varita mágica y me lo llevo pasando cuarenta años de puta madre y hago lo que quiero. Eso sí que es ser un tío tocado por una varita mágica”.

Johnny Cifuentes en acción junto a Carlos Tarque (M Clan)

El alma femenina siempre ha sido muy importante en Burning, ¿qué piensas cuando algunos tildan vuestras letras de machistas?

“Chicas, la verdad es que quiero decir que Bartolo, el dios creador, hizo muy bien todo esto. ¿Qué haríamos sin ellas, tan bellas, tan guapas…? Nosotros fuimos muy de montar el pollo, éramos chavales de barrio, de La Elipa, Carabanchel, Vicálvaro, Vallecas… Queríamos hacer mucho ruido, por eso nos pintábamos e intentábamos meter el dedo en la llaga. Decíamos muchas cosas que si ahora las dijéramos, nos meterían en el talego por el rollo machista, pero queríamos salir del anonimato, dar que hablar, como los Stones o los Who, que tiraban televisores por las ventanas de los hoteles. Nosotros no teníamos tanta pasta como para tirar teles ni para estar en esos hoteles (risas), así que hacíamos lo que podíamos. Nunca fue nada intencionado, simplemente fue por salir del charco”.

¿En qué punto se encuentra el documental de Fernando Colomo?

“Pues estamos a punto de terminar, pero las pelis, los discos, etc; nunca se acaban. Si quieres, puedes seguir otro año más: "venga, voy a remezclar esto o voy a meter esta melodía…" (risas). Colomo y los demás están finalizando algunas entrevistas a músicos, periodistas y promotores. Creo que les faltaba algo de Barcelona y hablar con Gay Mercader, el tipo que trajo a los Rolling Stones, que también fue manager de los Burning en la época de Tequila y Moris. Creo que lo estrenaremos en diciembre, o máximo enero. Volver a estar en un cine y ver la película de tu grupo… Aunque sea, que solo valga para que la gente que se dedica al rock n’ roll no cometa los mismos errores”.

¿Vuestra chulería es de verdad o es simplemente una pose?

“(Risas) ¡Ay, qué buena! Es un rollo como el “hostia” de los vascos, una forma de hablar, como cuando vienen los argentinos aquí y aunque lleven treinta años no se les quita el poso. Es nuestro sello, pero te juro que no es nada rollo así tipo chulito madrileño (más risas)”.

¿Son los madrileños entonces tan chulos como los vascos?

“Bueno, depende del barrio, ¿no? (risas)”.

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